jueves, 11 de octubre de 2007

CINE - Premonición, de Mennan Yapo: ¿Pero esto ya no lo hicieron?


Es cada vez más evidente que no puede hablarse del cine norteamericano sin hacerlo inevitablemente desde los géneros, y con igual evidencia notar cuanto más pequeño se va volviendo el papel del autor ante el dominio cada vez más exclusivo de lo industrial, lo premoldeado. A tal punto han ganado preponderancia los términos género e industria, que parece imposible alcanzar un éxito comercial si no se respetan ciertos patrones o modelos ya probados. De esto y de otras cosas habla Linda Seger, renombrada guionista y asesora de escritores que recientemente visitara el país, en su libro Cómo convertir un buen guión en un guión excelente. Sin embargo, también destaca que lo que diferencia a un guión correcto de otro superior, es precisamente la capacidad de partir de esas estructuras básicas para ejecutar giros novedosos que redefinan los términos de la narración. Y como eso sucede cada vez más raramente, sorprenden las películas como Bourne, el ultimátum que, sin ser obras de arte, consiguen desbordar por mucho su molde genérico. No es el caso de Premonición, de Mennan Yapo, una película básicamente correcta y hasta entretenida, pero que no alcanza ese límite de excelencia simplemente porque ha sido pensada para no hacerlo.
Linda tiene una clásica vida de clase media alta que es casi un cuento de hadas: enamorada de Jim, su marido, buena madre de dos hijos, casa, auto. Pero una mañana, que salvo por leves anacronismos es casi como cualquier otra, recibe la noticia de que Jim ha muerto en un accidente de tránsito cuando viajaba por negocios. La tragedia no sería extraña si no despertara al otro día y se encontrara con él desayunando en la cocina como si nada hubiera ocurrido. Porque en realidad, nada ocurrió todavía. Linda consigue darse cuenta que vive un tiempo en el que la linealidad ha sido alterada y que tal vez pueda salvar a su marido si consigue encontrar el orden correcto de los sucesos, aunque en el intento descubra que a veces los cuentos de hadas se vuelven amargos.
No puede decirse de Premonición que aburra, ni que su historia sea un fiasco, aunque en el lapso de un año se hayan estrenado Regresiones de un hombre muerto y Deja vú, dos películas cuyo principal recurso eran estos saltos temporales, que aquí vuelven a ser el eje de la narración, y sobre todo La casa del lago, de Alejandro Agresti y también con Sandra Bullock, que en tono de comedia romántica tenía todavía más puntos de contacto. No puede hablarse de malas actuaciones, pero es cierto que la pareja de Bullock y McMahon (el famoso doctor Troy de Nip/ Tuck) tiene menos química que el arsenal que Bush fue a buscar a Iraq, ni tampoco afirmar que el director Mennan Yapo no haya sabido utilizar con eficiencia los recursos a su disposición, al menos hasta donde el guión se lo permitió. Tal vez el problema de Premonición sea, precisamente, que por contar una historia usada tampoco pueda decirse de ella nada nuevo.
(Atrículo publicado originalmente en Página 12)

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