jueves, 11 de octubre de 2007

LIBROS - Con toda intención, de C. E. Feiling: Siempre hay espacio para los buenos argumentos

Si bien puede caerse en la tentación de comenzar a hablar de este libro como de una recopilación de artículos periodísticos, que es lo que se supone que debe creer el lector antes de comenzar con la lectura, al terminar con el último de los textos que lo componen no queda más alternativa que reconocer que lo que atraviesa estas páginas no es otra cosa que literatura en su estado más puro.

Es que estos textos engañosos, originalmente publicados en la mayoría de los principales medios de la ciudad con los que Feiling ha colaborado, como Clarín, La nación, El cronista, y principalmente en el diario Página 12 y en la extinta revista Página 30, de la que fue secretario de redacción, no son otra cosa que un rosario de breves y lúcidos ensayos, a los que como periodista o escritor no se puede más que envidiar. Sanamente, debería aclararse ahora mismo para mantener la corrección política. Pero para que mentir. Estos artículos son envidiables, malamente envidiables. Insanamente envidiables.

C. E. Feiling es y será periodista, escritor, traductor, crítico literario en el sentido más ajustado, docente universitario, y otras decenas de items posibles, y esta antología de sus textos reunidos bajo el título de Con Toda Intención, resulta un intento de volver a colocar al arte en el lugar correcto. Lo que llama la atención es la enorme lucidez con que aborda los temas más variados del espectro artístico, pero desde el dominio de un bagaje teórico abrumador, que le permite trascender los límites del arte para abarcar en sus textos los ámbitos de la cultura y la sociedad por completo. Así, rescatar la empañada figura de José Bianco como uno de los más notables escritores argentinos del siglo pasado, o dejar algunos apuntes acerca de aquella mítica versión de la canción My Way, que hiciera Sid Vicious poco antes de morir a finales de los ´70, implican para Feiling el mismo nivel de compromiso crítico.

Con en este libro, Feiling amerita ser catalogado como lo que en la jerga policial se conoce con el nombre de hábil declarante: alguien que difícilmente se quede sin argumentos en medio de cualquier discusión. Y que no vacila en ser impunemente franco al momento de ejercer su profesión. Así podemos leer varios de sus textos, en los que sin problemas valora a algunos de los libros que le ha tocado en suerte criticar o reseñar, como malos o muy malos; o definir a don Ernesto Sábato como un pésimo escritor. Sin anestesia. Porque incluso (o sobre todo) cuando parece que algunas de sus críticas comienzan a tomar el mismo tono de una agresión de barrabrava, es en esos momentos en los que sus argumentos sólidos no dejan lugar para las dudas.

Como un ejemplo de la claridad de su pensamiento y de la gran capacidad analítica que posee C. E. Feiling, basta con referir un fragmento de un texto escrito por él como prólogo para una antología de relatos de terror (tal vez el género con menos prestigio dentro de la literatura), en el que un razonamiento teórico acerca del género, acaba transformado en una lúcida diatriba sociológica: lo sobrenatural como opuesto de lo sobre- natural, lo que está más allá de aquellos conceptos “naturalistas” para los que es lógico que los blancos sean superiores a los negros o los hombres a las mujeres; lo sobrenatural como sublimación de ciertos miedos sociales a los que a finales del siglo XIX se aludía desde los argumentos de la literatura de horror.

La muerte de C. E. Feiling (Charlie para quienes lo estimaban) en 1997, es otro argumento a favor de las teorías que afirman que frente a la muerte no sirven méritos, ni argumentos, ni razones. Lo cual ciertamente es una lástima.

(Artículo publicado originalmente en http://www.informereservado.net/cultura.php)

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