domingo, 28 de febrero de 2021

LIBROS - "Un sonido atronador" (Editorial Nórdica): Ray Bradbury, el Efecto Mariposa y 10 películas que no serían posibles sin él

La editorial Nórdica acaba de publicar una deliciosa versión ilustrada de Un sonido atronador, uno de los relatos más populares de los cientos que escribió Ray Bradbury. Gracias a ese cuento, al notable autor estadounidense se lo considera el padre putativo de una célebre teoría científica conocida como Efecto Mariposa. ¿Pero qué es y en qué consiste ese fenómeno? Y sobre todo: ¿por qué recibe ese nombre tan curioso? Para entenderlo, lo mejor es usar a este simple artículo periodístico como una máquina del tiempo que nos permita viajar al pasado y revisar un poco los hechos que la dan forma a esta historia. Entonces, que comience el viaje.

Un cyborg es enviado desde el futuro con la misión de asesinar a la madre del hombre que se convertirá en el líder de la resistencia contra las máquinas que dominan el mundo y así evitar todos los hechos que se derivan de su nacimiento. Casi al mismo tiempo, un adolescente viaja al pasado y la chica que luego se convertirá en su madre se enamora de él, poniendo en riesgo su propia existencia. Películas como Terminator (James Cameron, 1984) o Volver al futuro (Robert Zemeckis, 1985) lograron que a fines del siglo XX un complejo concepto científico se volviera uno de los disparadores dramáticos más populares del cine moderno. Ese concepto, que es conocido como Efecto Mariposa y forma parte de la famosa Teoría del Caos, indica que cualquier variación mínima aplicada dentro de un sistema dinámico, al evolucionar es capaz de crear una divergencia de grandes proporciones. 

Aplicado al flujo temporal, el postulado indica que cualquier modificación que se introdujera en el transcurso de la línea histórica podría provocar que la misma se desarrollara en una dirección por completo distinta de la conocida. En otras palabras: alterar el pasado implica, necesariamente, una alteración mayor en la constitución del presente. De ahí a la idea de las realidades paralelas hay un solo paso. Este concepto fue desarrollado por el científico Edward Lorenz, quien en un artículo de 1963 lo bautizó con ese nombre. ¿Pero qué tiene que ver una simple mariposa con un razonamiento tan complejo?

Una década antes, Ray Bradbury empezaba a volverse popular gracias sus volúmenes de cuentos de ciencia ficción. Ese año publicó el libro Las doradas manzanas del sol, que entre sus relatos incluye uno titulado “El sonido del trueno”. Ahí cuenta la historia de una compañía que ofrece safaris para cazar dinosaurios en la prehistoria. Una de las reglas que deben seguir los cazadores es no apartarse de una pasarela flotante que evita que entren en contacto físico directo con el mundo, evitando cualquier posible alteración. Por supuesto, algo saldrá mal y el protagonista terminará aplastando una pequeña mariposa. Así, al regresar al presente se encontrará con un mundo que no es exactamente el que dejó. Esa mariposa aplastada en el cuento de Bradbury es la que inspiró a Lorenz para bautizar con su nombre al complejo concepto científico.

Para quienes no han leído “El sonido del trueno”, que tal vez sea el cuento más popular de los cientos que escribió Bradbury en su prolífica carrera, la extraordinaria versión ilustrada que acaba de publicar Nórdica es una oportunidad inigualable para reparar el asunto. Publicado bajo el título de Un sonido atronador –una ligera variante que se apara de la traducción al castellano más popular de este relato—, el libro cuenta con las bellísimas ilustraciones de la artista gráfica Elena Ferrándiz, que lo convierten en una exquisita y recomendable pieza editorial.  

Diez películas que no existirían sin el Efecto Mariposa  

Pide al tiempo que vuelva (1980): un guionista viaja al pasado a través de la hipnosis para conocer a una actriz que, ya vieja, dice haberlo conocido en su juventud. Basada en un cuento del gran Richard Matheson.  

Terminator (1984) y Volver al futuro (1985): clásicos de los ’80 que, sin mencionarlo, explicaron el Efecto Mariposa.  

Timecop (1994): quizá la mejor película protagonizada por Jean Claude Van Damme. Su director, Peter Hyamas, también dirigió en 2005 la única adaptación al cine de “El sonido del trueno”.  

12 monos (1995): un condenado a muerte es enviado al pasado para evitar una pandemia que diezmó a la humanidad, obligándola a vivir bajo tierra. ¿Quién se anima a verla?  

El Efecto Mariposa (2004): película que toma esta paradoja temporal para dale forma a una historia de misterio y suspenso.  

Los cronocrímenes (2007): increíble trama policial acerca de un hombre que por accidente se ve involucrado en una serie de asesinatos cometidos en un bucle temporal de apenas una hora.  

Un loco viaje al pasado (2010): exponente de la Nueva Comedia Americana. Un grupo de cuarentones venidos a menos y el sobrino adolescente de uno de ellos regresan por accidente hasta su propio viaje de egresados en los ‘80.  

Cuestión de tiempo (2013): gran historia romántica de un chico con la capacidad de regresar hasta momentos ya vividos, que utiliza el don para conquistar al amor de su vida. 

Tenet (2020): lo último del británico Christopher Nolan será uno de los estrenos que se podrán ver en los cines a partir de su reapertura. Una compleja intriga política en la que el flujo temporal es usado como un arma.

viernes, 26 de febrero de 2021

CINE -"Flora y Ulises" (Flora & Ulysses), de Lena Khan: Superhéroes contra los traumas de la infancia

Tomando como disparador la amistad entre una niña y su mascota, premisa clásica del cine para chicos, y aprovechando el auge del género de superhéroes como herramienta para garantizar cierto éxito, Flora y Ulises le ofrece a los espectadores más pequeños la posibilidad de encontrase con una aventura que combina humor y acción. Pero también emoción y drama, oportunamente calibrados para impactar directo en el corazón del público infantil, un detalle que tratándose de una producción de Disney no podía estar ausente. Aunque esta vez de forma ligera y con el Happy end como punto de llegada rigurosamente planificado al final del viaje. 

La Flora del título es una niña de 9 muy curiosa pero algo solitaria, a la que su padre dibujante le ha transmitido la pasión por las historietas de superhéroes. Afición que su madre, autora de ese tipo de novelas románticas escritas para leer y descartar, intenta cambiar por el de los libros. Pero como el papá de Flora ya no vive en casa, porque la pareja atraviesa un período de crisis, las revistas se han convertido para ella en una suerte de placebo que la ayudan a conjurar su ausencia y se niega a abandonarlas. En esa situación un poco angustiante se encuentra la nena cuando ocurre el primer giro de la historia, aquel que marca el final de un primer acto que ha planteado sus elementos con eficiente economía.

Cuando Flora ayuda a una vecina a tratar de detener una aspiradora robótica fuera de control, la máquina golpea contra un árbol y provoca la caída de una ardilla que tiene ahí su madriguera, a la que termina aspirando por accidente. De corazón noble, como corresponde a una chica Disney, Flora se lleva al animalito a su casa para ayudarlo a recuperarse, marcando el comienzo de su amistad. Dadas las circunstancias emotivas de la niña, es inevitable que el roedor (bautizado Ulises en honor a la marca de aspiradora loca) acabe ocupando el lugar del objeto transicional que la ayuda a sobrellevar el dolor de la separación de sus padres. Aunque nada de esto es abordado en profundidad, las marcas son claras.

Como si se tratara de un reflejo de su propia situación, Flora convierte el trauma de la ardilla con la aspiradora en el punto de inflexión del camino del héroe: ese momento en el que un ser común recibe un poder a partir de una circunstancia también traumática. Porque al convertir a su ardilla en superhéroe es ella misma la que se vigoriza, reuniendo las fuerzas que le permitirán encarar la deseo de volver a reunir a sus padres. Que ese poder provenga de la tecnología doméstica resulta oportuno: lo que pasa en la casa, se soluciona en la casa. A pesar de dichos elementos que enriquecen el análisis, Flora y Ulises reduce todo eso a meras convenciones narrativas, poniendo en escena (una vez más) la fantasía de la familia blanca y perfecta. En ese punto la película atrasa bastante.  

Artícuo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

CINE - "Manifiesto", de Alejandro Rath: La Historia como un sueño

A mediados de 2019 los actores Iván Moschner y Pompeyo Audivert viajan a una ciudad costera. Van a filmar una película en la que interpretarán los roles de André Breton y León Trotsky. Las primeras imágenes los muestran comiendo solos en una casa de diseño racionalista en medio de un bosque. Aunque los que comen son Moschner y Audivert, cuando hablan lo hacen como Breton y Trotsky: igual que en una sesión de espiritismo, los actores se convierten en médiums capaces de ser habitados por más de un espíritu de forma simultánea. En términos cinematográficos, el efecto es similar al que se produce al montar dos imágenes distintas, fundiendo una sobre otra, alumbrando una nueva forma, al mismo tiempo familiar y extraña. 

Esa película es Manifiesto, de Alejandro Rath, y está basada de forma libérrima en el encuentro histórico que el padre del surrealismo y el revolucionario ruso tuvieron en 1938, en México, en el cual redactaron juntos su Manifiesto por un Arte Revolucionario Independiente. Si hay algo manifiesto en el film de Rath es su intención de traducir aquel texto en imágenes, valiéndose de cuanta herramienta el lenguaje cinematográfico pone a su servicio. En ese sentido, la película se propone evitar por todos los medios encajar en las formas preestablecidas del cine, tratando de descubrir una forma que sea a la vez única y propia. 

Manifiesto no es ni ficción ni documental pero, igual que los dos actores, también es las dos cosas. Para conseguir esa simbiosis, Rath intenta tomar al pie de la letra lo expresado en aquel texto libertario (palabra que debe ser leída según su significado original, vinculado a los movimientos anarquistas, y no como la equívoca expresión utilizada por el neoliberalismo más extremo). Es decir: abordar el acto creativo con libertad absoluta, evitando el yugo de las formas rígidas, incluso de aquellas que pudieran surgir del propio guión, piedra fundamental de la labor cinematográfica. Sobre el final, un texto informa que la escritura de la película atravesó todo el proceso, haciendo que rodaje y montaje también se solapen, de tal forma que, como en la paradoja del huevo y la gallina, se vuelva difícil “saber dónde empezó qué cosa”. 

Es imposible no reconocer en ese mecanismo juguetón a aquellos otros, los utilizados por los artistas que le dieron forma al surrealismo, movimiento de vanguardia que tuvo en Breton a uno de sus artífices. Porque de algún modo Manifiesto no es otra cosa que un cadáver exquisito habitado por no pocos hallazgos. Pero la película también está cargada de la tradicional solemnidad trotskista, que a veces termina neutralizando a aquel espíritu lúdico, haciendo que el solapamiento entre ambas cosas se desencaje y deje al descubierto las costuras del cadáver.  

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

CINE - El fin de la cuarentena: Las salas reabren después de un año de cierre obligado

A través del Boletín Oficial y tras más de once meses de telones cerrados, la Jefatura de Gabinete nacional habilitó este jueves la reapertura de las salas de cine en la ciudad y la provincia de Buenos Aires. Con la noticia aún fresca, las empresas exhibidoras pusieron en movimiento sus estructuras con el fin de tener abiertos sus complejos multisala ya a partir de este fin de semana. La decisión implica en primer lugar la puesta a punto del equipo encargado de hacer cumplir los protocolos de seguridad aprobados. Pero también el armado de una programación en tiempo record, ya que ayer mismo se especulaba con que la fecha de reapertura sería recién el próximo jueves 4 de marzo y no durante el fin de semana.

Atentas a la expectativa de los fanáticos del cine, algunas de las compañías exhibidoras más importantes del país hicieron pública las listas con los títulos que podrán verse en las funciones programadas para estos días. La cadena Showcase Cinemas anunció que tiene todo preparado para abrir sus salas este mismo sábado y ya dio a conocer las películas que ocuparán las pantallas de sus complejos. Entre ellas se cuentan The Empty Man, película que combina el policial con el terror; Las brujas, lo nuevo de Robert Zemeckis con Anne Hathaway y Octavia Spencer; la superproducción rusa de ciencia ficción Invasión: El fin de los tiempos; la película china de cine catástrofe Avalancha: Desastre en la montaña y el film de terror español Malasaña 32. El programa se completa con tres películas infantiles: la nueva de Scooby-Doo, Como perros y gatos 3 y Zapato Rojos y los 7 enanos.

Por su parte, las cadenas Hoyts y Cinemark anunciaron que reabrirán sus complejos el miércoles 3 de marzo y también publicaron la programación que estará disponible a partir de entonces. La lista incluye las mencionadas Scooby, Como perros y gatos 3, Las Brujas, Malasaña 32 y Avalancha, a las que se suma 10 cosas que hacer antes de dejarte, protagonizada por la actriz Christina Ricci. Además los fanáticos del animé podrán disfrutar de títulos como Love Sunshine, Akira y Eureka. Ambas compañías avisaron también que en el transcurso de la semana que viene anunciarán los estrenos que podrán verse a partir del jueves 4.

A diferencia de estas últimas, Showcase ya anunció que ese día se estrenarán tres películas en sus salas. Serán la animada Trolls 2 World Tour; la película de aventuras y ciencia ficción Monster Hunter: La cacería comienza, dirigida por Paul W.S. Anderson y protagonizada por Milla Jovovich y Ron Pearlman; y Tenet, la última y esperada película del británico Christopher Nolan con John David Whashington, Robert Pattinson, Kenneth Branagh, Elizabeth Debicki y Michael Caine.  

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

jueves, 25 de febrero de 2021

CINE - "Corazón borrado" (Boy Erased), de Joel Edgerton: Cómo curar a los que están sanos

“Nuestra familia es muy normal”, le dice la madre a Jared cuando este le pregunta si entre los parientes cercanos hay alcohólicos, apostadores, adictos, consumidores de porno o enfermos mentales. Y homosexuales. Esa familia normal (y cristiana) es la que envió al chico, que transita el final de su adolescencia, a un campamento juvenil en el que prometen “curar” su deseo por otros hombres. Es ahí donde le pidieron como tarea que dibuje en un afiche su árbol genealógico, consignando en él todos los pecados morales cometidos por sus familiares más próximos. Pero la respuesta de la madre es tajante y con apenas esas cinco palabras deja a su hijo solo con su deseo, abandonado en el lado monstruoso del mundo.

Basada en el libro de memorias de Garrard Conley, Corazón borrado narra la experiencia de ser homosexual en el centro de los Estados Unidos blancos y cristianos, en cuyo seno es habitual tratar el asunto como una enfermedad que puede y exige ser curada. Pero tampoco es cuestión de señalar con el dedo y mirar para otro lado: los debates en torno a las leyes de género expusieron en la Argentina la existencia de un pensamiento afín. 

En ese campamento de la vergüenza, Jared recibe entre rezos y plegarias valiosas enseñanzas para dejar de ser gay: pararse como un hombre, no cruzar las piernas al sentarse, interpretar un papel. Dirigido por el actor australiano Joel Edgerton, el film combina aciertos con excesos, siempre amparado tras el escudo moral de las buenas intenciones. Sin embargo hay una escena en la que, con una simple decisión de cámara, el director no solo consigue exponer el punto de vista de la película con mucha más potencia que en otras, en las que todo es dicho de forma obvia. También demuestra que Edgerton es capaz de manejar con elegancia e inteligencia los recursos cinematográficos. 

En ella, como si se tratara de un tribunal, los padres junto a un pastor y a otro miembro destacado de la comunidad (que también tiene un hijo “con problemas”), le preguntan a Jared si quiere cambiar y si está dispuesto a sacrificarse para conseguirlo. Tras un momento tenso, en el que los tres hombres no le sacan los ojos de encima al “acusado” mientras la madre esconde la mirada, Jared expresa con firmeza su deseo de dejar de ser quién es. Entonces todos se toman de la mano para orar por ese joven que “se alejó del camino”. En ese momento la película cambia su punto de vista. La cámara sale de la habitación y registra todo desde afuera, a través de la ventana, mientras con un travelling muy suave también se aleja. Con ese gesto sencillo Edgerton confirma que Jared no puede estar más solo, pero además se niega a ser parte del ritual de humillación, tomando distancia. En decisiones como esa, que constituyen una declaración política en la que se combinan ética y estética, está el auténtico valor de Corazón borrado. 

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

CINE - Reapertura de las salas: Volver al cine en pandemia

El cierre de las salas de cine en la ciudad y la provincia de Buenos Aires parece enfrentar sus últimos días. Dos semanas después de que las empresas exhibidoras y las cámaras que nuclean la actividad en dichos territorios mantuvieran sendas reuniones con ambos gobiernos, finalmente parece que la reapertura podría darse en los primeros días de marzo. Así lo manifestaron de forma pública varias empresas, que terminaron instalando la idea de que el próximo jueves, el 4 de marzo, sería el Día D para el regreso de las películas a la pantalla grande.

Oscar García, director de Cines Showcase y representante de la empresa National Amusement International (NAI), confirmó en diálogo con Página/12 que la semana pasada los ministros de salud y de cultura de la ciudad, Fernán Quirós y Enrique Avogadro, recorrieron el complejo que la cadena tiene en el barrio de Belgrano. La visita tuvo por objeto comprobar la preparación del protocolo y su eventual aplicación en las propias instalaciones: el resultado fue positivo. “A partir de eso Quirós aprobó el protocolo y entendemos que el mismísimo lunes fue enviado junto con el pedido de excepción al Jefe de Gabinete del gobierno nacional”, aseguró García. El procedimiento se encuentra en la misma etapa en lo que se refiere a las autoridades de la Provincia, aunque en ese caso no fue necesaria una visita a cines, ya que la gobernación adhirió al protocolo redactado por la Superintendencia de Riesgos de Trabajo en colaboración con el Ministerio de Cultura Nación. 

“Ahora solo queda que la excepción se publique en el Boletín Oficial para que podamos reabrir los cines en la ciudad y la provincia de Buenos Aires”, dijo el director de Showcase. Según los protocolos aprobados, en la ciudad el aforo máximo será, inicialmente, del 30% de la capacidad de cada sala, con un distanciamiento entre espectadores o grupos de espectadores de un metro y medio hacia los lados y una fila hacia adelante y hacia atrás. En cuanto a la provincia, los parámetros de distanciamiento serán los mismos, pero la ocupación de sala permitida alcanzará el 50%. 

A pesar de los avances, sin embargo García considera que es difícil arriesgar una fecha de reapertura, porque no es algo que dependa de las empresas. “Estamos esperando que se publique la excepción. En cuanto eso ocurra vamos a convocar al personal y abriremos de inmediato”, aseguró. “He escuchado que otros exhibidores empezaron a hablar de abrir el jueves que viene, 4 de marzo”, continuó García, “pero ahí lo que va a ocurrir es que, en la medida en que esté la aprobación, cada empresa va a poner su propia fecha dependiendo de qué tan organizados estén”. Pero para él sigue siendo fundamental esperar el anuncio oficial: “las empresas no nos podemos arriesgar a empezar a pedir mercaderías perecederas que después, si la reapertura se demora, las volveríamos a perder”. García recordó que con el comienzo del aislamiento, el 18 de marzo del año pasado, las empresas enfrentaron pérdidas importantes por tener que decomisar productos perecederos. “Por eso ahora estamos siendo prudentes. Tenemos avisados a nuestros proveedores, pero no vamos a hacer ningún pedido antes de contar con la seguridad de una autorización.”

De confirmarse las previsiones de las empresas exhibidoras, la esperada reapertura de los cines en la ciudad y la provincia estaría llegando sobre el final del verano y el comienzo de la temporada fría se abre como una incógnita que puede volver a complicar a la actividad ¿El sector ya tiene preparada una estrategia para enfrentar una eventual vuelta a foja cero del aislamiento? “Estamos muy seguros y tranquilos de que con este protocolo la actividad es segura para prevenir la propagación”, insiste García. “Sabemos que no somos un foco de contagio. De hecho nuestros complejos han estado cerrados durante un año y si la pandemia se propagó de ninguna manera tuvieron nada que ver los cines”, recordó el directivo. 

“Desde las empresas asumimos el compromiso de ser estrictos con el cumplimiento del protocolo, pero es cierto que con el frío también se pueden incrementar los casos”, concedió García. “Ahí tendremos que estar firmes en que ese aumento no va a tener que ver con los cines sino, como ocurrió el año pasado, con el propio flujo de la enfermedad”, argumentó. “Salvo que, obviamente, el incremento de casos sea mayúsculo y obligue al cierre de muchas actividades para reducirlo.” “Pero en la medida en que la curva se mueva de forma razonable, esperamos que los cines se mantengan abiertos. Porque nuestros protocolos son muy restrictivos en cuanto a capacidad y distanciamiento, lo cual garantiza un alto nivel de seguridad”, aseguró. 

La realidad es que un nuevo cierre sería muy dañino para el negocio de la exhibición cinematográfica y García lo sabe. “No sé cuántas compañías no van a poder abrir sus salas cuando se apruebe el reinicio de la actividad”, se lamentó el director de Showcase. “Hay que tener en cuenta que dentro de la provincia de Buenos Aires hay muchas ciudades medianas que tienen cines que no pertenecen a grandes cadenas, sino que son manejados por empresas familiares, muchas de las cuales quizá no estén en condiciones de reabrir ahora. Y si lo hacen –y ojalá así sea, porque sería una tragedia que no pudieran—, un nuevo cierre los terminaría de aniquilar.” Por eso, García cree que “desde el Estado deberán ser muy prudentes antes de volver a cerrar la actividad. Y si fuera necesario, tendrán que juntarse para ver cómo hacer para que los protocolos sean todavía más seguros. Porque un nuevo cierre sería un golpe fatal”.  

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

domingo, 21 de febrero de 2021

LIBROS - "Cuadernos", de Andrés Di Tella: Relatos de memorias

La literatura y el cine del yo se han vuelto habituales dentro del paisaje de la producción literaria y cinematográfica contemporánea. Se trata de novelas y películas que exhiben el viaje de autodescubrimiento de sus autores, siempre organizados a partir del retrato más o menos profundo, más o menos descarnado de algún miembro de su propia familia. Aunque sigue habiendo excelentes trabajos construidos sobre esta fórmula, también es cierto que ha ido perdiendo sorpresa conforme se acumulan sus exégetas. Pero como toda tendencia, esta también tiene sus pioneros y precursores. Los padres fundadores que ayudaron a sentar las bases cuando el asunto aún era una novedad, y no caben dudas de que en la Argentina el escritor y documentalista Andrés Di Tella debe ser considerado uno de ellos.

Di Tella empezó a dirigir a mediados de los ’90, interesado por temas vinculados a la cultura nacional, como lo demuestran sus documentales Montoneros, una historia (1995), Macedonio Fernández (1995) o Prohibido (1997), en el que investiga la persecución a intelectuales durante la dictadura. Pero con la llegada del siglo XXI y tras la muerte de su madre Kamala, una psicóloga nacida en la India, la filmografía de Di Tella comenzó a acumular trabajos en los que indaga en sus propios relatos familiares. Así, en La televisión y yo (2002) retrata a su padre Torcuato; en Fotografías (2007) viajó a la India para descubrir la vida de su madre antes de convertirse en esposa de su padre. Y en Ficción privada (2019) recrea el vínculo de ambos a partir de las cartas juveniles que se mandaban cada vez que el destino les imponía la fatalidad de la distancia.

Este registro cinematográfico de la intimidad tiene su correlato gráfico en una serie de cuadernos que Di Tella lleva a modo de diario desde hace más de 12 años. En ellos acumula textos personales que abordan temas diversos, pero siempre vinculados a su propia experiencia. Una selección de esos escritos acaba de ser editada con forma de libro bajo el título de Cuadernos (Editorial Entropía). En sus páginas los lectores encontrarán pequeñas viñetas de la vida cotidiana, anécdotas sobre artistas populares o desconocidos que el autor cita siempre desde la admiración, recuerdos surgidos del ejercicio de sus oficios o de su propia intimidad, breves crónicas de experiencias ajenas o personales y también reproducciones facsimilares de algunas ilustraciones que funcionan como un oportuno complemento.

Cuadernos es uno de esos libros que al terminar de ser leídos dan ganas de invitar a su autor a tomar un café o a cenar, para poder conversar con él, discutir algunas de sus ideas o saber más acerca de otras. Uno de los privilegios del oficio del periodista –que arrastra muchas desventajas, en especial en lo referido al pago casi humillante que en la actualidad reciben quienes lo ejercen— es esa posibilidad de invitar a conversar a un escritor, un cineasta, un pensador al cual se admira, para hacerle todas las preguntas que la curiosidad le permita formular. Aunque en pandemia no haya café ni cena posibles y uno deba conformarse con una llamada telefónica o una charla vía Zoom. 

Di Tella cuenta que detrás de la escritura de aquellos cuadernos siempre estuvieron sus “ganas de juntar textos”. “Empezó cuando, después de llevar a los chicos temprano al colegio, me iba a tomar un café y aprovechaba para escribir algo”, dice al recordar el comienzo de aquella decisión que terminó convertida en hábito. “Podía ser sobre un sueño, un proyecto en el que estaba trabajando, o simplemente me ponía a describir la forma en que la luz entraba por la ventana. Lo hacía como ritual para conectarme durante un par de horas con alguien mejor que yo, que ahora vive en esos cuadernos”, confiesa. 

Para describir de qué se trata Cuadernos, Di Tella recurre a la mejor ayuda posible. “Hay un cuento de Borges, uno de esos minúsculos que escribía, en el que cuenta acerca de un hombre que se propone dibujar el mundo. Para conseguirlo empieza a llenar páginas en blanco con imágenes de provincias, de ríos y montañas, de casas, de instrumentos y de personas. Siguió con ese trabajo por años, pero poco antes de morir descubre que ese laberinto de líneas no es otra cosa que el dibujo de su propia cara”. “El cuento termina ahí y me parece que este libro tiene algo de eso”, reflexiona el director de películas como Hachazos (2011) o 327 cuadernos (2015). “Porque hablando de Jack Kerouack, de Norah Lange, de Macedonio o lo que sea, en realidad yo también termino haciendo una suerte de autorretrato.”  

–En el libro hay un texto dedicado a William Burroughs y a Brion Gysin, que hace referencia al Cut Up, mecanismo que ellos idearon para superponer formas o textos con el fin de que en esos cruces se produjeran nuevos sentidos. ¿Cuadernos funciona así? ¿Como una superposición de recortes de la memoria que también terminan revelando una figura nueva? 

–Sí, pero hay algo del azar en ese recorte. Hay algo que le escuché decir al cineasta alemán Harun Farocki, hablando sobre el trabajo de archivo. Él me decía que había descubierto algo que llamó El Archivo del Revés. Durante muchos años Farocki recortaba noticias de los diarios que le resultaban curiosas, pero cuando volvía a revisarlas años después descubría que le parecía más interesante lo que había quedado en la parte de atrás de esos recortes. Porque había algo de incompleto y azaroso que le generaba curiosidad y lo movía a investigar aquello que había en el revés del archivo. Acá hay algo de eso. Porque en estos cuadernos escribo de todo y lo hago un poco a propósito, porque de alguna manera los escribo para olvidar, para sacarme cosas de la cabeza. Entonces, cuando me pongo a buscar algo, de golpe me encuentro con cosas que había olvidado y que me vuelven con la frescura del redescubrimiento.  

–La idea misma del Cut Up es muy cercana a la del montaje, procedimiento que el cine reclama como rasgo de identidad, pero que es una herramienta que la literatura utiliza desde siempre y tu libro es una muestra de eso. 

–En ese sentido, tomo al montaje como algo natural, como parte constitutiva de mi trabajo. Además, en el tipo de películas que hago la escritura verdadera sucede en el montaje. Es decir, una vez que ya está todo filmado. Alguien dijo que la diferencia entre ficción y documental es que en la primera se escribe el guión antes y en el otro, después, durante el montaje. Y algo de cierto hay. Cuando filmo, a mí me gusta encontrarme con algo que no era lo que había salido a buscar. Es más: cuando se te queman los papeles, eso es lo mejor que te puede pasar, porque estás obligado a encontrar otra cosa. Cuadernos en ese sentido es un libro de montaje.  

–También le dedicás un pasaje a la película Of Time and the City, del inglés Terrence Davis, que termina con una frase significativa: “Los momentos dorados pasan y no dejan rastro”. Y tu libro, e incluso casi toda tu obra como cineasta, pueden ser leídos como un intento de conjurar esa afirmación. 

–Primero está el deseo de dejar algún rastro de las experiencias intensas y de las personas que uno ha conocido. Pero a la vez está esa sensación un poco angustiante de que igual no es posible, que es como arena que se te escapa entre los dedos. Por eso quise publicar un libro, porque me parecía que había muchas cosas que para mí eran importantes pero que quedaban fuera de la mesa del montaje, para volver sobre ese concepto. Es muy poco lo que entra en una película en términos de información, de historia, de texto.  

–¿Te parece que el cine en relación con la literatura te obliga a un ejercicio de síntesis? 

–Lo que pasa es que el cine maneja otro tipo de información: las imágenes, el sonido, el montaje en el tiempo, el ritmo. La música propia del cine. Eso trae toda una información y evoca en el espectador todo lo que ya trae consigo. Creo que el cine es eso: una especie de máquina para mover las piezas que están dentro de cada espectador. Pero si vos transcribís todo lo que una película tiene de texto, incluso las mías, que tienen bastante, no juntas más que tres o cuatro páginas. Entonces, no hay lugar para entrar en detalles o hacer cierto tipo de relatos que a mí me interesan y desarrollar una historia de otra manera. 

–También contás que el cineasta portugués Pedro Costa define al miedo como una pasión a la que hay que combatir, pero que primero demanda ser reconocida. Teniendo en cuenta tus respuestas anteriores, ¿dirías que el olvido es uno de esos miedos que te movilizan? 

–El olvido me da un poco de vértigo. ¿El olvido de qué? Justamente, de las experiencias. Por ejemplo: de las experiencias de mis padres. Siento que mucho de eso se perdió. Yo me habré quedado con algo, mis hermanos también. Gente que los conoció. Pero hay algo de lo esencial de su experiencia que se ha perdido o corre el riesgo de caer en el olvido. Y eso me parece trágico. Por ahí es por eso que hago películas en las que trato de rescatar lo que hay en mí de sus experiencias. Los padres les transmiten sus experiencias a los hijos de muchas maneras y hay algo de eso que uno puede buscar en sí mismo. Entonces, es posible hablar de los demás a partir de esa huella que nos dejaron y eso se aplica a todos los textos del libro.  

–En ese gesto también parece haber un acto de gratitud, porque al incluirlos en tus libros y películas de algún modo les permitís trascender su propio tiempo. 

–Yo en cambio lo veo como algo egoísta, en el sentido de que me estoy conformando, me estoy montando como persona gracias a ellos. Gracias a descubrir la huella que dejaron en mí Alberto Fischerman, Ricardo Piglia, Narcisa Hirsch. E incluso la que me han dejado personas que nunca conocí, como pueden ser un escritor o personas de las que solo me han hablado. En el libro hay un texto a partir de la muerte de Ed Pincus, un documentalista estadounidense cuyas películas yo no había visto al momento de escribirlo. Pero el solo hecho de haber leído algo en alguna revista o que alguien me comentara algo sobre él generó en mí una especie de locura interpretativa acerca de algo que yo solo podía imaginar. Y estoy seguro de que ese esfuerzo de imaginación llegó a influir en mis películas. Es decir, que un cineasta cuya obra no había visto sin dudas influyó en mi forma de hacer cine.  

–Como dice Costa de los miedos, vos afirmás que a una herencia también hay que poder reconocerla. Juntando ambas cosas: ¿sentís que existe algún vínculo entre herencia y miedo? 

–Tal vez si lo relaciono con lo que hablamos antes: el miedo a perder esa herencia de nuestros padres y maestros. O más dramático: no entender esa herencia. Eso pasa con los padres, un vínculo que atraviesa momentos de rechazo, de conflicto, de no querer hablar como papá o no querer ser como mamá. Y de pronto, con el paso del tiempo y a veces desgraciadamente con la muerte, uno empieza a entender de otra manera sus legados. 

-Una de esas herencias que te dejaron tus padres parece ser Londres, una ciudad con la que tenés un vínculo especial que en el libro queda expuesto a través de una simetría llamativa. Porque cuando tu mamá murió vos vivías allá y tuviste que volver a Buenos Aires. En cambio cuando murió tu papá, 20 años después, vos vivías acá, pero una de las primeras cosas que hacés en ese momento es irte a Londres. ¿Qué representa Londres en tu imaginario personal? 

-Yo viví en Londres desde los 9 a los 14 años. Después volví a Inglaterra a estudiar entre los 19 y los 22, pero en Oxford, no en Londres. Así que allá pasé dos períodos formativos muy importantes, sobre todo el primero. Por eso en algún sentido (y es algo que estoy empezando a descubrir un poco gracias a la práctica de los cuadernos), siento que se trata de una especie de patria espiritual. Algo que al mismo tiempo me resulta tremendo de decir, que también siento a Inglaterra como una patria (risas). Sin embargo eso también tiene que ver con la identidad argentina. Porque a mí, por el hecho de haber vivido tanto afuera, cuando volví a Argentina y me planté, hice una especie de esfuerzo voluntario de ser argentino. Y muchas de mis películas también tienen que ver con eso, con la identidad nacional. O por lo menos, con cuál es mi identidad nacional y mi forma de ser argentino. Me parece que hay una forma de ser argentino que tiene que ver con reconocer que a veces uno tiene raíces en otros lados, algo que por supuesto también es muy borgeano. Y eso, que durante mucho tiempo sirvió para hablar de una falta de identidad de los argentinos, yo creo que es una fortaleza. Algo de lo que recién nos estamos empezando a dar cuenta ahora.  

–En el texto sobre Pincus mencionás una escena de su película Diarios (1982), en la que su propia mujer, retratada en la intimidad, le reclama “estar siendo sacrificada por la película”. En tus trabajos también es usual que aparezcan miembros de tu familia. ¿Cómo se llevan ellos con esa necesidad tuya? 

–Creo que es algo que aprendieron a tolerar (risas). Lo que pasa es que a veces son la película o el libro los que empiezan a mandar. Porque muchas veces cuando estoy filmando no tengo idea de qué es lo que estoy haciendo. De verdad. Pero de golpe, en un momento ocurre eso que el cineasta chileno Raúl Ruíz llama "la transmisión del mando": de repente ya no es el director el que dirige, sino que la película te va diciendo lo que tenés que hacer. Y entonces el problema es que la película, o en este caso el libro, te piden ciertas cosas que ya no contemplan tanto tus necesidades o las de las personas que te rodean.  

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

jueves, 18 de febrero de 2021

CINE - "El pequeño detective" (The Kid Detective), de Evan Morgan: El tiempo es veloz

Hay películas que tienen la capacidad de provocar en quien las ve el deseo de que no terminen nunca. Así de gozoso puede ser el cine. Si bien a primera vista la cosa parece una trivialidad, se trata de la manifestación de uno de los asuntos más complejos que definen la condición humana: la conciencia de la irreversibilidad del flujo temporal. Porque aunque aquel deseo está movido por el ansia de prolongar el placer que provoca una experiencia (en este caso cinematográfica), se trata en realidad de la expresión profunda de una angustia ancestral que emerge ante la imposibilidad de habitar para siempre los lugares en los que se ha sido feliz. Es por eso que el final de una buena película es, de manera irremediable, una mínima expresión de la finitud de la materia. Un modesto avatar de la muerte. Y El pequeño detective, escrita y dirigida por el debutante director canadiense Evan Morgan (conocido como coguionista de la también extraordinaria The Dirties, de su compatriota Matt Jhonson), es una de esas que mueven a anhelar lo imposible: que el tiempo se estire, nos envuelva y si fuera posible, que se detenga justo ahí. Ese mismo espíritu es el que motoriza su historia.

Si hay algo con lo que carga Abe Applebaum, el protagonista, es con la certeza de que su momento feliz pasó hace rato y que todo lo que le queda es la morosa espera de lo que vendrá, que nunca será mejor que aquello que se le escurrió entre las manos. Y todavía no tiene ni 40 años. Es que Abe supo ser al comienzo de su adolescencia toda una celebridad en el pueblito donde vive con su familia. Ahí se volvió famoso gracias a su talento innato para resolver misterios, convirtiéndose en el detective de la comunidad. Tanto, que no solo era consultado por sus compañeros para saber quién había tomado sin permiso una golosina, sino que empezó a ser convocado por el director de la escuela cuando alguien se robó la plata de una colecta e incluso por la policía, para ayudar a resolver ciertos casos. La película registra ese pasado de forma luminosa y colorida, haciendo del pueblito la representación del sueño americano perfecto. Es ahí donde El pequeño detective instala la fantasía del paraíso perdido.

Pero la historia no transcurre en ese pasado idealizado, sino en un presente que de algún modo recupera el espíritu sucio y amargo del policial hard boiled, pero filtrado por la ironía y un sentido del humor oscuro que Morgan maneja con maestría. Es que el prestigio de Abe se desmoronó muy pronto, cuando una compañera de colegio fue secuestrada y todo el pueblo le cargó la responsabilidad de encontrarla. Algo que, a pesar de sus esfuerzos, no consiguió, pasando a ser un fracasado a los 12. En ese presente el pueblo luce sino ruinoso, decadente y apagado, el lado B del American dream, donde los hombres se emborrachan en el bar a las cinco de la tarde y las drogas circulan entre los chicos. Y ahí Abe no solo ya no es el orgullo de nadie, ni siquiera de sus padres, sino que sigue siendo contratado por los chicos del barrio, que le pagan monedas para resolver las mismas nimiedades que hace 20 años. Además de ser el depositario de las burlas y el rencor de no pocos vecinos, y la lástima de otros. Pero cuando una adolescente lo busca para resolver el asesinato de su novio, Abe encuentra la posibilidad de redimirse y recuperar lo que perdió.

Si El pequeño detective resulta una película extraordinaria es por la capacidad de Morgan para retomar el molde del policial negro y retorcerlo de tal manera que parezca una película de aventuras de los ’80. Incluso tiene la oscuridad de los mejores títulos de aquel otro “paraíso perdido” de la cultura pop, por cuyas grietas se filtra la mirada desencantada de una sociedad que también ha visto pasar de largo sus mejores momentos. Por eso el final de El pequeño detective, que al principio parece extraño y puede llegar a descolocar con su negación del happy ending, resulta ser perfecto en su expresión de la angustia. Porque vuelve a recordarle al espectador que el tiempo nunca se detiene a ver quién queda atrás.  

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

viernes, 12 de febrero de 2021

CINE - "Zombis en el cañaveral. El documental", de Pablo Schembri: Todo horror es político

Hay ocasiones en que una crítica desatenta puede arruinarle al lector/espectador la experiencia particular que propone una película. La producción argentina Zombis en el cañaveral. El documental, dirigida por el tucumano Pablo Schembri, es uno de esos casos en los que la dictadura del spoiler impone sus límites. Su abordaje presenta serias limitaciones a la hora de pensar y escribir sobre él, sin revelar detalles que es mejor que el público descubra por sí mismo, pero aún así desarrollar un análisis que le haga justicia. Dificultad que acá no se reduce a mantener en secreto un simple giro en el guión, que sobre el final del relato cambia el sentido del argumento. Acá el asunto es más complejo y tiene que ver con cuestiones que rozan la esencia de la lógica cinematográfica y el pacto tácito que los diferentes géneros establecen con el espectador. 

Zombis en el cañaveral se presenta bajo la forma clásica del documental de investigación, cuya historia es motorizada por un misterio que busca ser resuelto. Que en este caso tiene que ver con el destino de una mítica película perdida, filmada bajo ese mismo título en 1965 en la provincia de Tucumán por un joven cineasta local. La misma no solo se habría adelantado en su temática y estética a la extraordinaria La noche de los muertos vivos (1968), piedra fundamental del cine de terror moderno, sino que habría servido de inspiración directa para su creador, el célebre George Romero. Hecho que, de ser así, cambiaría la cronología de la historia del género y todos los abordajes teóricos y académicos del mismo.

La estructura de la película de Schembri también sigue las reglas del relato policial y va aportando pistas a cuentagotas, para que el investigador a cargo, en este caso el periodista Luciano Saracino, las vaya ordenando en busca de develar la triste fortuna de la obra perdida. Entre las fuentes consultadas, cuyos testimonios se presentan con el tradicional formato de cabezas parlantes, se encuentra el propio director del film original, el también tucumano Ofelio Linares Montt, y algunos de sus colaboradores cercanos durante el rodaje. Ellos cuentan de primera mano el camino recorrido por la película, que solo habría tenido un estreno limitado en los Estados Unidos. Según el documental, en la Argentina el film no habría superado los férreos límites de la censura durante el gobierno de facto del general Onganía, en cuyos laberintos burocráticos habría desaparecido su única copia.

Entre los méritos de la película de Schembri está su vocación lúdica, la irrenunciable voluntad de proponerle al espectador un juego de límites imprecisos, pero sin perder el rigor que caracteriza a un buen documental. Tanto, que hasta se permite abusar con humor de ciertos clichés, como algún exceso de sentimentalismo o la intromisión demasiado marcada de lo cotidiano. Elementos que en otro documental sin duda serían vistos como una debilidad estética, pero que aquí forman parte de esa búsqueda de forzar las fronteras del género y desafiar al espectador. Y también le da un buen uso a los recursos de la animación y la recreación de época. 

Otro elemento que Schembri manejó con lucidez es la forma en que el relato dialoga con el contexto histórico. En ese sentido, Zombis en el cañaveral es un film tan político como el de Romero, solo que logra hacer calzar de forma precisa la metáfora del zombi dentro de la historia argentina. Así, la película perdida de Linares Montt no solo se habría adelantado a un determinado concepto estético, sino que su desaparición a manos de un estado represor también se vuelve premonición de otro tipo de horror. Pero esta vez de uno concreto y real, bien lejos de toda ficción.

 Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Pägina/12. 

jueves, 11 de febrero de 2021

CINE - "Si esto fuera amor" (Si c'était de l'amour), de Patric Chiha: La danza inesperada

Extraño híbrido entre el documental y la adaptación al cine de una obra de ficción, Si esto fuera amor, dirigido por el austríaco Patric Chiha, es una puesta en escena cinematográfica de la pieza coreográfica Crowd (que en inglés significa multitud, pero también plebe, populacho), creada por la artista francesa Gisèle Vienne. Inspirada en la escena rave –fenómeno surgido en el ámbito de la música electrónica en Europa, que vivió su momento de mayor popularidad durante los años ’90 en ciudades como Londres, París y Berlín—, Crowd realiza un retrato colectivo en el que 15 personas comparten una noche de baile y descontrol.

Obra y película tienen la particularidad de jugar con la percepción del tiempo, haciendo que los personajes a veces se muevan en cámara lenta, se aceleren de repente o queden prisioneros de un loop (secuencia de repetición), como si alguien los manejara con un control remoto. El mecanismo remeda el efecto espasmódico que producen las luces estroboscópicas de las discotecas al iluminar los cuerpos que bailan. Pero esa búsqueda de alterar la forma en que la realidad es percibida también recrea, a partir de un dispositivo coreográfico de alta precisión, el efecto de ciertas drogas sintéticas, como el éxtasis, utilizadas con frecuencia por el público de las fiestas electrónicas. Y logra su cometido: las escenas de baile son asombrosas, en especial cuando el movimiento de los cuerpos consigue generar impresiones ópticas y kinéticas inesperadas.

Pero Si esto fuera amor -ganadora del premio Teddy al mejor documental y film de ensayo de temática LGBTQ en la última Berlinale- no se limita a reproducir las coreos de Crowd. Además toma la decisión cinematográfica de ir con la cámara unos pasos hacia atrás, para incluir en el cuadro aquello que en la obra queda fuera de escena. En primer lugar incorpora a la propia Vienne, coreógrafa, creadora y directora de la obra, a quien se ve dándole indicaciones al elenco durante los ensayos. En ellos insiste en la necesidad de que los actores/bailarines se mantengan atentos a sus cuerpos, a las sensaciones que los atraviesan y a lo que eso produce al entrar en contacto con los otros. Porque lo que busca Vienne es crear una especie de red neuronal que genere una conciencia colectiva, herramienta indispensable para conseguir que los 15 cuerpos en escena actúen como si se tratara de uno solo.

Así mismo, Chiha registra distintas conversaciones entre los protagonistas. Ahí es posible comprobar cómo toda esa tensión sexual que fluye entre los personajes durante la obra, también se derrama fuera de ella, alcanzando a sus intérpretes. Como si esos roces en cámara lenta no solo revelaran la sensualidad de su carga a espectadores y personajes, sino que también comienzan a colarse en la conciencia de los propios actores. Esa trama que va fundiendo ficción con realidad a veces produce efectos estimulantes. Pero también va apagando de a poco lo mejor que, por lejos, tiene Si esto fuera amor: la capacidad de poner los cuerpos en acción. 

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

lunes, 8 de febrero de 2021

CINE - Cine vs. Pandemia: Las salas del AMBA podrían reabrir antes de que termine febrero

Como si se tratara de una novela de misterio, este lunes se escribió un nuevo capítulo en la historia de la reapertura de las salas de cine en la ciudad y la provincia de Buenos Aires, cuya actividad está suspendida por completo desde que el Gobierno nacional decretó el inicio del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, hace ya once meses. Tras incontables encuentros y negociaciones, parece que ahora sí se llegó a una instancia de acuerdo entre las autoridades de ambos distritos y las empresas exhibidoras, para que el público pueda volver a las salas de forma segura, respetando las condiciones impuestas por la pandemia. Es que el jueves pasado, los representes de las cadenas de cines que operan en el territorio del AMBA se reunieron con las máximas autoridades sanitarias en vista de consensuar la aprobación definitiva de un protocolo que permita avanzar con la mira puesta en la reanudación de la actividad.

De ambos encuentros participaron Gabriel Feldman, en representación de la cadena Multiplex; Javier Suez, de los complejos Atlas; Manuel López, de la empresa Cinema Devoto; Claudio Méndez, de Cinépolis; Oscar García, de National Amusement International (NAI), responsable en el país de la cadena Showcase; y María Devoto, en representación de FADEC, la Federación de Cines Nacionales e Independientes. Uno de ellos tuvo lugar el jueves por la mañana y se realizó de forma presencial, con Fernán Quirós y Enrique Avogadro, ministros de Salud y Cultura de la ciudad respectivamente. También fueron de la partida la directora de Desarrollo Cultural y Creativo Mora Scillama y el subsecretario de Planificación Sanitaria Daniel Ferrante. El otro ocurrió un poco más tarde y en modalidad virtual, con la participación de Augusto Costa, ministro de Producción, Ciencia e Innovación Tecnológica de la provincia. Las dos reuniones representaron un paso importante en este camino. 

“Las dos reuniones resultaron muy positivas, ya que en ambas recibimos la promesa de trabajar fuertemente para que la reapertura de los cines se produzca antes de que termine el mes de febrero”, afirmó Oscar García, director de Cines Showcase y representante de la empresa NAI. “La charla giró acerca de los detalles de los protocolos necesarios para poder avanzar en este tema, algo sobre lo que venimos conversando desde hace meses”, agregó García. La articulación de este paquete de procedimientos de seguridad tiene como base y antecedente al Protocolo para la Reapertura de Salas y Complejos Cinematográficos de la República Argentina, publicado a mediados de enero por la Superintendencia de Riesgos del Trabajo (SRT). Dicho documento, en el que trabajaron en conjunto los exhibidores y las autoridades del Ministerio de Cultura de la Nación, establece con claridad los elementos a tener en cuenta para hacer posible el regreso del cine en el país de forma segura. El mismo fue fundamental en la implementación del reinicio de la actividad provincias como Córdoba, Entre Ríos, Jujuy, Mendoza, Chubut, La Pampa, Tierra del Fuego y Santiago del Estero.

Según comentó García, existen tres puntos específicos del protocolo sobre los que las autoridades mantienen todavía ciertas dudas. Uno de ellos tiene que ver con el aforo, es decir el límite máximo de ocupación permitida para las salas. En este caso, los cines cuentan con el aval de sus parientes, las salas de teatro, que reabrieron sus puertas ya hace más de un mes con un porcentaje de ocupación del 30% y que hace menos de una semana se amplió al 50%. Otro asunto es el del distanciamiento entre espectadores, establecido en un metro y medio o dos butacas de distancia hacia los lados y una fila de separación hacia adelante y atrás.

Pero la principal preocupación de las autoridades tiene que ver con la circulación de los espectadores antes y después de cada proyección. “Ese es el tema que las autoridades tienen menos claro y quieren ver de qué manera vamos a organizar el ingreso y el egreso de la gente entre funciones”, comentó García. “En ese sentido el cine es una actividad un poco distinta al teatro, porque ahí tenés una única función y en cambio en los complejos de cines no solo tenemos varias salas, sino que en cada una se programan varias funciones diarias”, continuó el empresario. Para él, la clave en ese punto es la reducción de la cantidad de funciones, pasando de cinco por día (o seis, cuando se suman las trasnoche los fines de semana), a solo tres: una matinée y dos nocturnas. Ese lapso mayor entre funciones le permitiría a las empresas no solo evitar que los espectadores de una se crucen con los de la siguiente, sino también aplicar los nuevos estándares de limpieza y desinfección de los espacios.

Es por eso que antes de aprobar la reapertura, los ministros porteños resolvieron coordinar una serie de visitas a distintos complejos, para comprobar en el lugar de qué forma las cadenas de cines van a manejar esas variables, evitando que se produzcan amontonamientos a la entrada o a la salida de cada función. “Pero eso es algo que los exhibidores venimos planeando y trabajando desde el mismo día que cerramos, hace once meses, y ya lo tenemos absolutamente resuelto”, afirmó García. Y para ello, puso como ejemplo el complejo que la empresa Showcase tiene en la ciudad de Córdoba, que reabrió sus puertas hace tres semanas y que “hasta ahora ha funcionado sin ningún inconveniente”.

García reconoció que buena parte de ese éxito tiene que ver con la conciencia de los espectadores. “Por suerte el público ha sido muy respetuoso y consciente con todos los procedimientos que establecimos y eso es importante”, dijo. “Pero además tenemos a todo nuestro personal controlando que estas medidas y protocolos se respeten. Por eso es fundamental destacar la importancia de la apertura de una actividad controlada, versus el descontrol de las actividades clandestinas”, enfatizó. “Nuestra actividad ha sufrido mucho estos once meses de cierre y no queremos tener problemas que nos obliguen a dar marcha atrás y volver a cerrar. Así que somos los primeros interesados en que todos estos protocolos se cumplan de manera rigurosa”, concluyó García. Solo resta que las autoridades de ambas jurisdicciones terminen de trabajar sobre el protocolo y soliciten la exención correspondiente a la jefatura de gabinete, para hacer que las lámparas de los proyectores vuelvan a encenderse.

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

jueves, 4 de febrero de 2021

CINE - "La excavación" (The Dig), de Simon Stone: Un relato clásico, un tesoro escondido y Ralph Finnes

De vocación clásica y producción austera, La excavación se convirtió en uno de los primeros grandes éxitos de Netflix de 2021 sin necesidad de presunciones ni de un despliegue grandilocuente. La fórmula para lograrlo no es ningún secreto: una historia simple pero bien contada, con una recreación de época eficaz y un buen elenco, que cuenta con la ventaja de tener a dos buenos actores en los roles protagónicos: los británicos Carey Mulligan y, sobre todo, Ralph Fiennes, quienes cargan con la tarea de personificar a Edith Pretty y Basil Brown. Ella es una viuda de la decadente aristocracia inglesa convencida de que en su propiedad, un campo en el condado de Suffolk, al norte de Londres, puede haber enterrado un antiguo tesoro vikingo. Y para sacarse la duda lo contrata a él, un arqueólogo autodidacta que trabaja para el museo del pueblo.

Ambientada justo antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, en La excavación no hay superhéroes evitando el enésimo fin del mundo, ni autos deportivos persiguiéndose por las calles de ciudades siempre bien iluminadas, ni un grupo de rebeldes haciéndole frente a un imperio maligno en una galaxia muy, muy lejana. Por el contrario, el mayor mérito del segundo trabajo del director Simon Stone es justamente el de haberse mantenido siempre dentro de la escala humana. Incluso cuando su historia le hubiera permitido ceder a la tentación del exceso. Después de todo su argumento está basado en notables hechos reales: los del descubrimiento del llamado “Tesoro de Sutton Hoo”, que aún sigue siendo el hallazgo arqueológico más importante realizado en territorio británico.

Aunque comparte la época, el oficio e incluso el modelo de sobrero con Indiana Jones, el más célebre de los arqueólogos de la ficción cinematográfica, el carácter de Basil Brown no puede ser más distinto que el de su célebre colega. Lejos del arrebato aventurero y de la impronta canchera del personaje creado por Steven Spielberg, Brown trabaja apenas por un par de libras al día y no cuenta con el respeto de sus pares, quienes lo menosprecian debido a su falta de formación académica. Pero si hay algo que lo identifica con Indiana es esa apasionada naturaleza romántica que lo empuja a persistir en una causa, aun cuando esta parezca imposible, ridícula e incluso perdida.

Narrada con una calidez que contrasta con el clima húmedo y neblinoso de Suffolk, La excavación se apropia de ese espíritu romántico y lo amplía sobre una serie de subtramas. Con ellas teje una red de historias que corren como colectoras de la anécdota central, aportándole nuevos elementos que son útiles para ir variando el tono y darle grosor dramático (aunque a veces se exceda con la intencionalidad de la banda sonora y se engolosine con el preciosismo fotográfico). Pero el núcleo del asunto se alimenta de la relación entre Pretty y Brown, que de a poco comienza a exceder el marco de la búsqueda del tesoro. El guión de Moira Buffini, basado en el libro de John Preston que le dio a la historia real un tono literario, trabaja de forma sutil ese vínculo, para pasear al espectador por las diferentes posibilidades que van surgiendo de él. 

El trabajo de los protagonistas resulta clave para hacer que cada una de las etapas por las que pasan sus personajes resulte verosímil, atrayendo sobre sí todos los elementos dramáticos que orbitan en torno a ellos. Mulligan, que ya no es la jovencita que sorprendió hace 12 años en Una educación (Lone Scherfig, 2009), ofrece una interpretación precisa, sin desbordes, y cautiva con un tono de voz que parece el de una diva del Hollywood dorado. Y Finnes vuelve a demostrar que es uno de los grandes actores de su generación, tan capaz de ser el demonio en persona, como en la saga Harry Potter o La lista de Schindler (también Spielberg, 1997), como de mostrarse vulnerable y tenaz para animar al amable Basil Brown.  

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

CINE - "Ella es Cristina", de Gonzalo Maza: Dos versiones distintas de la soledad

Como un auténtico hombre orquesta, el chileno Gonzalo Maza ha recorrido de manera simultánea varios caminos dentro del mundo del cine. Su experiencia incluye los oficios de crítico, programador de festivales, guionista de tele y cine, destacándose los cuatro libretos escritos para el cineasta Sebastián Lelio, incluyendo el de Una mujer fantástica, ganadora del Oscar a Mejor Película Extranjera en 2018. Un año después de ese logro, que incluyó el hito de ser el primer film en la historia de los premios en ser protagonizado por una actriz transgénero, Maza debutó como cineasta.

En su trabajo como guionista, Maza dio muestras de una gran versatilidad para moverse sobre distintos terrenos dramáticos y formatos de producción. Escribió pequeños dramas juveniles como Navidad (2009); una gran tragedia social para El año del tigre (2011), rodada de forma urgente entre las ruinas que dejó el terremoto que sacudió a su país en 2010; una particular comedia romántica en la celebrada Gloria (2013) y la citada Una mujer fantástica, que aborda con sensibilidad cuestiones como la identidad y la autopercepción, pero también el duelo y los maleables límites de lo humano. Esa capacidad para trazarse nuevos deafíos vuelve a ser notoria en Ella es Cristina, su debut como director, en el que Maza retrata la amistad de dos mujeres jóvenes, Susana y la Cristina del título, a través de un dispositivo que parte el relato en tres partes. Por un lado registra la relación que las une, pero también cuenta en paralelo las historias de cada una a partir de un punto de inflexión en ese vínculo. 

Cristina y Susana son mejores amigas desde que iban a la escuela y de algún modo cumplen con la regla de los opuestos complementarios. La primera es ingenua, enamoradiza y dueña de esas bellezas que encandilan a la mayoría de los hombres. La segunda graciosa, ácida, sincera e incapaz de disimular cuando algo le molesta. Lejos de mostrar esas características como virtudes, Maza se encarga dejar claro que para las amigas ser como son es casi una maldición. Porque Cristina termina siempre enganchada a algún energúmeno y Susana, al contrario, alejando a todo el mundo. Dos versiones distintas de la soledad. En esa exploración, el director exhibe su capacidad para manejar un registro humorístico para nada exento de una dosis de amargura, empujando a los personajes a la peor de las posibilidades: enfrentar el infierno de lo cotidiano sin contar con el apoyo emocional que la presencia de cada una representa en la vida de la otra. 

Maza rodea a las protagonistas de una serie de personajes a los que es fácil detestar y las deja solas en medio de ellos. Como si el mundo fuera un lugar tan absurdo como peligroso, en el que no es recomendable andar sin compañía y en donde siempre conviene contar con alguien en quien apoyarse. Ese punto de vista no solo se sostiene en la mutua ausencia de las amigas a partir de una discusión que las alejará en la parte inicial de la película, sino en el hueco que dejó Eva, una tercera amiga muerta de forma trágica, que de algún modo representa una especie de paraíso perdido para la pareja. En ese sentido, Ella es Cristina puede ser vista como una verdadera oda a la amistad.

Es posible que haya algo de nihilismo en la mirada que el director expone sobre determinados círculos sociales e intelectuales, pero expresados con una gracia que no excluye ni el sarcasmo ni la ironía y tal vez incluso la autocrítica. Porque aun cuando la película se muestra empática con ellas, Maza acierta en no dejar a Cristina y a Susana fuera de ese universo, sino que las incluye como parte de un paisaje al que pertenecen. Filmada en un agradable blanco y negro, y con una banda sonora efectiva, si algo se le puede reclamar a la película es la injusta exclusión de una de las amigas en el título, otorgándole a una de ellas un mayor protagonismo que en la realidad del relato no tiene. 

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.