jueves, 31 de octubre de 2013

CINE - "Escape imposible" (Escape plan), de Mikael Hafström: Hay equipo

Es notable el renacimiento que están teniendo durante estos primeros años de la década de 2010 Sylvester Stallone y Arndold Schwarzenegger, las dos grandes figuras del cine de acción de los años 80 y… ¿alguien dijo por ahí de la historia del cine? Sí, tal vez así sea, porque sin dudas a ellos les cabe la responsabilidad de haber sido los moldes para la creación del héroe de acción moderno: hiperbólicos, hipertróficos y poco amigos de la sutileza (todo esto aplica tanto a los a los actores como a sus personajes). ¿O alguien recuerda que existiera algo remotamente parecido a las películas o el tipo de roles que crearon estos dos monstruos antes de Rocky, Conan, Rambo o Terminator? No: que el cine de acción se halla convertido en el género más popular de las últimas 3 décadas o que hoy sea casi imposible ser actor en Hollywood si no se tiene el físico de un deportista, es en gran medida por mérito (o culpa) de ellos dos. Entonces no está nada mal que películas como Escape imposible les permitan disfrutar de un Período de Plata, tras el cono de sombras que siguió a los 80 y los primeros 90, los años dorados. Y mucho mejor sería si consiguieran estabilizarse como pareja cinematográfica, al estilo de Jerry Lewis y Dean Martin, en vista del satisfactorio resultado de este film, algo que ya había sido esbozado en Los indestructibles. Pero eso ya es ir más allá de lo prudente, soñar despierto.
Sin embargo no es ociosa la cita al dúo cómico Lewis/Martin, porque aun cuando se trata de un film de acción hecho y derecho, Escape imposible acierta en el perfil autoparódico del relato y de los personajes protagónicos. Uno de ellos es Ryan Breslin (Stallone), un escapista devenido empresario que maneja una consultora encargada de testear los sistemas de seguridad en establecimientos penitenciarios. De hecho no hay cárcel cuyos protocolos no hayan sido destrozados por Breslin, siempre haciéndose pasar por un recluso. Hasta él llega la mismísima CIA para pedirle que se haga cargo de comprobar, a cambio de 5 millones, la seguridad de una nueva unidad carcelaria, una en donde se encierra a personas que nadie sabe que están encerradas. La palabra que utiliza la agente es “desaparecidos” y con eso la película da por sentado un estado fascista. Algo impensable en algunas de las películas que hicieron famosos a Sly y a Big Arnold, en donde el hecho de que los estados pudieran ser fascistas no necesariamente era algo que las mismas vinieran a criticar, sino más bien todo lo contrario. Obviamente Breslin acepta, es encerrado y no sólo que no podrá escapar sino que se las verá con el sádico jefe de la prisión, quien responde al sugestivo nombre de Hobbes, interpretado por un brillante Jim Caviezel. Incapaz de huir, Breslin unirá fuerzas con Rottmayer, otro recluso, interpretado por Schwarzenegger, en un papel donde el ex gobernador californiano vuelve a jugar a la comedia.
No hay que pedirle a Escape imposible que todas sus tuercas estén bien ajustadas, de hecho hay algunas bastante flojas. Sin embargo eso que en otros casos podría resultar fatal para el relato, aquí no hace más que potenciar los golpes de efecto. Y así como en las películas de Jerry y Dean era sabido que, aunque uno de ellos era medio tonto y el otro medio cafiscio, idefectiblemente acabarían besando cada uno a una chica y superando cualquier dificultad sin que a nadie se le ocurriera mencionar las debilidades del verosímil, en Escape imposible también es inútil pretender que todo encaje a la perfección. Como en cualquier buen acto de magia, acá también algo distrae al espectador para que nunca note que alguna cosa no termina de cerrar y aun así piense que ha presenciado un milagro. En el caso de esta película, ese elemento distractivo tiene nombre y apellido. O mejor dicho, dos nombres y dos apellidos: ¿hace falta escribirlos de nuevo? 

 Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.

CINE - "El Loro y el cisne", de Alejo Moguillansky: El arte del sonido

El sonido es fundamental en la trama y el devenir de El Loro y el cisne, tercera película del argentino Alejo Moguillansky, tal vez tan importante como en pocas películas lo fue antes. Seguramente aparecerán títulos en los que el trabajo con el sonido, los efectos y la edición son notables, incluso obras maestras de lo sonoro aplicado al cine, pero en ningún caso el sonido fue tan relevante dentro de la estructura narrativa como en El Loro y el cisne. Sucede que el protagonista es además el director de sonido de la película. Se podrá decir que no es nuevo que un miembro del equipo se encargue de varios rubros técnicos o artísticos en la producción de un film: sin ir más lejos, el propio director oficia acá de guionista y montajista. Pero no es lo mismo, porque en este caso Rodrigo Sánchez Mariño realiza ambas tareas de manera simultanea. Es decir, actúa su personaje (el Loro del título) al mismo tiempo que microfonea y graba el sonido directo de todas las escenas. 
No sería extraño que algún lector necesite releer lo recién expuesto, pensando que hay algo que no entendió bien o que la información ha sido mal expresada, pero no. Es exactamente como se ha dicho y no hay problema en explicarlo con mayor detalle: el actor que encarna el papel protagónico literalmente carga y usa su equipo de sonido, incluyendo los aparatosos micrófonos que se utilizan en cine, la grabadora portátil y los auriculares, durante casi la totalidad de las escenas que componen la película. Una premisa tan absurda que puede parecer imposible, infilmable y hasta anticinematográfica, y sin embargo ahí está El Loro y el cisne, que este año fue parte de la Competencia Argentina del 15 BAFICI.
Caso extraño de juego del cine dentro del cine, la película comienza retratando a un reducido equipo de rodaje que se dedica a filmar material para una serie de documentales sobre danza financiados por una productora de Miami. El Loro es el encargado del registro sonoro y al principio, mientras el equipo se aboca a la tarea de recolectar escenas de los ensayos de diferentes cuerpos de ballet, la cosa pasa desapercibida, porque es lógico que el sonidista vaya de acá para allá con su equipo a cuestas. Pero cuando el Loro no deja de actuar del mismo modo durante las escenas de su vida, las discusiones con su novia (una chica obsesionada y celosa), o las charlas con los amigos en un bar, el efecto sobre quien observa como espectador es tan desconcertante como cómico. Como el psicólogo que no puede dejar de analizar a quienes forman su círculo íntimo, el caso del Loro es el non plus ultra del tipo que vive con su oficio a cuestas. Pero a pesar de ese marco de irrealidad, salvo contados detalles que vienen a oficiar de excepciones que confirman la regla, Moguillansky hace un retrato perfectamente realista de la vida de su personaje. De sus desengaños y de cómo poco a poco va enamorándose de Luciana, una bailarina que forma parte de un grupo de “danza contemporánea” tan ridículo como posible. 
Que la película comience dentro del ámbito de la danza no es un elemento menor. Por un lado porque la estructura del relato intenta replicar el dispositivo narrativo de una pieza de ballet (en este caso El lago de los cisnes, de Tchaikovsky, algo que la película manifiesta con humor y abiertamente). Por otro, hay un indudable trabajo coreográfico en muchas de las escenas para hacer posible que este personaje pueda integrase a la realidad con su equipo a cuestas y que todo el movimiento se vea natural. Aunque tiene un primer tercio muy innovador, donde parece que cualquier ilusión es posible, pronto el relato va perdiendo sorpresa hasta estabilizarse e incluso, en algunas escenas sobre el final, llega a olvidar su premisa distintiva, como si no consiguiera estar a la altura de la brillantez del inicio. Y aunque no deja de ser una comedia encantadora, queda la sensación de que El Loro y el cisne pudo haber sido una película de verdad notable. 

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.

miércoles, 30 de octubre de 2013

ENTREVISTA - Charla con María Esther Vázquez: Silvina Ocampo, la desdicha apasionada

No caben dudas de que Silvina Ocampo es una de las narradoras más importantes de la literatura argentina del siglo XX, autora de una de las obras en prosa más extrañas y complejas que se hayan escrito en el país. No sorprende que a poco de conmemorarse el vigésimo aniversario de su muerte (falleció el 14 de Diciembre de 1993), ya comiencen a sucederse los recuerdos y homenajes a su figura. Uno de ellos, organizado por la Fundación Victoria Ocampo, tendrá lugar hoy en la sede de la Asociación Biblioteca de Mujeres. Ahí la escritora María Esther Vázquez dará una charla centrada en la obra de esta gran autora. Vázquez, quien además se desempeña como directora de la mencionada fundación, es una de las pocas personas que en la actualidad pueden hablar en primera persona de los integrantes de aquella brillante generación de escritores, con quienes mantuvo una relación amistosa. Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, José Bianco y las hermanas Victoria y Silvina Ocampo, formaron parte de las amistades de esta mujer que en su juventud se encontró formando parte del círculo integrado por aquellos escritores que admiraba.
Bajo el título de Silvina Ocampo, veinte años después, Vázquez compartirá las memorias de su particular amistad con la menor de las Ocampo, intentado intercalar una mirada sobre su excepcional obra literaria. “Silvina Ocampo, ha sido una de las mujeres más inteligentes que he conocido en mi vida”, dice Vázquez a poco de comenzada la entrevista. Y aunque Ocampo Es recordada sobre todo por su trabajo literario, es imposible no empezar por la pintura, su puerta de entrada al mundo de las artes. “Tras la muerte de su padre Silvina pudo irse a París, donde estudió pintura con Giorgio de Chirico, y participó del famoso Grupo de París, en donde estaban pintores como Horacio Butler o Héctor Basaldúa. Se llamaba Grupo de París para diferenciarse de los pintores que fueron a estudiar a Italia, como Soldi. Silvina se integró mucho con ellos”, agrega la escritora.  

-¿Y por qué cambió la pintura por las letras?  
-Silvina pintaba muy bien. He visto retratos pintados por ella en los años 40 y son mejores que los que pintó después. Pero en 1934 lo conoce a Bioy: ella tenía 31 años y él 20. Enseguida se juntaron (fueron novios, como se dice ahora) y se fueron a vivir a la estancia del padre de él hasta los años 40, cuando el padre de Bioy les dijo “déjense de hacer papelones” y entonces se casaron. Así estuvieron casi 60 años. Con ciertas dificultades, porque él era un donjuán, y casarse con un donjuán realmente trae demasiados problemas para hacer la felicidad de una persona. Sin embargo empezó a escribir insitada por Bioy, que le dijo “vos que lo hacés tan bien: ¿por qué no te largás a escribir y dejás la pintura?” Y aunque ella siguió pintando, empezó a escribir.  
-¿Cómo conoció a las Ocampo?
-Me las presentó Borges. A él lo conocí en el primer año de la facultad. Yo tendría apenas 17 años cuando le hicimos una visita con un grupo de estudiantes y tres años después entré a trabajar como contratada en la Biblioteca Nacional, donde él era director. Y luego Borges me llevó a [la revista] Sur y ahí las conocí a ellas y a Bioy. Con Silvina me hice bastante amiga. Ella publica en 1937 su primer libro, Viaje olvidado, que es un libro de cuentos, con prólogo de Victoria. Después sigue escribiendo cuentos y poesía. En sus primeros libros de cuentos hay bastante crueldad (hablo de La furia o Las invitadas), pero en los últimos, sobre todo en Y así sucesivamente y Cornelia frente al espejo, el fondo de sus cuentos cambia. Son libros extraordinarios con cuentos entrañables. Es otro tipo de literatura, otra Silvina, mucho más cerca del sentimiento del ser humano ante la desdicha. Una aproximación a la desdicha, claro, porque indudablemente fue una mujer desdichada, sobre todo a medida que los años pasaban y Bioy tenía sus infinitas y diversas aventuras. Y eso que no hubo una sola noche en que Bioy no estuviera comiendo en su casa: siempre volvía a cenar y jamás faltó de noche en su casa. Pero no solamente la noche es propicia para las aventuras. Y aunque era tremendamente inteligente, también era una mujer que no aceptaba la realidad y en eso se parecía a Borges. 
-Sin embargo ella pareció entregarse a esa realidad, como si no hubiera salida.  
-Ella llevó la pasión por ese hombre a un límite extremo, pero no se notaba. Era una mujer muy querible, que tenía cosas inusitadas. Siempre se la consideró la más fea de las hermanas Ocampo, pero yo he visto fotos de ella de joven y era una mujer muy atractiva. No era flaquita consumo año 2013, pero era una mujer muy sensual con unos ojos inmensos color de agua. Pero la vida la maltrató bastante y haberse casado con Bioy fue una cosa horrorosa.  
-¿Cómo influyó esa relación en su obra?  
-Tanto Borges como Bioy decían que el hecho de ser la hermana menor de Victoria la oscurecía y no es verdad. El hecho de tener al lado a Bioy y a Borges fue lo que la oscureció, porque ellos eran muy amigos y aunque ella formó con ellos una especie de trío, poco a poco fue sintiéndose desplazada por ellos dos, que escribieron mucho juntos.  
-¿De ahí vendrá ese carácter oscuro de Silvina?  
-Ella tuvo otro problema. No sólo fue la menor de las Ocampo, sino que la hermana que venía antes que ella, Clara, murió en menos de una semana a causa de un ataque fulminante de diabetes infantil cuando tenía 11 años. Silvina tenía 5 y entonces vio que se tapaban los espejos, que nadie hacía ruido, que se cerraban las persianas y ya no tuvo con quien jugar. Cuando preguntó dónde se fue Clara y le responden que al cielo, entonces todas las noches rezaba para no ir al cielo, porque veía a todo el mundo llorar en la casa y le parecía que el cielo era un horror. En esa casa había una costurera negra y Silvina, con 6 años, le pregunta cómo se hace pare ser negra, y la costurera se ríe y le dice que uno nace negro o blanco. Silvina muy preocupada le dice que ella quiere ser negra, y cuando la costurera le pregunta por qué, ella responde “para que no me vean”. ¡Fijate la soledad de esa criatura!  
-Su humor también era bastante negro.  
-Me acuerdo que para un año nuevo, cuando yo escribía para La Nación, la llamé por teléfono y le pregunté qué es lo que esperaba del año que empezaba. Entonces me dijo: “que lo maligno y horroroso se convierta en maravilloso, y que lo maravilloso se contente con serlo”. Una cita extraordinaria.  
-Esa frase puede reflejar ese cambio en su obra, en su literatura.  
-Quizás. Porque si ella hubiera seguido con el dibujo y la pintura, quizás hubiera dejado realmente una huella en la plástica. No obstante eso, escribía muy bien: escribía unas cartas increíbles donde contaba sueños estrafalarios, y que no sé si a medida que los iba escribiendo no los iba inventando. En cuanto a su literatura (no tanto su poesía como su narrativa) me parece interesantísima, tanto en su primera época como en la segunda. En cambio los cuentos de la última parte de su obra (y muchos que están inéditos, pero no sé muy bien dónde están) tienen otro tipo de valor. Ahí ya no es la mera sorpresa, sino que hay algo mucho más profundo y más dolido también. Pero a la vez tenía salidas muy graciosas, absurdas. Una vez estábamos en la playa San Jorge, en Mar del Plata, y Martita [Bioy, hija de Bioy Casares, adoptada por Silvina Ocampo], que entonces tendría 8 o 9 años, estaba jugando en la arena. Entonces ella la mira y me dice: “Fijate que raro: el codo es lo más horrible del mundo, porque aun en los niños, en quienes todo es hermoso, el codo es la única cosa que estando derecha se arruga”. El comenrtario no sólo es gracioso sino real, porque realmente el codo es una cosa fea. ¿O no?  
-Tiene algo de reptil.  
 -Yo pensaba eso: como de tortuga. Y en la charla de hoy pienso hablar de esas cosas, porque aunque me voy a referir a su obra, también hablaré de su personalidad y su vida.  


María Esther Vázquez, directora de la Fundación Victoria Ocampo, conversará sobre Silvina Ocampo, hoy a las 19 hs. en la Asociación Biblioteca de Mujeres, Marcelo T. de Alvear 1155. La entrada será libre y gratuita.

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

jueves, 24 de octubre de 2013

CINE - "Tiempo de caza" (Killing season), de Mark Steven Johnson: Teatralidad forzada y falsa moral.

La obsesión del cine estadounidense por retratar las campañas militares emprendidas por su país es un hecho que puede darse por cierto. Y aunque suelen tener sus preferencias –la Segunda Guerra Mundial y la de Vietnam son sus favoritas, aunque las diferentes incursiones en Medio Oriente vienen sumando de a mucho–, también es cierto que hay películas para todas las guerras posibles. Aun así puede decirse que la participación de los Estados Unidos en el conflicto de los Balcanes en los ’90 es de las más invisibles para el cine. Tiempo de caza, quinto largometraje de Mark Steven Johnson, se mete de lleno con una ficción que tiene como disparador y fondo los horrores de esa guerra, una de las más crueles de la historia universal. El film cuenta el enfrentamiento de dos ex combatientes, uno de origen serbio (John Travolta) y otro norteamericano (Robert De Niro), vinculados a partir de un hecho ocurrido entre ellos durante la guerra. El objetivo del relato, que tiene como núcleo el tema de la venganza y las heridas que las guerras dejan abiertas, pareciera ser replicar la brutalidad de ésa en particular, en el duelo personal que sostienen estos dos soldados en la actualidad, con la intención de erigirse en fábula moral y antibélica. Curiosamente, el guión no ahorra en crueldad sino que, todo lo contrario, la coloca en primer plano y la lleva al extremo en escenas de tortura y otras de estética gore, pero carentes por completo del brutal sentido del humor o del espíritu lúdico que el gore puede tener en ciertos films de horror.
En Tiempo de caza subyace la idea errónea de que para narrar lo atroz es necesario filmar atrocidades. La pregunta surge sola: ¿el cine necesita volverse sádico para mostrar que las guerras son el mayor espanto que puede generar la humanidad? Está probado que puede filmarse la guerra o, como en este caso, sus consecuencias, de forma maravillosamente descarnada, sin caer en una exhibición grotesca y torpe de la maldad humana. La abrumadora introducción de Rescatando al soldado Ryan puede ser un buen ejemplo al respecto. No: acá no hay ni belleza ni respeto, ni espacio para sutilezas, sino un regodeo pornográfico en la tortura y la violencia. Pero además la película cae a veces en una puesta en escena que se acerca peligrosamente a “Los especiales de Luis Buñuelo”, aquel sketch de Todo x 2 pesos en donde los personajes declamaban sus líneas de cara al horizonte y sin mirarse nunca a los ojos. Un síntoma que habla de las pretensiones de una película falsamente aleccionadora. 

Artíuclo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.

miércoles, 23 de octubre de 2013

6º Congreso de la Lengua Panama 2013: ¿Somos BOLUDOS los argentinos?

A propósito del 6º Congreso de la Lengua que se está realizando en Panamá, el diario madrileño El País convocó a un escritor de cada una de las naciones hispanoparlantes, incluyendo a los Estados Unidos (donde habita la comunidad hispana que más ha crecido y de forma más sostenida en los últimos años) para que escogieran una palabra que sirviera para representar el habla de su propio país. El diario español afirma que la convocatoria tiene como objetivo representar la diversidad de la lengua española y propone a este ejercicio como punto de partida para la conformación de un Atlas Sonoro del Español, del que cualquiera puede participar ingresando al blog Papeles Perdidos de El País. Aceptaron participar de este juego escritores como el chileno Antonio Skármeta, la colombiana Laura Restrepo, el español Álvaro Pombo, o el peruano Iván Thays, entre otros. Dentro del grupo de palabras elegidas aparecen "bochinche" representando a Venezuela; "celeste" por Uruguay; "vaina" por Colombia, o "yapa" por Ecuador, y en casi todos los casos pertenecen a giros del habla popular. Así y todo es curioso que en algunos casos los convocados optaran por elegir algunas malas palabras, oportunamente defendidas por Roberto Fontanarrosa en el Congreso de la Lengua de Rosario del año 2004. Es el caso de "pinche", elegida por José Emilio Pacheco para representar a México, o "pija", en la que la hondureña María Eugenia Ramos delegó igual responsabilidad.
En esa misma línea, el poeta argentino Juan Gelman creyó que la palabra "boludo" era la indicada para dar cuentan de la particularidad del habla de los argentinos. Pero una cosa es alzar la voz en defensa de las malas palabras, como hizo Fontanarrosa, y otra distinta es elegirlas como representante. Sobre todo atendiendo a que en especial la palabra "boludo" tal vez no refleje una lengua argentina, sino que más bien se trata de un localismo porteño. Para discutir sobre el asunto, Tiempo Argentino consultó a un grupo de intelectuales, pensando que tal vez no todos compartieran la decisión de Gelman.
El artista plástico Aníbal Cedrón, nacido en la provincia de Santa Cruz, consideró que "el lenguaje es muy abierto como para decir que una sola palabra puede representarlo. Buscar un término para representar a la Argentina dentro de lo heterogéneo en que se convirtió nuestro idioma, y así tan sencillamente decir 'boludo', cuando todavía estamos discutiendo un sentido federal de la cultura, me parece muy rápido". Sin embargo, no puso en duda que la palabra pudiera representar legítimamente al habla argentina. "Boludo" tiene su origen a comienzos del siglo XX cuando nuestro idioma se volvió barroso, en plena celebración del Centenario, una época en que el idioma culto era el francés y había un esfuerzo por homogeneizar el idioma de los argentinos. Por su parte, el director cinematográfico Zuahir Jury, hermano del genial Leonardo Favio y guionista de casi todas sus películas, opinó que la de Gelman es "una elección lamentable, a contramano de lo que significa la palabra, el suceso más importante que se ha generado en el universo para comunicarse". "Yo soy esencialmente provinciano y en las provincias no se utiliza ese término. Es un giro que pertenece al desenfado con el que suele expresarse la gente de la Capital y por simbiosis, la de la provincia de Buenos Aires. Y por reflejo, al acotar su vocabulario cada vez más, la juventud argentina, que se apoya en ella como un tic." También vio con disgusto que el diario El País, con la anuencia del Congreso de la Lengua, sostuviera una propuesta semejante: "me parece de una pequeñez inentendible. Me llama la atención que una organización ligada a la cultura haya pensado que es posible representar con una única palabra a un pueblo."
La intelectual María Pía López, quien se desempeña como directora del Museo del Libro y de la Lengua, consideró que "hay palabras mucho más particulares de la Argentina, como el 'vos', cuyo uso es más extendido". "Aunque el 'boludo' es una forma coloquial, no atraviesa del mismo modo las formas orales de toda la población, ni aparece tan claramente en la lengua escrita. En la partícula 'vos' tenés una peculiaridad más característica, porque es prácticamente el único país que conjuga todos los verbos en voceo y es algo que atraviesa todas las clases sociales, todos los grupos etarios. En cambio, al 'boludo' no lo siento tan representativo, por el hecho de que su uso es mucho más sectorial." La escritora entrerriana Selva Almada también consideró que "'boludo' es más porteño que argentino, porque ni siquiera es una característica del idioma de las capitales, donde cada provincia tiene sus muletillas que equivalen al 'boludo'". "Quizá en el exterior se asocia esa palabra con la Argentina, porque Buenos Aires es la capital y es donde habitualmente vienen los extranjeros cuando visitan la Argentina." Aunque destacó los riesgos de elegir sólo una palabra, se atrevió a postular la suya propia: "Me parece que la expresión 'che' sí se replica en todo el país."
Finalmente, el porteño Fabián Casas, poeta como Gelman, no dudó en minimizar la cuestión, dándole a la elección un carácter individual. "Supongo que es algo que ha hecho para generar un poco de divertimento y me parece que no es para tomarse muy en serio su elección. Tampoco estaría bueno elegir una palabra ampulosa." Pero para Casas el problema no es que Gelman eligiera esta u otra palabra, sino el concepto mismo de un congreso que se atribuye la potestad de discutir la lengua. "El lenguaje es algo personal, algo creativo y por lo general no suele estar en los Congresos de la Lengua: está en las canchas, en los bares, en las oficinas", afirmó el poeta. "Te soy sincero, el Congreso de la Lengua no me importa mucho. La lengua es vital, se escapa de todo y está en los lugares más inesperados y no justamente en los congresos." Finalmente reivindicó la elección de Gelman: "Creo que Juan no se lo debe haber tomado en serio para nada: hizo una broma. Si no es como armar el cubo de Rubik: ¿dónde vas a encontrar una palabra que realmente personifique de manera objetiva y positivista a todo el mundo? No hay forma de tomar esta propuesta en serio y tomárselo en joda está bueno."

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

martes, 22 de octubre de 2013

ENTREVISTA - Abelardo Castillo: "Nuestro pueblo no delibera ni gobierna"

No caben dudas de que todos en Buenos Aires han recorrido con cierta frecuencia el barrio de Balvanera (Once para los amigos), con lo cual es probable que cada uno de los porteños haya pasado al menos una vez en la vida frente a la puerta de la casa de Abelardo Castillo. Es bien sabido que las puertas se parecen a sus dueños, sin embargo es inútil intentar identificar a esta, porque, salvo para sus íntimos, de Castillo sólo se conoce el gesto entre huraño y compadrito que asume para las fotos que custodian las solapas de sus novelas, sus ensayos y sus libros de cuentos. Y aunque estos son muchos, la cara de ogro siempre es la misma. Pero alcanza con tenerlo delante un rato, mesita y grabador de por medio, para saber que aquella cara es una impostura, un disfraz para esconder el carácter a la vez frontal y fraterno, propio de quien admite simpatizar desde siempre con los anarquismos, que Castillo se reserva para alumnos, amigos y, sobre todo, para Sylvia, su mujer. 
Si la idea es hablar de los 30 años de democracia que la Argentina se apresta a celebrar, entonces Abelardo Castillo es una buena elección. Tal vez la mejor, porque no sólo es escritor, sino un intelectual activo y activista, parte de una de las generaciones más brillantes de la literatura argentina del siglo XX, y conocedor por experiencia propia de la materia que da cuerpo a la historia argentina. Pero para abordar el tema del regreso de la democracia al país, es ineludible descender primero al infierno de los años anteriores y que Castillo se niega a contar sólo desde 1976. “En realidad reducir los años de dictadura sólo a esos siete es un equívoco”, dice Castillo como declaración de principios. “Onganía declaró al asumir que para llegar en paz al año 2000 los militares debían estar 20 años en el poder. En realidad, el único gobierno civil que tuvimos entonces fue el de Cámpora; y el de Isabel Perón, si es que a eso se lo puede llamar gobierno. Un lapso en el que ni siquiera cabría Perón, porque Perón sube al gobierno vestido de general. Mirado así, puede decirse que se cumplieron 18 años de los 20 que había profetizado Onganía. Así que darle un valor único a la dictadura que empieza en 1976 es un error, porque equivale a pensar que antes no hubo datos que pudieran hacernos pensar que una dictadura de ese tipo podía instaurarse en la Argentina.”  

-Sin embargo esos siete años fueron difíciles y se deben haber vivido con mayor dificultad.  
-Se vivió como se pudo. Exilio hubo siempre y hombres que se quedan hubo siempre. Yo fundé en 1977 una revista literaria, El Ornitorrinco, que fue la primera revista de resistencia: no había más que leerla para saber que estaba en contra de la dictadura. Fue el primer lugar que publicó un manifiesto de las Madres de Plaza de Mayo pidiendo que dejaran en libertad a sus hijos, y prácticamente el único en donde se habló del premio Nobel de la Paz de Pérez Esquivel, porque estaba prohibido y hacerlo te convertía en una especie de subversivo. Esa fue mi manera de vivir esos años. No es una diferencia muy grande ni tiene ningún valor heroico si te sentís un intelectual comprometido con tu historia. Tiendo a hablar de intelectual comprometido porque no creo ni en la literatura comprometida, ni en la música comprometida ni en la poesía comprometida: creo en la buena literatura, la buena música y la buena poesía. Los que se comprometen son los hombres y no tienen porque comprometer a su disciplina,  
-Suele reducirse las opciones posibles en esos años de acuerdo a ciertas acciones: quienes se exilaron eran perseguidos y los que se quedaron, cómplices silenciosos o héroes. ¿Qué piensa de esas categorías?  
-Ni todos los que se fueron lo hicieron por patriotas revolucionarios, ni todos los que nos quedamos colaboramos ni remotamente con el régimen. De lo contrario habría que decir que las primeras Madres de la Plaza estaban con el régimen; o quienes hicieron Teatro Abierto; o la clase obrera, que se quedó toda, y todos los estudiantes y los dirigentes que estaban acá. No sólo es un maniqueísmo inexacto si no malintencionado, que la derecha inventó para dividir. Y para algunos –algunos- cuyo único mérito fue haberse ido, una buena manera de lograr el prestigio intelectual y revolucionario que nunca tuvieron. 
-¿Cómo se define qué es una víctima? Porque puede quedar la idea de que sólo se considera como tal a los desaparecidos, los muertos, los torturados, y que quienes no sufrieron esos extremos no tienen el derecho de sentirse víctimas.  
-Es un problema intelectual, que en medio de la dictadura se plantea en otros términos: ¿cómo reaccionarías si te detuvieran? Porque hasta no estar frente al hecho concreto no sabés quién sos. A veces sucede que sólo tuviste suerte de que no te ocurra. ¿Cómo hubiera reaccionado si sacaban a patadas de la casa a un chico o a una mujer en mi presencia? Como no sucedió, hay una parte de mi conducta que es intachable, porque nunca sabré qué hubiera hecho. ¿Hubiera optado por hacerme el mártir, lo cual no era políticamente efectivo? ¿O hubiera salido disparando, lo cual no era humanamente moral?  
-El hecho de obligarnos a esa disyuntiva nos convierte en víctimas.  
-Claro. Una dictadura como esta, como el fascismo o el nazismo, corrompe a todos, al torturador y al torturado. ¿Un hombre está hecho para soportar la tortura? Evidentemente no. Ahora, si ese hombre al que torturan confiesa hasta lo que no le piden, ¿es realmente un culpable, o es una víctima incluso moral? Esa es la perversidad demoníaca que tienen las dictaduras, que casi todas las conductas te transforman en culpable.  
-¿Cree que es relevante opinar respecto de las actitudes y decisiones que entonces tomaron los escritores más importantes, como Borges o Sábato?  
-No opino sobre eso, ya se ha hecho bastante y mucho de lo que se opinó fue por conveniencia personal. Muchos de los que opinaron en contra de Borges o Sábato no eran mejores que ellos. Incluso Borges en los últimos años no estaba con la dictadura y Sábato dirigió la CONADEP apenas minutos después de terminada. Había que tener coraje para hacerlo. Pero en esa no entro, porque es una polémica típicamente argentina: buscar los defectos ajenos, en general para justificar la inacción de uno mismo. Yo hice lo que creí que debía hacer y dije lo que tenía que decir, como pude, en el momento en que había que decirlo, no veinte años después. Todavía nos quedan cosas pendientes que rehabilitar, pero no son justamente estas. 
-¿En que momento tomó conciencia de que la dictadura no daba para más y la cosa se encaminaba a la recuperación democrática? 
-Te diría que hubo algo que le salió muy mal a los militares: el Mundial78. En el Mundial oías a la gente cantar en la cancha “¡Dale Campeón!” con la melodía de la Marcha Peronista (momento en que algunos aprovechaban para decir ¡Viva Perón!). Ahí había una realidad que no tuvieron en cuenta ni los militares, ni los estupendos sociólogos argentinos que veían eso como una catástrofe. No: esa gente que salía a la calle a cantar bajo la bandera argentina, era la que iba a terminar sacando a los militares.  
-Nunca lo había pensado así.  
-No se lo piensa así porque es más cómodo pensar que todos los que iban a la cancha en el 78 eran miserables y todos los que se quedaban diciendo porquerías de los militares en Suecia eran héroes epónimos. La verdad es que para saber qué pasaba en la realidad argentina no había más que ver eso. Porque eso expresaba otra cosa: la necesidad de la gente. Aunque para entonces ya estaba casi terminada lo que se llamó “la guerra” contra la subversión.  
-¿Usted cree que fue una guerra?  
-No, no fue una guerra. Pero sabés quiénes instalaron la palabra guerra: los Montoneros. Se vestían como militares, tenían jerarquías y tomaban determinaciones de tipo militar, y decían estar en guerra contra el estado capitalista. Con lo que le dieron la excusa servida a los militares, que dijeron: “¡Ah! ¿Estamos en guerra? Entonces estamos en guerra.” Pero que va a ser una guerra: ¡eso fue una masacre total! El problema de la violencia de los militares es que no se limitaba a una batalla entre ejército y, digamos, fuerzas armadas populares. Los militares aplicaban la violencia contra todo el mundo. ¿Vos creés que todos los muertos y desaparecidos eran guerreros? Ese es el verdadero terror, no cuando la lucha es nítida de A contra B, sino cuando cualquiera puede morir por cualquier causa. Eso fue la dictadura argentina, por eso es perversa y siniestra.
-¿Qué rol tuvieron los intelectuales en la reconstrucción democrática?  
-Entrando en la democracia pasamos a un problema que debe ser analizado muy seriamente. La Argentina, y el mundo entero, están en la antesala de la democracia, en el umbral, no hemos llegado a ninguna democracia. Porque, ¿qué es la democracia? Yo me atengo a la etimología: democracia es el gobierno del pueblo. Pero, ¿existe un gobierno del pueblo? Porque eso no sólo quiere decir que el pueblo debería estar en el gobierno, cosa que no ocurre en ninguna parte, si no que debería tener una función de elección y de dirección muy grande. ¿Vos viste lo que dice nuestra Constitución? Que “el pueblo no delibera ni gobierna… sino a través de sus representantes”. Parece escrito por Borges, parece un lapsus freudiano. ¿Por qué dice “NO delibera NI gobierna”? ¡Por qué tanta negación! ¡Por qué no dice lo que debe decir! Que el pueblo delibera y gobierna a través de sus representantes. O porque no se les ocurrió, o porque lo importante en la cabeza de todos los constitusionalistas (porque mirá que han reformado la Cosntitución y eso nunca se tocó), es la idea de que el pueblo no delibera ni gobierna. Y nuestro pueblo no delibera ni gobierna, porque qué deliberación tiene un chico de 16 años de la Puna de Atacama. O la palabra libertad: para nuestros políticos, y me estoy refiriendo a todos, democracia es votar. Y democracia no es votar, sino un montón de cosas más: es comer, educarse, tener salud social. Ni siquiera votar es elegir: votar es meramente optar entre las opciones que te dan. Una elección real es la del hombre que elige lo que quiere, y en una elección política elegís sobre lo que hay. Me dirás “pero de qué otra manera se puede hacer”. No sé, yo sólo estoy describiendo cómo son las cosas. No hay que confundir falta de prohibición o derecho, con libertad. Todos tenemos derecho a ir a la escuela, pero no todos vamos a la escuela. ¿Por qué? Porque no podemos. Los políticos nos enseñan que libertad es votar cada tantos años y que eso es la democracia. Pero eso no es ni remotamente la democracia. Entonces creo que nos tenemos que dejar de mentir con grandes palabras como libertad, derecho o democracia, y ponernos a reflexionar acerca de cómo se hace para que realmente el hombre sea libre de elegir su destino, no en papel sino en la vida real. 
-¿Piensa que los argentinos no sabemos vivir en democracia? 
-Dos problemas tenemos en la Argentina con nuestros dirigentes, militares o no. El primero es: ¿llegará hasta el final este gobierno? Alfonsín no llegó. El otro es el de querer perpetuarse en el poder. Cuando nos saquemos de encima esos problemas tal vez podamos empezar a hablar de democracia. Y no hablo ni de una ideología ni de un partido político, ni de la oposición ni del oficialismo. Esas categorías están fuera de… de mi mundo, te diría.  
-Pero algo debemos haber aprendido para poder vivir 30 años, no digamos en democracia si no quiere, pero con gobiernos elegidos a través del voto del pueblo.
-Creo que ahí empezó a aprenderse algo, pero enseguida cometimos el primer baldón contra la democracia: Alfonsín no pudo terminar su gobierno y no fue por elección propia. Lo que no sé es si el gobierno de Alfonsín representó un avance sobre gobiernos muy anteriores, como los de Yrigoyen, Perón o Frondizi. Lo que sí sé es que cuando el país había tocado fondo, a partir de 2002 no tuvimos más remedio que avanzar. Seguramente algo aprendimos, ¿pero lo aprendimos todos? Porque hay tipos que no lo aprendieron en lo absoluto. No sé si soy suficientemente optimista, pero es lo que pienso.  

Una imagen para recordar  

Cuando se le pregunta cuál es la imagen que le devuelve la memoria cuando piensa en el retorno de la democracia en 1983, Abelardo Castillo se toma un buen rato para recordar. Le cuesta encontrar un símbolo propio para aquel momento histórico. Sin embargo cuando al fin logra dar con esa imagen, una sonrisa como un anuncio se adelanta a las palabras. “La imagen personal que mejor representa para mí lo que significó el regreso de la democracia es la alegría de una mujer muy humilde, muy vinculada a nosotros, a Sylvia (Iparraguirre, su mujer) y a mí, que cuando Alfonsín asume aquel primer gobierno democrático, sin ser ella radical, porque era peronista, estaba exultante y feliz. Entonces entendí realmente que ella ni siquera sabía por qué estaba feliz, pero que intimamente se daba cuenta de que algo había cambiado y de golpe tenía grandes esperanzas. Ella se llamaba Nilda, o se llama (ahora vive en la Patagonia) y de verdad estaba exultante, aunque probablemente no había ganado su candidato político, pero eso no le importaba. Lo que le importaba es que de pronto vio la figura de un presidente constitucional. Era la imagen de un civil y no la de un militar la que en ese momento tenía la banda con los colores de la bandera sobre el pecho. Es esa la imagen con al que mejor identifico la vuelta a la Constitución en nuestro país: recordando a Nilda, porque en su felicidad pude reconocer que a la gente le estaba pasando algo en ese momento. ¡Qué gran persona es Nilda!” 

Artículo publicado originalmente en el suplemento 30 años de democracia de Tiempo Argentino

sábado, 19 de octubre de 2013

CULTURA - Entrevista con Manuel Obregón, ministro de cultura y juventud de Costa Rica: El valor de hacer cultura

Como todos los festivales de su tipo, el Festival Internacional de Cine de Costa Rica Paz con la Tierra es, antes que otra cosa, un acto cultural sostenido de modo directo por el Ministerio de Cultura, cartera que en Costa Rica se llama de Cultura y Juventud. A partir de eso se vuelve evidente por qué el atributo que distingue a este festival, dándole una identidad propia en relación a encuentros similares, es sobre todo un carácter juvenil alejado de cualquier impostación de solemnidad. Como si hubiera sido elegido para hacerse cargo de ese ministerio a imagen y semejanza de ese nombre, Manuel Obregón no sólo luce joven, si no que también prescinde de la solemnidad todo lo que su cargo se lo permite. No se trata de un ministro de cultura cualquiera: Obregón es músico y miembro de Malpaís, una de las bandas más populares de Costa Rica. Pero no es el único caso en América Latina de un artista convertido en responsable del área cultural de un país. Sin ir más lejos Jorge Coscia (quien estará presente para la clausura del festival – ver recuadro) se encuentra hace años al frente de la Secretaría de Cultura de la Nación. Pero tampoco es él primer músico popular que ocupa un cargo similar, basta recordar que Gilberto Gil fue ministro de cultura del Brasil durante el gobierno de Lula. 
Manuel Obregón tiene una carrera extensa y notable como músico, en la que, además de su participación en Malpaís, se destaca una labor militante, a partir de la cual ha buscado que el arte se convierta en un vínculo cultural entre los pueblos latinoamericanos. Así lo atestiguan sus trabajos al frente de la Orquesta de la Papaya, que reúne a músicos centroamericanos; la Orquesta de las Misiones, donde trabajó con músicos de Brasil, Paraguay o la Argentina; o la Orquesta del Río Infinito, integrada por músicos nacidos en los países atravesados por la cuenca del Paraná, todas fundadas por él. Justamente este último emprendimiento ha fortalecido su vínculo con nuestro país. “Tengo un gran cariño por Argentina y su cultura”, afirma Obregón. “En los últimos diez años he tenido oportunidad de viajar para allá, porque soy un admirador de todos los géneros musicales argentinos, tanto del tango y la milonga, como de la chacarera y el chamamé.” Aunque sabe que su trabajo como ministro es importante, Obregón no desconoce que su labor musical no sólo no lo es menos, sino que forma parte de sus méritos para ocupar el cargo. “Con Malpaís seguimos tocando, aunque en menor medida, por restricciones de tiempo. Además, el cargo me ha permitido disfrutar la música desde otras perspectivas, al compartir con músicos de zonas rurales durante las giras que realizamos por todo el país, así como con orquestas juveniles.

-¿Qué tan importante considera que es haber desarrollado una obra como artista antes de desempeñarse como responsable del área cultural de su país?
-Conocer a fondo una o varias disciplinas artísticas da un conocimiento especial sobre las carencias que existen, porque, en alguna medida, se han sufrido en carne propia. En mi caso, además de la música, he trabajado en gestión cultural, en investigación y en producción, experiencias que han sido muy útiles en el desempeño de este cargo, porque me han dado una perspectiva clara sobre la realidad del sector.  
-¿Pero qué puede aportar a la cultura de su país desde la política, que le resulte imposible desde su labor como músico?
-El formar parte de un gobierno permite una mayor incidencia en el desarrollo y el avance del país. Por más buenas ideas o intenciones que se tenga desde afuera, se requiere de una plataforma idónea para poder impulsarlas. El cargo de ministro permite justamente esto, promover iniciativas generales que puedan beneficiar a toda la población.  
-¿Cree que es posible replicar desde la política los proyectos de integración latinoamericana que encabezó como artista?  
-Claro que sí. Precisamente, a partir de mi experiencia con la Orquesta de la Papaya y la Orquesta de las Misiones, pudimos desarrollar, ahora desde el Ministerio, procesos como el Corredor Cultural Caribe, el Corredor Cultural de la Marimba (en el Pacífico) o la Red Latinoamericana de Cultura Viva Comunitaria. La expectativa es que los gobiernos participantes puedan continuar fortaleciéndolas.  
-Costa Rica es uno de los pocos países del mundo que decidió voluntariamente prescindir de un ejército nacional. Sin dudas se trata de una decisión política, pero sobre todo es una manifestación cultural. ¿De qué manera esa elección anti bélica se manifiesta en la vida cultural de Costa Rica?  
-La mayoría de los habitantes de Costa Rica nunca han presenciado una guerra o un desfile militar; no conocen grandes armamentos ni tanques. Tampoco hemos vivido golpes de Estado recientes. Esto marca una clara diferencia con el resto de los países de la región y del mundo. La cultura de paz está tan posicionada en el inconsciente colectivo costarricense que, en ocasiones, olvidamos lo afortunados que somos. Para un costarricense es difícil entender ciertos eventos que ocurren en otras partes del mundo, ya que tenemos la cultura de paz sumamente enraizada en nuestras actitudes y movimientos.
-De hecho el nombre del festival, Paz con la Tierra, es una clara expresión de eso.  
-El festival se basa en dos pilares: la cultura de paz y la cultura de conservación y protección del medio ambiente. Con un festival de calidad internacional, que esperamos crezca y mejore cada año, queremos exportar estas dos ideas. Con este propósito, se busca que la programación artística contenga cine no violento y que resalten producciones audiovisuales que aboguen por el respeto al ser humano, a sus derechos y a la sana convivencia con el medio ambiente, potenciando a la vez la diversidad de identidades culturales.  
-El cine es además una de la más grande industrias culturales. ¿Qué medidas de fomento evalúan para potenciar la escasa producción de Costa Rica?  
-Estamos promoviendo la aprobación de una Ley de Fomento de la Industria Audiovisual. Entre las propuestas de este proyecto de ley se encuentra la creación de un Fondo de Fomento Cinematográfico y Audiovisual, financiado por un impuesto a los servicios de televisión por suscripción. También se incluye el tema de las cuotas de pantalla. Por otro lado, logramos la inclusión de Costa Rica en Ibermedia para fortalecer la coproducción de películas de ficción y documentales en el país.  
-En Buenos Aires se estrenó ayer una película (Apuesta Máxima) que presenta a Costa Rica como un país donde funcionarios corruptos y mafiosos se someten a la voluntad de criminales cool que vienen aquí a disfrutar de las ventajas de una sociedad con escasos límites morales. ¿Cómo se llevan con la imagen que el cine estadounidense construye de Costa Rica, que no es distinta de la que transmite de otros países?  
-Sin haber visto esa película puedo asegurar que la visión de Hollywood sobre nuestros países no es la más cercana a la realidad. Usualmente han percibido a Costa Rica como una banana republic, donde todo se puede comprar si se tiene el dinero suficiente. Otras películas han presentado a nuestro país como un paraíso para renegados de la justicia o como un pueblito recóndito. Esas imágenes corresponden a una visión cliché de lo que es Costa Rica. Sin embargo considero que, en paralelo a esta visión, existen muchas personas que aprecian a Costa Rica y la representan en sus películas como un destino verde donde se protege al medio ambiente. Esto es lo que vale la pena resaltar.  

Descubriendo Malpaís  

Algunas canciones y discos de la banda del ministro de cultura de Costa Rica, Manuel Obregón, pueden escucharse de forma gratuita haciendo un click aqui  >>>Malpaís<<<.

viernes, 18 de octubre de 2013

CINE - "Apuesta máxima" (Runner runner), de Brad Furman: Apuesta sin ganadores

Lo único que hay detrás de Apuesta máxima, de Brad Furman, es la banalidad del Sueño americano y el American Way of Life, y quizá sea más interesante ver que es lo que puede decirse desde ahí, porque no hay nada desde lo cinematográfico que merezca destacarse. Está claro que el hecho de que una película made in Hollywood sostenga una tensión básica o se vea fotográficamente bien, no es suficiente para un producto de 30 millones de dólares. Es lo mínimo que se le debe exigir a la industria del cine más poderosa del mundo y por ese mismo motivo hay reproches para hacerle. Estereotipos de trazo grueso, banda sonora con un repertorio latino insoportable, actuaciones que no superan la corrección. Y Ben Affleck. No es agradable insistir con la dificultad de incluirlo en un reparto, porque se trata de un gran director y basta ver sus propias películas para saber que como actor también puede hacer (no mucho, pero sí) más que esto. No es que esté peor que sus compañeros de reparto: las actuaciones de Justin Timberlake y Gemma Arterton tampoco aportan mucho más allá de la fotogenia. Pero la mirada cae con más insistencia sobre su personaje, un mafioso cool de las apuestas online, que Affleck a veces interpreta de modo excesivamente rígido y otras con saturado histrionismo. 
Apuesta máxima coloca a su protagonista, un estudiante de finanzas que corre apuestas en el campus para poder pagar su carrera (Timberlake), en la disyuntiva de involucrarse en una actividad ilegal para poder costear el “derecho” de pertenecer a una sociedad ABC1. Curiosamente, cuando el relato se traslada a Costa Rica, la imagen que se da es la de una sociedad esencialmente corrupta, donde hasta la moral y la ética son pasibles de ser transaccionadas: alcanza con tener suficiente efectivo para poder comprar o vender. La película nunca es consciente de que la imagen que da de los Estados Unidos es exactamente la misma, la de un lugar en donde todo se puede comprar, por ejemplo: un buen título universitario. Aunque prefieran utilizar la palabra pagar y no vean ningún problema en que las cosas funcionen así. La película parece venir a criticar eso, pero pronto elige reducir todo a la maldad individual y seguir soñando una tierra justa y prometida donde todos tienen oportunidades. Sólo hay que ser lindo y contar con el dinero necesario para seguir comprando. O apostando, en este caso es exactamente lo mismo. 

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.

jueves, 17 de octubre de 2013

CINE - "Riddick", de David Twohy: Todo un Diesel

Vin Diesel ha hecho de lo mínimo una marca registrada, en donde lo que importa no es tanto el despliegue de recursos sino tener la habilidad de aplicar los pocos que se tienen en el momento justo. No se puede decir, por ahora, que Diesel sea un gran actor, pero sí que sabe qué personajes elegir –generalmente renegados- y cómo volverlos atractivos. Detalles que no parecen mucho, pero que pueden hacer de un actor regular uno respetado. El protagonista de Riddick, el mismo de Pitch Black y La batalla de Riddick, es uno de esos personajes que, como el Toretto de Rápido y furioso, parecen hechos para él. El regreso de este personaje a casi diez años de la película anterior, confirma que la saga dirigida por David Twohy (un cineasta que tampoco será un auteur, pero que suele filmar películas cumplidoras), se ha convertido un objeto de culto. Esta vez viene a refrendar su pacto con los fanáticos e incluso a mejorar lo hecho hasta ahora, aunque de algún modo no hace sino contar más de lo mismo acerca de este peligroso pero noble criminal, que se la pasa huyendo de planeta en planeta.  
Riddick obvia lo ocurrido en su antecesora, cuestión que resuelve sin importarle gran cosa en un par de escenas que representan una enorme elipsis, y vuelve a dejar al protagonista como en “La Balsa”: triste y solo en un mundo abandonado. Además de malherido y rodeado de monstruos del espacio. Pronto el personaje se da cuenta de que su única alternativa para salir con vida es activar un pedido de auxilio que al mismo tiempo revela su presencia a los cazadores de recompensa, que serán los primeros en llegar al lugar. De este modo el film no sólo prescinde de todo lo contado en la segunda película, de estética más ampulosa y ligada a las ochentosas tapas de revistas como Metal Hurlant, Xymoc o la primera y mítica etapa de Fierro, sino que se vincula de manera directa con la atmósfera de western carpenteriano de Pitch Black. Aunque más que vincularse en realidad repite aquella historia de enemigos íntimos que, encerrados, deben ponerse de acuerdo para luchar contra una amenaza común. Que en una película muy violenta la escena más traumática tenga como protagonista a un animal, habla a las claras de la humanidad que esta rezuma a pesar de todo. Riddick no sólo cumple con las expectativas, sino que de yapa entrega una creación antológica de actor español Jordi Mollá, en la piel de un cazarrecompensas con muchísimos matices que, como no, responde al nombre de Santana.  

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.

CINE - "Corazón de León", de Marcos Carnevale: Gran comediante en comedia pequeña

A simple vista podría parecer que el de Corazón de León es el protagónico más complejo de los que componen el currículum cinematográfico de Guillermo Francella. Un logro módico, teniendo en cuenta el perfil más bien chato de los personajes que el cómico más popular de la televisión argentina suele elegir a la hora de hacer comedia en el cine. Está claro por qué otros de sus trabajos, como los realizados en películas como El secreto de sus ojos o Los Marziano, quedan fuera de esta lista. En cambio su paso por Papá es un ídolo, Un argentino en Nueva York o la saga de Los Bañeros parece justificar la afirmación. Pero si se piensa un poco la cuestión, tal vez sólo se trate de una ilusión óptica o simplemente de un truco de los efectos especiales, que son la zanahoria con que este nuevo trabajo de Marcos Carnevale se propone llenar las salas.
Es inevitable no comenzar por mencionar las particularidades físicas de León, el personaje interpretado por Francella, teniendo en cuenta que, por obra de los efectos, se trata de un enano. O más bien un liliputiense, una persona de muy baja estatura pero cuyas proporciones físicas se mantienen dentro del promedio. Una especie de hobbit porteño con una personalidad seductora, pícara y extrovertida, características que comparte con la mayoría de los personajes clásicos el actor. Y ahí es donde aquel riesgo que parecía tomar se vuelve apenas una cuestión de efecto: más allá de que los códigos no sean los mismos (acá no hay miradas a cámara ni improvisaciones que busquen de manera olmediana la complicidad del público, como en la televisión), León no es ajeno a las reglas, gestos y mohínes que definen a la mayoría de las creaciones de Francella. Y eso provoca un efecto paradójico.
La primera mitad del relato, cuando León consigue seducir y conquistar a Ivana (Julieta Díaz) a pesar de su metro 36, más allá de lo efectivo del truco de jibarizar a Francella y del buen desempeño de todo el elenco (incluido Nicolás, el hijo de Guillermo), no pretende sino obtener rédito del talento del cómico potenciado por el truco del mini Francella. Y eso la hace básicamente conservadora. Por el contrario, en la segunda mitad, donde el actor corre el riesgo de apartarse de su zona de confort para darle a León un matiz sufrido y melancólico, el film se impregna de un tono patético a fuerza de poner en fila una buena cantidad de clichés del melodrama romántico. Eso quizá sea consecuencia de una mirada cinematográfica un poco fuera de época, sobre todo si se piensa en productos similares. Los últimos trabajos de Adrián Suar (con los que Corazón de León pretende dialogar en alguna escena), o Vino para robar, la recién estrenada película de Ariel Winograd, son la prueba de que en la Argentina hay materia prima para realizar este tipo de comedias. Aunque Díaz y Maurico Dayub demuestran versatilidad en el género y acompañan con eficiencia el carisma de Francella, cuesta entender como un actor con sus dotes no consigue encontrar proyectos al nivel de esa tremenda capacidad cómica que Corazón de León explota a medias.  

Artículo originalmente publicado... perdón, no publicado. ¿O sí? Bueno, acá está.

lunes, 14 de octubre de 2013

CINE - Comenzó el Festival Internacional de Costa Rica Paz con la Tierra: El cine como camino

Con la Argentina como país invitado, comenzó este fin de semana la edición 2013 del Costa Rica Festival Internacional de Cine Paz con la Tierra. Bajo ese curioso nombre, este festival reúne una breve pero enérgica programación, que este año incluye muchos y muy buenos ejemplos de qué y cuántas cosas es el cine argentino. En virtud de ese protagonismo, la proyección de apertura corrió por cuenta de Tésis sobre un homicidio, el thriller dirigido por Hernán Golfrid y protagonizado por Ricardo Darín. Basada en una novela de Diego Pazkowski, Tesis sobre un homicidio es también una de las películas nacionales más exitosas de este año en términos de público, una de las pocas que hasta ahora ha conseguido superar la gran barrera del millón de espectadores. Aquí en Costa Rica también fue muy bien recibida, virtud de su intrigante historia policial narrada con eficiencia por Golfrid, quien estuvo presente durante la función de apertura, que contó con la presencia del ministro de cultura de Costa Rica Manuel Obregón, y del embajador argentino Martín Balza.
Otros de los directores argentinos invitados por el Festival son el gran Carlos Sorín y Ana Piterbarg, presentando sus películas Bombón el perro y Todos tenemos un plan. La primera de ellas forma parte de la retrospectiva que el festival le dedica al cine argentino, y la segunda de la Competencia Internacional de ficción. Otra importante personalidad del cine nacional que participa del festival es Luis Puenzo, quien desempeña su doble papel de director y productor, ya que su película La historia oficial, ganadora del primer Oscar que la Academia del Cine de Hollywood otorgó a un film argentino, también forma parte de la retrospectiva, igual que Wakolda, tercera película de su hija Lucía Puenzo, producida por él y que este año ha sido elegida como precandidata a los prestigiosos premios del cine estadounidense. Otra película que participa de la competencia es Infancia clandestina, de Benjamín Avila, también producida por la compañía de Puenzo. 
En el panorama internacional, en Costa Rica también se proyectarán películas como Blancanieves, del español Pablo Berger, última ganadora de los premios Goya del cine español; La parte de los Ángeles, del británico Ken Loach, parte de la competencia de Cannes 2013, y la calida comedia uruguaya Tanta agua, de Ana Guevara, que pasó por los festivales de Berlín, Punta del Este, BAFICI, UNASUR y que ahora recala aquí en Centroamérica.
Dentro de las actividades extra cinematográficas, al cierre de esta edición el músico argentino José Luis Castiñeira de Dios ofrecía un espectáculo musical con una selección de composiciones clásicas argentinas. Para la ocasión Castiñeira de Dios, que además participa del festival en su carácter Director Nacional de Artes, dirigió la Orquesta Sinfónica Juvenil de Costa Rica , con quienes interpretó un repertorio basado en obras identificadas con algunas películas emblemáticas, como La noche de los lápices, de Héctor Olivera (que también participa de la retrospectiva de cine argentino), o El rigor del destino del cineasta tucumano Gerardo Vallejo. También se incluyó a modo de homenaje algunas obras de Astor Piazzolla, como "Oblivion" o "Dansée", con el bandoneonista Horacio Diomi como solista.
No puede dejar de mencionarse la particularidad del lema que el festival incluye dentro de su nombre, Paz con la tierra, porque tiene una justa razón de ser. Esta consigna se encuentra vinculada con la idiosincrasia costarricense, una de las pocas naciones del mundo que decidió, luego de una breve pero significativa guerra civil, en la década de 1940, prescindir del uso de fuerzas armadas o ejército nacional. Una decisión que habla de la voluntad de encontrar una forma distinta de vincularse con el mundo, y que este cálido festival también busca hacer suya a la hora de encontrar un camino cinematográfico para expresarla cabalmente. 

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

domingo, 13 de octubre de 2013

CINE - "Buscando la esfera del poder", de Tetsuo Lumiere: Deliciosa cinefilia artesanal

El nombre de Tetsuo Lumiere casi alcanza para definir por sí mismo las intenciones cinematográficas de este director, uno de los más originales de lo que podría denominarse el underground del cine independiente y, por qué no, del cine argentino en general. Esa combinación habla a las claras de un imaginario que reúne en su centro la estética de los universos de la fantasía japonesa (u oriental en general) propia del animé, con la de los inicios del cine a comienzos del siglo XX. Aunque sin dudas le sentaría mejor llamarse Tetsuo Méliès, en virtud de que sus relatos tienen más de las creaciones fantásticas del padre de la ficción cinematográfica, que del protocine de los célebres hermanos franceses. 
En Buscando la esfera del poder, su tercer largometraje incluído en la programación del BAFICI 2013, Lumiere ofrece otra vez una receta que combina características del cine mudo, incluyendo intertítulos y marcos circulares para algunas escenas, con una historia deudora en partes iguales de la ciencia ficción estadounidense de los años 50, y de series de televisión japonesas como Ultramán, Ultrasiete o Mazinger. Claro que todos esos recursos están puestos al servicio de una comedia tan delirante como ingenua, cuyo protagonista, el propio director, se somete a todas las reglas del humor (físico, tierno y romántico) establecidas por Chaplin, Buster Keaton y Harold Lloyd, los más grandes comediantes de la historia del cine. Porque eso es Buscando la esfera del poder: una comedia muda empaquetada en un envase exquisitamente berreta. Robots hechos de cartón y chatarra; naves espaciales en donde lo importante es que todo brille y tenga lucecitas titilantes; o efectos especiales pensados de un modo casero y que justamente por eso sorprenden y divierten.
No importa mucho contar de qué se trata Buscando la esfera del poder, que es como una novela de la tarde (es decir, un Shakespeare deforme) pero con príncipes intergalácticos con nombres mapuches. Lo que importa es destacar que Lumiere pone en acción una maquinaria de imaginación posible, analógica, muy lejos de la impensable truculencia superproducida de los grandes tanques del cine de Hollywood. Simple, pero lo suficientemente cinéfila como para encantar a cualquiera que no necesite de espejitos de colores para reconocer de qué se trata el buen cine.
La película se proyecta todos los sábados a las 24 horas en el espacio MALBA.Cine, Figueroa Alcorta 3415.

Versión ampliada del artículo publicado originalmente por la sección Cultura y Espectáculos de Página/12. 

jueves, 10 de octubre de 2013

LIBROS - Alice Munro, premio Nobel de Literatura 2013: El Nobel no es un premio literario

El Nobel no es un premio literario, sino un premio a escritores. ¿Hay diferencia? Sí: la Academia Sueca no busca premiar a la mejor literatura, sino a buenos escritores. Desde ese punto de vista el Nobel suele ser un premio correcto antes que justo, porque los premiados, por un motivo u otro, siempre merecen ser reconocidos. Entonces, ¿cuál es la diferencia? Que los buenos escritores no siempre son notables ni escriben la mejor literatura. Es teoría de conjuntos: El conjunto A incluye al conjunto B, pero no todos los elementos incluidos en A pertenecen también a B. A partir de esto puede afirmarse que los premiados no siempre son quienes más lo merecen, pero aún así es injusto juzgar las decisiones sólo a partir de estos argumentos: a favor de los suecos puede decirse que muchas veces se sabe qué escritores pasan a la historia cuando la historia ya ha pasado. Como suele decirse, es fácil juzgar con el diario del lunes. 
Justamente el lunes Tiempo Argentino publicó un artículo en el que elegía a Alice Munro junto a Joyce Carol Oates como las favoritas del diario a ganar el Nobel de Literatura este año. Ambas son buenas escritoras, tal vez notables, pero los motivos para suponer con bastante certeza que una de ellas ganaría exceden el análisis meramente literario. Hay una razón muy específica para que la literatura pase a un segundo lugar a la hora de elegir un Nobel: que se trata, cada vez más, de un premio políticamente correcto. Esa es, por ejemplo, la única forma de explicar la ceguera literaria de la Academia Sueca al negarle el premio a Jorge Luis Borges, el más destacado autor de literatura en lengua castellana del siglo XX, por motivos por completo ajenos a su obra.
La Academia parte de la base que todos los candidatos merecen, en mayor o menor medida, ser reconocidos, entonces toma su decisión atendiendo menos a la literatura que a un principio de amplitud, en el que intenta representar la totalidad del crisol humano. Todas las lenguas, todas las regiones, todos los géneros. Alcanza con saber que en los últimos 23 años lo han recibido más escritoras que en los anteriores 90 años. O que en esos mismos períodos la cantidad de premiados no europeos/estadounidenses es casi la misma: 11 hasta 1990, contra 9 desde entonces hasta que hoy. La canadiense Alice Munro, premio Nobel de Literatura 2013, representa la literatura notable, sí, pero también una corrección política que se mide en cupos y no siempre tiene que ver con la justicia.  

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

CINE - "La noche del demonio: Capítulo 2" (Insidious: chapter 2), de James Wan: Bien contado, pero lo mismo de siempre

El director malayo radicado en los Estados Unidos James Wan es una gran promesa para el cine de Hollywood. Creador de la exitosa y cuestionable saga El juego del miedo, Wan ha acumulado méritos dentro de géneros como el terror, el horror y el gore, hasta ubicarse de a poco como un nombre a seguir. Si el reciente estreno de El conjuro representó para muchos su consagración, a partir de un film de terror de corte clásico, la llegada a las pantallas de La noche del demonio: Capítulo 2 pone en evidencia que este joven director es además sumamente prolífico. Pero lejos de representar su definitivo ascenso, ambas son pruebas evidentes de lo que todavía le falta a para confirmar lo que sus trabajos vistos hasta ahora apenas insinúan. 
Es mucho lo que estas películas, estrenadas apenas con meses de diferencia, tienen en común. En primer lugar a su estrella, el eficaz Patrick Wilson, quien tiene a su cargo ambos protagónicos, elevando a tres sus colaboraciones con el director (Wilson protagonizó en 2010 la primera La Noche del demonio). Las tres películas abonan al subgénero de “familia que se muda a caserón maldito debe vérselas con entidades mal intencionadas, pero superan el trance con ayuda de expertos parapsíquicos”. Una y otra son también una muestra cabal de que Wan es, sino un hábil artista de la forma cinematográfica, al menos un aplicado copista, diestro a la hora de recrear de modo eficiente y preciso las atmósferas y estéticas clásicas. 
Mientras El conjuro lograba una interesante mimesis formal con los relatos de terror de los años 70, la segunda parte de La noche del demonio lleva la cosa a un nivel de complejidad textual que hace recordar a las hipertrofiadas pretensiones narrativas de Christopher Nolan en El origen, sólo que acá la cuestión es paranormal- espiritual en lugar de metafísico- psicoanalítica. ¿Será casual que los nombres originales de ambas películas, Isidious e Inception, tengan un musical aire de familia? Por lo pronto puede decirse que Wan reproduce aquel juego de relatos dentro de relatos, corriendo en paralelo y afectándose unos a otros con sus acciones. Intención que ya aparecía en el primer episodio de lo que seguramente acabará siendo al menos una trilogía, pero que este Capítulo 2 lleva al extremo.
Como ocurría con El origen, Wan hace alarde de virtuosismo y hasta puede discutirse si no se trata de un director cuya mirada esteticista raya el fetichismo formal. Desde lo narrativo vuelve a mostrar la solidez con la que sorprendió en El conjuro pero, igual que en esta, el problema de La noche del demonio 2 está dado por una incapacidad para generar nuevos órdenes a partir de viejas fórmulas. Puede resumirse diciendo que Wan no cuenta nada nuevo pero lo cuenta lindo y, sí, es una forma de verlo. Pero si ya El conjuro dejaba claro que el director se quedaba al menos unos pasos más acá de sus influencias, este estreno encimado revela que tampoco logra trascenderse a sí mismo, incluyendo en esta película escenas que recuerdan a la otra. Por todo esto James Wan sigue siendo una promesa de Hollywood, una a la que todavía le falta un golpecito de horno.

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12. 

lunes, 7 de octubre de 2013

LIBROS - Premio Nobel de Literatura 2013: Hagan juego

Nadie duda de que, por prestigio y valor económico, el Nobel es el galardón literario más trascendente del mundo y por eso es posible afirmar que se trata del momento más esperado del año en el ámbito de la literatura. Aunque, claro, su relevancia artística es relativa, más o menos tanto como las listas de más vendidos: todo depende de la importancia que se le quiera dar a los índices de mercado o a los premios, que como ya dijo alguien, son como los vasos de agua: no se le niegan a nadie. En el transcurso de la semana, posiblemente el jueves, se conocerá el nombre del nuevo ganador, sin embargo intentar predecir a quién le tocará esta vez tomarse un trago de la copa Nobel parece más difícil que encontrar una pelotita de golf en la Antártida. Todos los años la casa de apuestas inglesa Ladbrokes abre la carrera por ver quién le acierta a la decisión de la Academia Sueca, la encargada de escoger los ganadores, pero el favorito la previa finalmente nunca resulta premiado. Este año ese lugar le toca, una vez más, al japonés Haruki Murakami, pero alcanza con mirar lo ocurrido en los últimos cinco o seis años para saber que estas listas suelen ser indicadores lo suficientemente lábiles como para mirarlas de costado o, por lo menos, con algo de humor. 
El caso de Murakami es emblemático. Desde 2008 hasta ahora su nombre ha aparecido en el top 10 con una regularidad que ningún otro nombre ha mostrado. Muchos escritores han integrado estas listas de manera muy frecuente (Philip Roth, Alice Munro, Adonis, Amos Oz, Assia Djebar, Cees Nooteboom, Thomas Pynchon, etc), pero sólo Murakami ha estado ahí siempre. Y conforme los años van pasando, los apostadores ven su premiación casi como un hecho consumado, como parece indicar que el popular escritor japonés no se baje del podio desde 2010 y que ya el año pasado se ubicara al tope de lista. Este año Murakami no sólo figura como favorito entre los habitues de Ladbrokes, sino que también es el elegido por los apostadores de la competencia, el sitio de apuestas Unibet. Pero este año además las listas de ambas casas de apuestas coinciden exactamente en la composición de los primeros tres lugares de sus grillas, ya que la novelista estadounidense Joyce Carol Oates y el húngaro Peter Nadas escoltan en ese orden a Murakami. ¿Pero que chances tiene el japonés de quedarse con el título de campeón literario 2013? Imposible calcularlo de manera objetiva, justamente porque los valores literarios no se rigen por las leyes matemáticas o estadísticas. La única manera de arriesgarlo es asumiendo los patrones lógicos de un apostador. ¿Y por qué no intentarlo? 
En contra de Murakami se alza la realidad estadística de que nunca en los últimos seis años el favorito en las apuestas se llevó el Nobel. Por el contrario, hay casos como el de las escritoras Doris Lessing o Herta Müller que pagaron dividendos muy altos a quienes apostaron por ellas, ya que se encontraban muy lejos de los lugares de privilegio en las listas de apuestas. Lo mismo, pero no tanto, ocurrió en 2010 cuando el elegido fue el peruano Mario Vargas Llosa. Los casos de Tomas Tranströmer y del chino Mo Yan son bien distintos. El poeta sueco había sido el favorito en 2010, con Murakami como escolta, pero recibió el premio un año después, cuando ocupó el segundo lugar en las apuestas, detrás del sirio Adonis, otro poeta. Mo Yan también se encontraba entre los favoritos del año pasado, aunque nunca pasó del cuarto lugar en la lista. Ninguno de los casos mencionados parece favorecer a Murakami, quien ya se ubicó en casi todos los puestos posibles a lo largo de los años, pero la caprichosa decisión de los suecos nunca lo alcanza. Otros dato que parece empeñarse en su contra es el caso del italiano Claudio Magris, quien, como el japonés, lideró las apuestas durante dos años consecutivos, en 2007 y 2008, para luego desaparecer de los primeros lugares sin Nobel alguno. Otro dato negativo es la premiación del chino Mo Yan en 2012: resulta muy poco probable que la Academia Sueca elija a dos escritores orientales de manera consecutiva.
Pero si el gran favorito parece tener todos los números en contra, ¿a que pingo conviene apostarle algunas fichas? Siguiendo con el mismo patrón de pensamiento la favorita de Tiempo Argentino es la norteamericana Joyce Carol Oates. Pero ¿por qué? En primer lugar porque desde que la elegida fuera Lessing en 2007, hace ya seis años, no se ha premiado a autores de lengua inglesa y desde 1993, hace exactamente 20 años, cuando la ganadora fue Toni Morrison, que el premio no lo recibe un escritor estadounidense. Los encargados de encontrar al ganador suelen elegirlo tratando de dar visibilidad literaria al mayor número posible de regiones y lenguas del planeta: el chino Mo Yan fue Oriente; Tranströmer el norte de Europa; Vargas Llosa la lengua española y América Latina; la rumana Müller el este europeo y la lengua alemana; Jean Marie Le Clezio la literatura francesa; Orhan Pamuk de alguna manera el cercano oriente. Estos argumentos favorecen a Oates, pero también a otros norteamericanos, como Roth, Pynchon, Don De Lillo, Cormac McCarthy y hasta el cantante Bob Dylan, que desde hace unos años viene sonando con fuerza. Sin embargo que la última mujer en ganar el Nobel haya sido Müller hace cuatro años, parece poner a Oates por encima de sus colegas de sexo masculino. ¿Y por qué no la canadiense Alice Munro, que no será estadounidense pero sí norteamericana? Quién sabe. 
Tal vez la única forma de que Oates (o Munro) no ganara el premio este año, siempre mirando a la realidad con ojos de apostador y respetando el argumento del reparto regional, sería que en el horizonte apareciera un tapado de origen africano, uno que viniendo por afuera y faltando pocos metros para el disco, consiguiera un triunfo inesperado. Sí la decisión fuera a favorecer a un escritor del África profunda, quien mejor posicionado está en las apuestas es el keniata Ngugi wa Thiog'o, quien además ha escrito toda su obra en inglés. Porque dar sorpresas, ya se ha visto, es una costumbre extendida entre los suecos. 
Tal vez por eso, amparados en el chauvinismo que los argentinos cargamos como un bloque de cemento en nuestro ADN, miramos la carrera por el Nobel de Literatura con un ojo en la punta y el otro en César Aira. El escritor argentino aparece este año número 36 en la lista de Ladbrokes junto con otros 80 escritores y, en una de esas, un insospechado sprint final lo deja cara a cara con el Nobel. Que 2013 nos haya premiado con una reina y un papa made in Argentina indican que se trata de un año cósmicamente favorable para los nacidos por acá. Por si esto fuera poco, Francisco además figura en el Top 10 de las apuestas al Nobel de la Paz, así que por qué no pensar en un doblete que nos permita seguir afirmando, esta vez con motivos comprobables y de sobra, que somos los mejores del mundo. El hecho de que ningún escritor argentino haya recibido nunca el Nobel de Literatura parece ser el mejor punto a favor de Aira. Mucho más que su extensa obra, su prestigio académico y sus probadas virtudes literarias que, ya se sabe, nunca son argumentos ni suficientes ni definitivos a la hora de ganarse cualquier premio. Incluido este, el más destacado que puede recibir un hombre de letras. 

Para seguir el movimiento en las tablas de apuestas ir a LADBROKES   

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

domingo, 6 de octubre de 2013

CINE - "Dromómanos", de Luis Ortega: Un tropezón hacia el infierno

Luis Ortega es uno de esos artistas que no ponen las cosas fáciles a la hora de pensar sus películas y Dromómanos, que le valió el premio al mejor director en la Competencia Argentina del Bafici 2012, es el ejemplo perfecto de las dificultades de semejante empresa. El primero de esos trances (una palabra que tanto remite a un problema como a un estado alterado de la percepción) surge de la idea de realidad que la película propone: un espacio en donde tanto pueden reconocerse muchos perfiles de “lo real”, pero siempre atravesados, envueltos, esfumados o saturados de formas y recursos que extrañan el relato de tal modo que hacen pensar en el concepto de universo paralelo. 
Pero hay realidades paralelas y realidades paralelas, y si se quisiera apelar al recurso siempre tranquilizador de encerrar dentro de una categoría a un objeto libre e inclasificable, puede decirse que aquello que construye Ortega en Dromómanos tiene menos del País de las Maravillas de Lewis, que de los fantasmagóricos y siniestros mundos lyncheanos de Imperio o Mullholland Drive.
El relato comienza en la calle, en la más miserable, penosa y sórdida de las versiones que pueden tenerse de lo callejero. Gente revolviendo la basura con avidez, la misma con la que los exploradores buscaban oro en el desierto a finales del siglo XIX. Un adolescente con enanismo junto a una amiga molestan a una anciana desencajada, pidiéndole con insistencia una frazada, en una esquina muy cercana al Obelisco porteño. La cámara que se zarandea en torno de la escena y un montaje apresurado crean un falso clima de desprolijidad. Porque si de algo puede presumir esta quinta película de Ortega (las anteriores son Caja negra, Monobloc, Los santos sucios y Verano maldito) es de una precisión que no necesita hacer alardes de virtuosismo. Todo lo contrario: Ortega filma de un modo tan sucio y políticamente incorrecto como es posible, tratando de alejarse de los cánones hegemónicos de belleza. No es casual que muchos de sus personajes remitan a los protagonistas de Freaks (1932), de Todd Browning, o El tambor de hojalata (1979), de Volker Schlöndorff, basada en la novela de Günter Grass. La apariencia formal de Dromómanos es la de esos protagonistas, una película cinematográficamente contrahecha, pero tan capaz como ellos de desafiar la capacidad de asombro del espectador, exigiéndole dar, en lo ético o en lo estético, siempre un paso más.
Ortega reúne una galería de personajes que habitan en los márgenes, e incluso más allá, pero no se regodea en la marginalidad (aunque es necesario decir que él mismo, como director, amenaza todo el tiempo con ir a parar también del otro lado). El niño enano y su novia, cuyas dificultades físicas no le impiden ser tan celosa como cualquiera; un joven border que reparte sus días entre el psiquiátrico y el caótico departamento de quien pareciera ser su doctor, pero que no presenta un estado mental muy diferente del supuesto paciente; una muchacha que tiene un cerdito por mascota y a quien su camino la dejará cara a cara con la mismísima muerte. Ortega parece caer antes que descender por sus propios medios, a un mundo subterráneo y perdido, para, desde ahí, ofrecer paisajes que tienen su mejor correlato en algunas de las escenas infernales creadas por pintores como El Bosco o Brueghel el Viejo. 
Nota bene: para quienes aún no se hayan avivado de que el final de El conjuro, la película de terror de James Wan que tiene a todo el mundo hablando maravillas, arruina un film hasta entonces muy bien construido, Ortega les regala un exorcismo que, sin intenciones de hacer terror, es uno de los más originales, inquietantes y siniestros que se hayan filmado nunca.  

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.

LIBROS - "El duelo", de Joseph Conrad: Un héroe, dos héroes; ningún héroe

Parece un ejercicio de lógica o matemática, teoría de conjuntos quizá: no todos los libros que empiezan de forma maravillosa son obras maestras, pero todas las obras maestras empiezan de forma maravillosa. “Napoleón I, cuya carrera fue una especie de duelo contra la Europa entera, desaprobaba los lances de honor entre los oficiales de su ejército. El gran emperador militar no era un espadachín y tenía bien poco respeto por las tradiciones.” Más o menos ese es el comienzo de El duelo, una de las tantas grandes novelas que escribió el polaco Joseph Conrad, una de las pocas cuya acción transcurre lejos del agua. Fue abrir el libro y no poder dejarlo, amor a primera lectura para quien, como yo, creció enamorado de la épica y los relatos mitológicos. Porque hay una épica mítica en esta historia acerca de dos oficiales del ejército francés, tan opuestos en su carácter como unidos por la idea de que el honor es el bien más preciado de un hombre que se precie. Conrad le saca chispas a la oposición de esos atributos y, como lectores, no se puede sino agradecer la bendición de caer hipnotizados por este relato donde a falta de un héroe hay dos. O tal vez ninguno.  

Columna publicada originalmente en el suplemento Cultura de Tiempo Argentino.

jueves, 3 de octubre de 2013

CINE - "Elysium", de Neill Blomkamp: Cuando la ciencia ficción critica

Los Estados Unidos han sabido construir su propia leyenda, esa en la que se proclaman La Tierra de las Oportunidades. Hollywood es el mascarón de proa del sueño americano, la mejor encarnación de esa fantasía que representa (sobre todo para quienes no son estadounidenses) la posibilidad de que los cuentos de hadas sean reales y de que cualquiera pueda ser el protagonista. Son incontables los artistas –directores, actores, lo que sea- que llevan sus esperanzas al valle californiano para convertirse en estrellas, pero pocos los que lo logran, porque hay algo que el cuento omite: mejor no soñar ese sueño si no se tiene talento (o dinero que lo supla). El sudafricano Neill Blomkamp es uno de los benditos que lograron alcanzar esa tierra prometida de productores y estudios millonarios. No es casual que Peter Jackson, otro que consiguió abordar el arca, haya sido productor de Sector 9, exitosa ópera prima de Blomkamp, donde una nave alienigena varada sobre Johanesburgo resultaba una oportuna referencia al Apartheid. Elysium es su segundo film y tiene muchos puntos de contacto con aquel debut de 2009. Ambos comparten no sólo un género, la ciencia ficción, sino un dispositivo dramático compuesto por más o menos los mismos elementos. Si Sector 9 narraba en tiempo presente, Elysum elige un futuro no muy lejano que vuelve a poner en escena la lucha de clases, y en donde la frontera caliente que separa a México de los Estados Unidos reemplaza al Apartheid como fondo metafórico. 
El mundo se ha convertido en una enorme favela desbordada de pobres, enfermos y criminales que siguen siendo la mano de obra que sostiene a la casta que está por encima. Literalmente encima: los ricos han abandonado el planeta para mudarse a Elysium, una mega estación orbital donde continúan sus vidas perfectas. Se trata de un juego de doble encierro, el sueño de Micky Vainilla hecho realidad: un country en el espacio para ricos y un gueto para pobres que tiene el tamaño de la Tierra entera. El problema es el de siempre, que los pobres quieren acceder a los beneficios de pertenecer. Pero Bomkamp es inteligente: no pone a sus pobres a desear banalmente el lujo y la comodidad, sino que deja en primer plano algunas cuestiones bastante más primarias, como la salud. Aunque, se verá, esos mismos elementos derivarán en un final algo recargado de melodrama. Pero para que adelantarse.
Max es uno de esos pobres que creció soñando con el ascenso social que esta vez coincide con un ascenso a los cielos –la metáfora religiosa forma parte de la receta y no debe descartarse—. Operario en una fábrica, Max recibe una descarga accidental de radiación que le deja sólo cinco días de vida y la única forma de salvarse es entrar ilegalmente a Elysium, meterse en una casa y curarse usando la unidad médica que todas familias tienen allá arriba. Como le ocurría a Wikus, protagonista de Sector 9, Max deberá buscar ayuda donde menos lo esperaba y como en aquella película, hay un mercenario que irá tras él. En ambos casos son intereses sociales y corporativos los que convierten a los dos personajes en presas de caza. La diferencia está dada por el punto de vista. Mientras Wikus era un funcionario pequeño burgués que debía buscar aliados entre los marginados para defenderse de la voracidad caníbal de su propia clase, Max es un lumpen cuyo destino lo forzará, no del todo contra su voluntad, a convertirse en subversivo. Y Matt Damon es el actor perfecto para ese papel, como lo demuestra la magnífica trilogía Bourne, donde el problema también era un sistema vicioso y corrupto. Más allá del final con regusto religioso, algo sensiblero y música al tono, Blomkamp demuestra que la ciencia ficción, lejos de ser un instrumento para alabar la tecnocracia, siempre fue una eficaz herramienta crítica. Claro que eso no valdría nada si fracasara su mecanismo narrativo, pero Elysium es, antes que nada, una película capaz de imponer su relato a partir de legítimas virtudes cinematográficas.

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.