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domingo, 17 de abril de 2022

LIBROS - Ediciones Bonaerenses: Libros para acentar una identidad

Parafraseando una vieja publicidad, podría decirse que la literatura (la prosa y la poesía) es la gran base de toda cultura, porque en las letras está el origen no solo del arte de narrar y de poner al mundo en palabras, sino de construir toda una realidad a partir del lenguaje. Por eso la literatura es una herramienta fortísima en el proceso fundacional de las naciones modernas. Ahí están las obras de Whitman y Hawthorne para definir poética y moralmente el corazón de lo estadounidense. O las de Alighieri, Goethe o Voltaire, sosteniendo la idea de lo que significa ser italiano, alemán o francés. Por supuesto, también están Shakespeare y Cervantes alumbrando la esencia de lo británico y lo español. Y, claro, acá tenemos a José Hernández, autor del Martín Fierro, obra en torno a la cual la generación del Centenario construyó el imaginario épico de lo argentino

Tan exitosa resulta la construcción de una identidad cultural alrededor de lo literario, que incluso quienes no han leído ni un solo verso del Martín Fierro –para seguir con el caso más cercano— saben qué es, de qué se trata y qué representa esa epopeya gauchesca escrita en verso para la comunidad de los habitantes de este país al sur de todo. Por eso promover, difundir y apoyar el trabajo de los escritores es una inversión necesaria y siempre valiosa a la hora de consolidar la identidad de un pueblo. Algo de eso parece haber detrás de Ediciones Bonaerenses, la flamante editorial fundada por el gobierno de la provincia de Buenos Aires para dar a conocer los trabajos de un buen número de poetas, cuentistas y ensayistas nacidos dentro de su territorio.

Según su propia declaración de principios, Ediciones Bonaerenses fue creada a comienzos de junio de 2020, año del bicentenario provincial, “con el objetivo de democratizar la palabra, de garantizar la circulación plural y diversa de voces, y de fortalecer y expandir el patrimonio cultural de la provincia a través de la publicación de libros”. En aquella oportunidad, el gobernador Axel Kicillof había expresado que quienes integran la gestión actual se habían planteado como objetivo central justamente “la tarea de poner en discusión la problemática de la identidad bonaerense”. Junto con la creación de la editorial, la Provincia también relanzó el Concurso de Cuentos Haroldo Conti, dirigido a todos los escritores de entre 18 y 35 años residentes en la provincia, cuya primera edición tuvo lugar en 1996, pero que había sido puesto en suspenso durante los años previos a 2020. Justamente la edición de los cuentos ganadores del Haroldo Conti 2020 fue uno de los primeros títulos lanzados por el sello, bajo el título de Contra cielo plomizo.

Ediciones Bonaerenses está dirigido por el docente y ensayista Guillermo Korn, discípulo de David Viñas y del exdirector de la Biblioteca Nacional Horacio González. El proyecto cuenta además con el editor Agustín Arzac a cargo de la coordinación editorial y el apoyo de un equipo de editores del que forman parte los escritores Oliverio Coelho y Joaquín Conde. Entre 2020 y 2021, Ediciones Bonaerenses editó otros dos títulos. Por un lado, la antología de cuentos fantásticos compuesta por textos seleccionados entre los participantes del Concurso Buenos Aires Fantástica. Por el otro, Antecedentes y textos constitucionales de la Provincia de Buenos Aires (1820-1994), que agrupa los acuerdos, tratados y constituciones que rigieron —y en algunos casos todavía rigen— los destinos de la provincia y cuenta con prólogo del propio gobernador Kicillof. 

Mientras tanto, en lo que va de 2022 Ediciones Bonaerenses ha sumado a su colección otro par de libros. Uno de ellos, con el título Luces de mercurio, cumple en dar a conocer los relatos ganadores de la octava edición del Haroldo Conti, que tuvo lugar en 2015, pero cuya edición había quedado sin realizar. El otro es Pasajeras esas nubes, antología que agrupa trabajos de siete poetas mujeres, Alejandra Seguí, Carolina Rack, Agostina Paradiso, Eva Murari, Natalia Molina, Laura Forchetti y Lorena Churruhinca. Los libros de Editorial Bonaerense se distribuyen en bibliotecas públicas, escuelas y otras instituciones provinciales, en busca de sus primeros lectores. Como camino complementario, la editorial tiene el proyecto de que sus publicaciones puedan circular libremente en formato digital, para ampliar su difusión, aunque por el momento se trata solo de una declaración de intenciones. Y es que la tarea de esta casa editora provincial recién comienza, aunque ya ha dado muestras cabales de la importancia y el alcance de su misión. El tiempo dirá si los vaivenes políticos le permitirán mantener una necesaria continuidad. De conseguirlo, su trabajo será fundamental para seguir fortaleciendo la construcción de la identidad bonaerense. 

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

lunes, 15 de junio de 2020

CINE - La Nave de los Sueños, cine argentino en la Biblioteca Nacional: Y la nave va (online)

En el marco de la celebración de su vigésimo quinto aniversario, la asociación La Nave de los Sueños lanza una nueva temporada de su ya clásico ciclo de cine argentino, el mismo que desde hace 15 años se realiza de forma ininterrumpida en el espacio de la Biblioteca Nacional. Claro que en esta oportunidad lo hace en el formato online, acomodándose al particular desafío que la crisis sanitaria desatada hace tres meses por la pandemia de covid-19 le impone al conjunto de toda la sociedad, incluidos por supuesto los gestores culturales.
Como siempre, sus funciones seguirán teniendo lugar cada semana los martes a las 19. Solo que en lugar de realizarse en la sala Jorge Luis Borges, punto de encuentro habitual hasta la entrada en vigor del aislamiento social preventivo –que, entre otras cosas, suspendió todas las actividades de carácter colectivo—, se concretarán a través del canal de YouTube de la Biblioteca . Quienes deseen participar de la experiencia, ahí encontrarán los enlaces para acceder a la visualización de la película programada cada semana. Las mismas estarán disponibles de forma gratuita durante un lapso de siete días. Las actividades propuestas se completan con una charla que los anfitriones del ciclo realizan junto a los realizadores de cada uno de los trabajos presentados.
Durante el bimestre de junio y julio, las actividades estarán dedicadas a ilustrar el vínculo estrecho que existe entre el cine y la literatura en todas sus formas. La programación se propone abarcar el arco completo de los formatos audiovisuales, incluyendo no solo documentales y películas de ficción inspiradas en obras literarias nacionales, todas ellas de reciente producción, sino también miniseries que abordan el tema elegido para el regreso 2020 de La Nave de los Sueños, esta vez en versión streaming. Y justamente será una serie la encargada de abrir las actividades este martes 16 de junio.
Se trata del lanzamiento de Colectivo editorial, en cuyos capítulos los directores Marcos Almada y Elías Gismondi se propusieron retratar el efervescente universo de las editoriales independientes no solo de la Argentina, sino también de otras realidades de América latina. A través de cada episodio la serie se propone ir presentado a distintos sellos editoriales, siempre a partir de las figuras de sus responsables. Son ellos quienes cuentan en primera persona en qué consiste el trabajo arduo que realizan para dar a conocer las obras de sus autores.
El recorrido abarca el origen de cada sello, rastreando en sus creadores el impulso que los llevó a aventurarse en el complejo camino de la industria editorial. Esto incluye, por supuesto, las dificultades económicas y políticas que afectan a este sector fundamental para mantener saludable y activa a la literatura vernácula. Colectivo editorial fue realizada con el apoyo del Fondo de Fomento Concursable para Medios de Comunicación Audiovisual (Fomeca) y entre los sellos que participan se encuentran las editoriales Conejos, Añosluz, Santos Locos, Gourmet Musical, Rara avis, Casagrande (Rosario), Lote 42 (Brasil) o El cuervo (Bolivia).
El martes 23 será el turno del documental Los prohibidos, dirigido, escrito y producido por Andrea Schellemberg. El mismo aborda la historia de Silvana Castro, una mujer que trabaja en la Biblioteca del Congreso de la Nación, donde se encuentra a cargo del área de Colecciones Especiales. Este espacio está dedicado a guardar y preservar aquellos libros que fueron perseguidos y prohibidos durante los distintos gobiernos inconstitucionales que asaltaron el poder entre 1930 y 1983. Esta particular colección de libros prohibidos era exhibida al público en una muestra de carácter anual, cuyo recorrido permitía reconstruir cuáles fueron aquellas expresiones culturales y políticas que las distintas dictaduras intentaron acallar y desaparecer. Pero en el año 2016 esos libros dejaron de exhibirse públicamente. En su película Schellemberg ilustra los esfuerzos que Castro realiza junto a sus colegas María Julia Rillo y Diana Campi para intentar reeditar esta ilustrativa muestra en el Palacio Legislativo.
Aunque el ciclo continuará durante el mes que viene, las actividades de junio cerrarán con el preestreno de otro documental. Se trata de Digamos, en el que su director, Damián Sierra, aborda otro espacio característico del campo literario argentino: los recitales de poesía. Todas las semanas en la ciudad de Buenos Aires se realizan gran cantidad de fechas de poesía con propuestas variadas, que incluyen desde lecturas y slams hasta ciclos y exhibiciones, entre otras actividades. Se trata del emergente de un panorama en expansión constante, en el que las editoriales independientes siguen apostando a ampliar sus catálogos y los autores se multiplican, empujados por una tradición poética como la argentina, siempre dispuesta a acompañar los versos con acciones. Surge así una red de actividades que los y las propias poetas amplifican a través de las redes sociales, haciendo que sus poemas sean consumidos y compartidos por personas que de otra manera nunca hubiesen accedido a ellos.
Entre los protagonistas de Digamos se encuentran algunas de las voces más reconocibles de poesía vernácula actual, como Walter Lezcano, Martina Cruz, Tomás Rosner, Flavia Calise, Virginia Sammartino, Leandro Gabilondo, Julieta Habif, Malena Saito, Nicolás Igarzábal, Francisca Pérez Lence, Marina Condó, Tomás Mártinz, Marcos Gras, Manuel Marchioni o Bruno Pizzorno. Son ellos los que aportan sus reflexiones sobre el mundo con el fin de reconfigurar un concepto poético en permanente transformación. 

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

domingo, 21 de julio de 2019

LIBROS - 50° aniversario de la muerte de Witold Gombrowicz: La distancia más corta entre Buenos Aires y Polonia

Escribir sobre Witold Gombrowicz equivale de algún modo a contar una historia de fantasmas. La cosa no tiene nada que ver con el 50° aniversario de su muerte que se conmemorará este miércoles 24 de julio, pero tiene todo que ver con otro aniversario no menos importante, que se cumplirá el 22 de agosto, exactamente dentro de un mes. Ese día pero 80 inviernos atrás, el autor polaco desembarcaba en Buenos Aires con la intención de escribir un artículo sobre el viaje inaugural del transatlántico Chrobry, dar algunas conferencias en la ciudad y emprender el regreso a su tierra dos semanas más tarde. En el medio ocurrió la Historia, que vestida con disfraz de diablo metió su cola para que la vida de Gombrowicz tomara un rumbo inesperado.
Apenas una semana después de su desembarco, el 1 de septiembre de 1939 Adolf Hitler firmó la orden para que los ejércitos de la Alemania nazi invadieran Polonia, dando comienzo a la Segunda Guerra Mundial. El mundo ya no fue el mismo: a partir de ahí se desatarían algunos de los horrores más terribles que haya conocido la humanidad. Gombrowicz, que a los 35 años apenas había publicado dos libros y todavía era una promesa para la literatura polaca, no regresó a su tierra y esa decisión que sin dudas le salvó la vida, de algún modo también lo convirtió en una especie de alma en pena condenada a vagar por un limbo que tenía la forma, el color y el perfume de Buenos Aires.
Fueron 24 los años que Gombrowicz permaneció anclado junto al Río de la Plata. Los primeros cinco obligado por la guerra, pero una vez terminada esta fue la instauración del régimen comunista bajo supervisión del estalinismo soviético lo que lo impulsó a extender el exilio porteño. Durante ese tiempo el escritor empezó a convertirse en una figura influyente dentro de la escena literaria local. Influyente de un modo extraño, porque si bien nunca recibió reconocimientos oficiales en vida, de a poco su potencia comenzó a atraer a un grupo cada vez más numeroso de jóvenes discípulos que vieron en Gombrowicz a un profeta que predicaba una fe literaria muy distinta de la que en las décadas de 1940 y 1950 representaba la cofradía que integraban Borges y los suyos. Con quienes, dicho sea de paso, el polaco sostuvo más de una disputa.
Sin ser argentino y sin haber escrito ni una sola palabra de su obra en español, con el tiempo Gombrowicz se convirtió en un engranaje fundamental dentro la literatura argentina del siglo XX. Su influencia se dio en términos estéticos y puede resumirse en aquella orden que el polaco le habría dado a sus pupilos el día de su regreso a Europa, al pié del barco que le devolvería el cuerpo a su fantasma: “¡Maten a Borges!” La frase, que forma parte de la mitología literaria local, es tan incomprobable como fabulosa, porque da cuenta de su genio. Gombrowicz entendió antes que nadie que sin ese acto parricida, sin ese salto de fe, sin la decisión de ir más allá del inalcanzable legado borgeano no había futuro para la literatura argentina. 50 años después por acá seguimos tratando de matar a un Borges que con gusto se dejaría, si no fuera que ya es inmortal.
Pero el vínculo entre el escritor y la Argentina distó mucho de ser una relación despareja. Durante su vida en Buenos Aires Gombrowicz no solo escribió casi toda su obra (publicada en la Argentina por la editorial Cuenco de Plata), sino que rebautizó su primer libro con el nombre de Bacacay en honor a la calle sobre la que vivió un tiempo en una pensión del barrio de Flores, además de traducir él mismo su primera novela, Ferdydurke, al español casi sin conocer el idioma, junto a un grupo de discípulos y amigos que tampoco sabían nada de polaco. Un procedimiento que también lo define a la perfección en tanto autor. Es a partir de esa obra acumulada que Gombrowicz regresa a Europa para abrazar un reconocimiento merecido que desde acá, el país al que consideraba su segunda patria, no podemos dejar de sentir que también es un poco propia. 

Artículo publidaco originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

lunes, 15 de julio de 2019

LIBROS - Entrevista a Darío Sztajnszrajber por su libro "Flosofía a martillazos": Filosofía con vaselina

Organizado en seis textos agrupados dentro de la categoría de “clases”, el nuevo libro de Darío Sztajnszrajber, Filosofía a martillazos, aborda algunos de los dilemas de los que la disciplina del pensamiento se viene encargando desde que a alguien se le ocurrió inventarla, hace ya varios miles de años. Dios, democracia, amor, verdad y sus contrapartes, postamor y posverdad, son los escalones que el libro asciende en la búsqueda por entender, a través de los temas de siempre, como funciona el mundo moderno.
Se trata de la transcripción ampliada de seis clases que Sztajnszrajber dictó entre 2016 y 2018 en la Facultad Libre de Rosario, que conservan el sentido coloquial que les dio origen. El formato le permite al autor apartarse del tono ensayístico de algunos de sus trabajos previos, quitándole a la filosofía corset de cosa inabordable que injustamente le atribuyen los alumnos secundarios. El resultado es un recorrido a la vez grato, profundo y revelador por seis temas que hacen a la esencia de la naturaleza humana.
Sorprende por eso el título del libro, en tanto que la idea de Filosofía a martillazos remite al acto de imponer el conocimiento por la fuerza, cuando el trabajo de Sztajnszrajber es exactamente opuesto. Su nuevo libro tiene más que ver con la idea de penetrar con el conocimiento de un modo consensuado, amable y gozoso antes que a los golpes. Tal vez “Filosofía con vaselina” pudiera haber sido un título más justo, más ligado incluso al espíritu humorístico al que el autor recurre para conseguir su objetivo: hacer de la filosofía, de su lectura, un acto lúdico y placentero.
“Hay una necesidad por parte de la filosofía de recuperar su vocación originaria, porque en estos tiempos se ha ido como burocratizando, perdiendo aquello que le dio origen, que es el diálogo, la circulación de la palabra y no tanto esta cosa elitista más solemne y analítica, algo en lo que la filosofía ha incurrido en los últimos tiempos”, dice Sztajnszrajber. “Esa es la apuesta del libro: traducir y reflejar la experiencia del diálogo. Allanar el discurso sin perder el rigor ni lo provocativo y al mismo tiempo cotidianizar, experiencias que a mí siempre se me presentaron en el marco de una clase”, continúa.


-En el texto de introducción afirma que “hacer filosofía es pelear contra el sentido común”. ¿Se puede pensar que la filosofía trabaja de un modo opuesto al de la política, uno de cuyos objetivos a priori parecería ser el de construir un sentido común?
-No hay una filosofía ni una forma única de la política, sino que ambos campos suponen un conflicto entre diversas versiones de sí mismas. Cuando trabajo la idea de que la filosofía va en contra del sentido común entiendo a la política en la misma dirección, porque el acontecimiento político que me conmueve es el que va contra el sentido común. Si no lo que hace la política es reproducir las prácticas y ejercicios de poder hegemónicos. Y el hecho revolucionario de lo político se produce justamente cuando busca transgredir ese sentido común.
-Parece que la filosofía aspira al saber absoluto, pero que en lugar de avanzar hacia él se queda analizando los fragmentos de un saber parcial. Como si para entender el universo necesitara primero desmenuzar sus elementos primarios. 
-El tipo de filosofía que a mí me gusta, que no es la única, es una filosofía de la deconstrucción que parte de la idea de que todo absoluto que se presente como tal es una impostación. Entonces la tarea es mostrar las tramas que han permitido que algo pueda haberse instalado como absoluto. Deconstruir no es destruir, sino mostrar el carácter construido de todo concepto y cómo ese absoluto está sirviendo a determinado ordenamiento de la realidad. Ese es el hecho político de la filosofía, que no va a la coyuntura de manera lineal sino que propone marcos interpretativos, literarios incluso. No tengo miedo a sostener que la filosofía es un género que provoca lo mismo que cualquier literatura: la posibilidad de interpretar una situación por fuera de su sentido frontal o literal, que es el modo en el que trabaja el sentido común.  
-La conclusión a la que llegué con la clase dedicada al amor es que el amor es una trampa, el intento de alcanzar algo que se nos escapa, pero que cuando se lo atrapar empieza a desaparecer. Pero si es una trampa, ¿quién nos tendió? ¿Y con qué fin?
-Pensar que el amor es una trampa es una provocación, siempre y cuando entendamos que la trampa surge de la concepción que del amor se genera en el sentido común. El intento del libro no es mostrar que el amor es una trampa, sino que el amor que se forjó en una sociedad occidental, grecorromana, cristiana y capitalista es una trampa. Primero porque se prioriza más al yo que al otro y se incurre en una paradoja en la que por un lado nos regodeamos diciendo que el amor es para el otro, cuando claramente está direccionado como una forma de autosatisfacción en la que el otro se vuelve un medio para mi propio desarrollo. Y segundo porque todavía creemos que cuando amamos lo hacemos de forma espontánea. Te diría, marxistamente, nietzschianamente y foucaultianamente, que sabemos que somos sujetos sujetados, que la libertad, la voluntad, el pensamiento y el lenguaje son construcciones, pero ¡ah, el amor no! Ahí creés que sos independientes y que cuando te enamorás es porque surge naturalmente de tu ser. Y bueno… ¡no! El amor también es una construcción y lo importante es hacernos la pregunta acerca de cómo sería amar si la prioridad fuese el otro y no uno mismo.
-Pero ese tampoco es un concepto novedoso. De hecho es una de las bases del cristianismo.
-Depende de cómo se analice la dogmatica cristiana. Porque el cristianismo también es un conjunto de textos y las interpretaciones de ellos que se terminen imponiendo como únicas son otra cosa. Si tomás las cartas de San Pablo o algunos textos del Antiguo Testamento podés tener lecturas muy subversivas sobre el amor y sobre el concepto de la otredad. Ahora en la Iglesia te bajan una línea donde ese amor por el otro no deja de ser una forma de autojustificación egolátrica… Porque en el cristianismo dogmático no hay realmente una entrega por el otro si no está puesta mercantilmente al servicio del propio destino.  
-¿Y se puede pensar al amor en términos marxistas, como opio, como felicidad ilusoria, como señuelo que desvía la atención de algo que alguien quiere que no veamos con claridad? 
-Creo que el amor, como el fútbol, son los opios de nuestro tiempo. Lo que me parece que falta en esas lecturas mecanicistas es que el opio está bueno y que no es solo un señuelo. Esa distracción es orgásmica, la disfrutás. Hay algo en el amor que convoca, más allá de todo lo negativo que planteo. Por algo el amor es un concepto tan problemático y lo que intentamos es dejar de pensarlo como una figura de comercial de Día de San Valentín. Hay que animarse a deconstruir al amor aunque duela. ¿O si no para qué riman amor y dolor, como se pregunta Caetano Veloso en una canción?  
-En la clase dedicada a Dios trabaja sobre la oposición de mutua conveniencia entre religión y filosofía, en la que diferenciarse de lo extraño permite auto confirmar lo propio. Ese procedimiento es propio de la construcción de la identidad que se da en la adolescencia: no sé bien que soy, pero sé que no soy todo lo demás. 
-Nos debemos un debate acerca de la categoría de identidad, para mí una de las más perjudiciales pero que recorre todos los medios de comunicación. La idea de identidad como forma de pertenencia y seguridad. Para los que abogamos por una filosofía de la incertidumbre ese concepto se vuelve una cárcel, porque en general uno no termina sabiendo quién es sino encajando en esas casillas que determinan lo que uno cree que es. A la identidad no solo hay que deconstruirla, sino que de lo que se trata es de desidentificarnos, que es un dispositivo más estructural. ¿Por qué pensar la identidad en términos de que hay algo definitivo que me describe? Con el mismo criterio uno se puede pensar no como un ser unívoco, sino como conjunto de otredades que habitan y colapsan en lo que uno cree ser. La identidad quizá sea un placebo para no dar esa pelea, porque es más fácil y tranquilizador. En el fondo yo preferiría creer en la identidad, creer en Dios y no tener tanto quilombo interno, pero no puedo. Y no es que hago militancia de la fragmentación, sino que hago militancia de que no te la pongan en nombre de Dios.  
-Al abordar la posverdad aparece la cuestión del lenguaje inclusivo y se menciona la idea de que no hay realidad fuera del lenguaje. Pero cuando se intenta refutar al lenguaje inclusivo, incluso con argumentos válidos, ¿no se incurre en la aberración de creer que alcanza con negarle a algo su existencia lingüística para hacerlo desaparecer en tanto sujeto?
-Cuando uno dice, como Derrida, “nada hay fuera del texto”, es parecido a cuando se dice que la verdad no existe pero alguien te muestra una mesa y te dice: “tocala, es de verdad, existe”. Sí, claro, no es que la mesa está construida de palabras. Estamos insertos en una forma de pensar y percibir en la que la mesa es una mesa y no otra cosa. O el blanco es blanco y no otra cosa. O la libertad es libertad individual de mercado y no otro tipo de libertad, que existen pero que uno se los olvidó. Obvio: la batalla se juega en el lenguaje porque es lo que nos constituye como humanos. Y como la batalla se juega ahí, lo que trae el lenguaje inclusivo es la posibilidad de pensar que hay ordenamientos que han estado históricamente al servicio de ciertos privilegios, pero que pueden ser de otro modo. El lenguaje inclusivo muestra el privilegio patriarcal y eso molesta. Ahora, el lenguaje es apenas un medio, un hilo conductor, una primera manera vanguardista de empezar a generar esa conciencia que permite después avanzar hacia el plano más conceptual. 

Artículo publicado originalmente en Revista Quid.

domingo, 2 de septiembre de 2018

LIBROS - "Días distintos, la fabulosa trilogía de Andrés Calamaro", de Walter Lezcano: Las recetas del Salmón

El rock se ha convertido en una fuente de libros, un torrente donde muchos autores corren a cargar sus baldes vacíos con ideas nuevas para escribir. Una tendencia que se aceleró en los últimos años. Podría pensarse que uno de los motivos para explicar el fenómeno es el carácter declinante que comenzó a signar al rock a partir del final el siglo XX. Ese paso que por un lado lo sumió en una lenta decadencia, también terminó de convertirlo en un terreno mítico y no hay mejor material para escribir un libro que una leyenda.
Otra explicación, ya entrando en el territorio del mercado editorial argentino, puede ser la creación del sello Gourmet Musical. Un emprendimiento que desde hace ya unos años viene construyendo una verdadera biblioteca melómana, dedicándole sus estantes más destacados al rock nacional, a sus estrellas, sus espacios y sus historias. Gourmet es entonces el lugar ideal para sumar a la colección Días distintos, un libro dedicado a la figura de Andrés Calamaro y en particular a esa trilogía espontanea formado por sus discos Alta suciedad (1997), Honestidad brutal (1999) y El salmón (2000).
El hombre detrás del libro es el escritor y periodista Walter Lezcano, quien ya en las primeras páginas confiesa no solo su admiración por Calamaro, sino que hace responsable a una de sus canciones (“Paloma”, incluida en Honestidad brutal) de haber cruzado en su camino al amor de su vida. Pero no es solo desde la devoción que está hecho Días distintos. Se trata de un libro construido de preguntas que aprovecha la obra del artista para hablar de las épocas que sus trabajos atraviesan, reflejan e incluso ayudaron a definir. Porque si Lezcano desmenuza los discos que integran lo que él mismo bautiza como “la fabulosa trilogía de fin de siglo”, no es solamente para regodearse en una dialéctica rockera sino para, desde ahí, tratar de dar cuenta en el mismo movimiento del devenir biográfico del artista y del contexto histórico y social en el cual gestó su obra.
El libro de Lezcano cuenta algunos episodios e historias de la vida de Calamaro que pueden ser bien conocidas para cualquiera que sea (o haya sido) lector habitual de suplementos y revistas de rock (dos especies extintas o en vías de serlo). Pero lo hace con un nivel de detalle que por momentos pareciera que se trata de un texto escrito por alguien que ha estado ahí, compartiendo cada una de las situaciones que Calamaro atravesó durante la composición de estos tres discos emblemáticos no solo de su obra, sino del rock nacional.
En el camino le da forma a una biografía ad hoc de Calamaro que se esfuerza por entender de qué forma se fue articulando la figura, la personalidad y la obra del artista. Y, no menos importante, lo hace sin abrevar nunca en las miasmas del amarillismo periodístico. Sin morbo, evitando meterse en esos rincones de la vida privada que suelen usarse para vender kilos y kilos de papel en forma de revistas de chismes, o para rellenar muchos minutos de televisión (una de las unidades de tiempo más costosas que existen), pero que nada le aportarían al relato que se propuso hacer en estas páginas. En ese sentido Días distintos es un libro honesto, libre de cualquier sospecha de oportunismo, que consigue leer en profundidad y abordar la obra de Calamaro desde puntos de enfoque diversos que con inteligencia consigue volver complementarios.
Pero si de ninguna forma el libro puede ser definido como oportunista, con toda justicia se lo puede calificar de oportuno. Porque su edición en el actual contexto político y social de la Argentina es también un gesto político. Lezcano logra tender los puentes que permiten entender a estos tres discos, que van del virtuosismo sonoro al exceso creativo, como exponentes que reflejan el paisaje trágico de la Argentina de fin de siglo tal vez como ningún otro artista lo consiguió. Traer a colación una obra que retrata con tanta fidelidad y desencanto el daño que le produjo a la sociedad argentina la explosión neoliberal urante los gobiernos de Menem y De La Rúa, y hacerlo en tiempos de Macri, es sin dudas un gesto que no puede evitar leerse políticamente. Y ese no es un mérito menor de este libro en el que Lezcano intenta comprender y explicar las recetas del salmón.

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

domingo, 8 de julio de 2018

LIBROS - Cultura y economía: La industria editorial acumula dos años y medio de caída libre

Según el informe que cada fin de año confecciona la Cámara Argentina del Libro, el ejercicio 2017 marcó un nuevo escalón en el descenso de la producción editorial, que bajó de un total de 63 millones de ejemplares impresos durante el año anterior a 51 millones. Dichos números confirman una tendencia que ya lleva tres años de derrumbe acumulado, desde que en 2014 el sector alcanzara un techo de 129 millones de ejemplares impresos. Al mismo tiempo que la producción local se desbarranca, la importación de libros crece en proporciones casi idénticas: en el mismo período 2014-2017 el valor de las importaciones editoriales se triplicó, subiendo de 40 millones de dólares hasta alcanzar los casi 130. Las perspectivas para el año en curso, que acaba de completar una magra primera mitad, no son alentadoras. Si bien no hay números oficiales que lo confirmen, son muchas las voces autorizadas que mantienen las alarmas encendidas, proyectando que la crisis económica que de manera sostenida viene minando la economía local en casi todos sus niveles, impactará de modo negativo en la ya golpeada realidad de esta industria. Resta saber qué tanto afectarán variables importantes, como la subida del dólar o la inevitable devaluación, cuando se las traslade al 2018 completo.
Consultados por Tiempo, un grupo de editores responsables de distintos sellos independientes ayudan a entender cuál es la actualidad del mercado de los libros y cuáles las perspectivas a futuro. Quienes aceptaron la invitación son Leonora Djament, editora de Eterna Cadencia, editorial que este año cumple una década de actividad; Andrés Beláustegui, responsable de la recién fundada Compañía Naviera Ilimitada; Damián Ríos, editor junto a Mariano Blatt del prestigioso sello independiente Blatt & Ríos; y Luciano Guiñazú, uno de los hombres detrás de la librería Caburé y la pequeña editorial Caterva.
"La situación actual en la industria editorial es absolutamente crítica e incierta, como lo es para la industria y el consumo en general", afirma Djament y Ríos, crítico habitual de la gestión Cambiemos, amplía: "el mercado se achicó por lo menos un 30% y todavía hay que ver las consecuencias de la última devaluación". En la misma dirección señala Beláustegui, quien sostiene que "la combinación del aumento de los costos y la baja del consumo en general (y de la compra de libros en particular) hace que el escenario sea muy complicado". Por su parte Guiñazú agrega, y Ríos lo secunda, que "la recesión va mostrando sus diferentes caras con la caída de la cadena de pagos o la baja en las ventas no sólo en las librería, sino en las ferias, que es el espacio en el que las editoriales independientes vendemos el grueso de nuestra producción".
Djament aporta más números: "las ventas cayeron por segundo o tercer año consecutivo, acumulando promedios de un 25 por ciento". Y suma a la fórmula de la crisis el aumento de los insumos importados, atados al crecimiento de la divisa: "en lo que va del año, el precio del papel subió muy por encima de la inflación y la cartulina que se utiliza para las tapas, de la que no hay producción nacional, subió un 145 por ciento". Todo eso apuntala un escenario de pérdida de rentabilidad. Por un lado en la venta minorista, ya que el aumento de los costos, que Guiñazú calcula "en torno del 30%", es imposible de "trasladar al precio de los libros" porque, como afirma Beláustegui, "los dejaría a un precio demasiado alto para el comprador promedio". Por el otro "también dificulta las exportaciones, ya que el libro argentino resulta caro para el resto de los países latinoamericanos e incluso España", como explica el propio Beláustegui, quien antes de comandar la joven editorial Compañía Naviera Ilimitada estuvo al frente del sello Páprika, luego rebautizado con el nombre de Sigilo. Djament afirma que "en este contexto recesivo y de incertidumbre es muy difícil planificar ni siquiera en el corto plazo" y Ríos se suma para agregar que, si bien "las editoriales se pueden achicar y sobrevivir", el panorama es aún más complejo para las librerías independientes, que "corren peligro de cierre". Beláustegui coincide en que ellas son "el eslabón más castigado en este momento".
Ante un paisaje semejante, las editoriales independientes han tenido que trazar distintos planes de emergencia. "Estamos inventando estrategias sólo para sobrevivir", dice Ríos. "En Blatt&Ríos hemos recortado títulos para este año", porque "la situación requiere que tomemos menos riesgos, apuntando a títulos más conservadores", completa. Por su parte Guiñazú señala que "muchas editoriales independientes tenían un fondo editorial que de algún modo les permitió sobrevivir hasta el momento", pero que "otras más pequeñas, como Caterva, nos hemos visto en serios problemas para lanzar títulos nuevos por falta de presupuesto". Y agrega que también tienen "problemas para reimprimir, dado que en muchos casos no es posible cobrar los libros que se han vendido en las librerías". Beláustegui confirma la mirada de su colega: "Compañía Naviera Ilimitada es una editorial que recién comienza y ya tenemos que estar replanteándonos la calidad material de los libros que hacemos, para poder bajar costos". Guiñazú suma a la delicada ecuación la situación de los autores, quienes "no siempre llegan a cobrar sus derechos de autor y que razonablemente, cuando pueden, se van a firmar contrato con las editoriales más grandes y las multinacionales".
Al presente oscuro se le suma un futuro negro, del cual los actores del sector ven muy difícil escapar sin un abordaje serio de las problemáticas que se presentan. "No creo posible que el sector se recupere en el corto plazo ni en el mediano", se sincera, sin embargo, Ríos. "Será necesario que cambie el panorama más general por un lado y que aparezcan políticas de apuntalamiento del sector", agrega Beláustegui. Djament cree que la solución se encuentra atada a una recuperación general de la economía. "La única manera de que se recupere la industria editorial es en el marco de una recuperación del consumo en general, y de una reactivación de la actividad económica y cultural en el país, y del desarrollo de una serie de medidas que trabajen con ese objetivo", afirma tajante la cabeza editorial de Eterna Cadencia. Ríos cree que para eso "se necesitaría una gestión económica decorosa, algo que hasta el momento no ha sucedido", porque "una política económica que privilegia lo financiero sobre la producción no hace más que destruir emprendimientos productivos". Beláustegui por su parte se anima a arriesgar algunas sugerencias. En primer lugar "políticas de fondo que ayuden a mejorar la rentabilidad, sobre todo de cara a la exportación". También considera "fundamental" la implementación de "apoyos que ayuden a la visibilidad y mayor circulación de los libros de micro, pequeñas y medianas editoriales". Y pone el acento en la cuestión del Impuesto al Valor Agregado (IVA), un tema clave para el sector que lleva años sin resolverse.
La precaria situación que atraviesa la industria editorial, que inevitablemente se ve afectada por las variables que golpean a todos los rincones de la economía, no debería ser una sorpresa para nadie. Cuando a comienzos de 2016 el actual gobierno anunció sus primeras medidas destinadas el mercado del libro, un grupo de editores se apresuraron a alertar sobre las consecuencias negativas que la aplicación de las mismas podía generar. En ese grupo se destacaba la voz de Damián Ríos. Dos años y medio después, el combativo editor cree que se quedó "corto" en la previsión de los daños que aquellas políticas terminarían provocando. Su opinión de la gestión Cambiemos es clara: "Destruyen todo lo que tocan".

El rol del ministro Avelluto

Pablo Avelluto es el elegido por Mauricio Macri para ocupar el cargo de ministro de Cultura desde el inicio del gobierno de Cambiemos, a fines de 2015. Su llegada a la cartera fue producto de una exitosa carrera previa como editor, en la que llegó a desempeñarse como director de la filial local de Random House Mondadori, uno de los grupos editoriales más importantes del mundo. Sin embargo hasta el momento su labor no parece haber estado muy atenta ni ser particularmente beneficiosa para el sector. "La gestión de Avelluto pasa sin pena ni gloria, incluso con pasos payasescos, como el caso del stand de la Feria del libro en Bogotá", afirma Damián Ríos. Y aunque acepta que esto tal vez se deba a la falta de un presupuesto que le permita desarrollar acciones concretas, sostiene que tampoco "ha demostrado tener ni imaginación, ni solvencia administrativa", y que ni siquiera "está claro cuál es su idea de cultura", porque "si la tiene, no la demuestra en su gestión". Belaustegui coincide en que la administración actual no le dio "una especial atención al mundo del libro", aunque recuerda que "se continuaron algunas políticas de apoyo, sobre todo para viajes a Ferias del Libro. Pero no mucho más". También menciona la polémica decisión de asociar al fútbol el stand de la Feria de Bogotá, pero reconoce que la excursión a Colombia tuvo "muy buen resultado en convocatoria y venta de libros de autores argentinos". Ríos en cambio es terminante. Dice que la de Avelluto es "una gestión pobre, con una dirección imprecisa, a tono con el resto del Gabinete".  

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

domingo, 20 de mayo de 2018

LIBROS - "Narrativa Nativa", de Germano, Martella y Acevedo Kanopa: Atlas fotográfico de literatura uruguaya

Existe una vieja superstición según la cual todas las personas tienen su doble en alguna parte del mundo y dice que si alguna vez el destino llegara a ponerlos cara a cara, uno de ellos debería morir. Será por eso que para un argentino -y en especial para un porteño- los uruguayos tienen algo de siniestro. Y viceversa. Eso además explicaría por qué unos y otros se sienten (casi) como en casa cuando les toca pasear por el territorio ajeno, pero también esa rivalidad histórica que hoy se sublima de forma algo banal pero sincera a través del fútbol. Lo mismo ocurre con la mutua ignorancia cultural que los unos de los otros tienen a ambas orillas del Río de la Plata. Es que, como se ha dicho, llegar a conocer al otro podría significar tener que admitir que son demasiado parecidos, casi lo mismo, y por lo tanto las fronteras se convertirían en fantasmas y ya no habría ni argentinos ni uruguayos, sino una masa de iguales sin nombre. Es decir, la muerte de lo que se fue hasta entonces.
Si hay un área que demuestra lo poco que se conoce de Uruguay en la Argentina es la de la literatura. No caben dudas de que, puestos a prueba, muchos blandirán un puñado de nombres para tratar de desmentir esta afirmación. Así aparecerán Onetti, Felisberto, Juana de Ibarbourou, Galeano, Mario Levrero, Idea Vilariño, Benedetti o algún otro, ofrecidos como prueba contrafáctica. Los más despiertos llegarán a admitir que Horacio Quiroga no es argentino con tal de probar “cuánto sabemos acá de literatura uruguaya”. Pero el problema vuelve a foja cero cuando se señala que esa lista no incluye a ningún escritor vivo. El libro Narrativa Nativa viene a rellenar ese bache aunque sea de forma primaria, sumando no solo los nombres de casi cuatro decenas de autores uruguayos bien vivos, sino también a ponerles un rostro para recordar.
Narrativa Nativa es un proyecto ideado por el fotógrafo Mauro Martella, la productora cultural Lucía Germano y el escritor Agustín Acevedo Kanopa, todos ellos nacidos del lado oriental del río. Se trata de un álbum de escritores uruguayos cuya intención no es la de simplemente reproducir la imagen de cada autor sino que, a través de los recursos de la fotografía, se propone retratar también el espíritu de sus obras. Lejos de la pose básica de las solapas de sus libros, en Narrativa Nativa los escritores se convierten así en personajes de composiciones que buscan a través de una sola imagen evocar el estilo literario de cada uno. Entre los retratados se encuentran algunos que pueden resultar familiares, como Dani Umpi, Felipe Polleri, Daniel Mella, Leo Maslíah, Pablo Casacuberta o Mercedes Estramil, y otros que menos. Milton Fornaro, Ana Solari, Renzo Rosello, Gabriel Peveroni, Inés Bortagaray, Lalo Barrubia, Laura Santullo, Horacio Cavallo, Martín Bentancor, Ramiro Sanchiz, Damián González Bertolino, Carolina Bello, Martín Lasalt y el propio Acevedo Kanopa, entre otros, completan la lista de 38.
Editado de forma sobriamente lujosa por Editorial Estuario, uno de los sellos que más ha hecho por visibilizar a la nueva literatura uruguaya, Narrativa Nativa fue presentado el domingo pasado por sus creadores durante la última jornada de la Feria del Libro, que este año tuvo como ciudad invitada a Montevideo. Acompañados por la escritora y crítica argentina Elsa Drucaroff, quien ofició de moderadora y médium para invocar el espíritu de los autores retratados, Germano, Martella y Acevedo Kanopa recorrieron el universo de imágenes producidas para el libro e intentaron dar cuenta del alma del proyecto.
“No pretendemos el sello de un canon”, se afirma desde el prólogo, “sino un panorama de nuestra narrativa contemporánea que entremezcle las franjas etarias, los estilos y los géneros, permitiendo una suerte de gran sinfonía de la literatura uruguaya actual”. Sin embargo la mejor definición de Narrativa Nativa la aportó el mismo Acevedo Kanopa durante la presentación. Él contó que de chico le gustaba juntar figuritas de fútbol y que como es hijo de un futbolista llegó a tener la de su padre, el defensor Eduardo Acevedo, quien con la selección de su país fue campeón de la Copa América 1983 y enfrentó al equipo de Maradona en los octavos de final del Mundial ’86, disputado en México. Y, escritor al fin, creyó que sería una buena idea tener algo así como “un álbum de figuritas de escritores uruguayos”. Un álbum útil para empezar a conocer a quiénes escriben al otro lado del espejo.

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

domingo, 18 de septiembre de 2016

CULTURA - Entrevista a Liliana Heker: De los '60 al siglo XXI, los caminos de la literatura argentina

Nombre ineludible de la historia de la literatura y la cultura argentinas desde 1960, Liliana Heker es una de las voces más respetadas del panorama de las letras en el país. Formada y dueña de una obra que comenzó a crecer con el nacimiento de aquella convulsionada década, Heker se ha desarrollado no sólo en el área de la prosa y la ficción sino también como crítica y ensayista. Vinculada estéticamente con Abelardo Castillo, compartió con él años de activismo literario en la revista El grillo de Papel –donde publicó “Los juegos”, su primer cuento—, para luego fundar juntos las no menos trascendentes El escarabajo de oro (1961-1974) y El ornitorrinco (1977), el primer espacio en publicar un manifiesto de Madres de Plaza de Mayo en plena dictadura militar.

Dueña de una obra prolífica, Heker lleva más de medio siglo de actividad profesional y no existen muchas voces más autorizadas que la suya para hablar de las particularidades de la vida literaria de la Argentina y de los cambios operados en esa área respecto de etapas anteriores durante los primeros 15 años del siglo XXI. Una primera aproximación puede darse en el intento de distinguir dentro de la producción contemporánea algunos rasgos que permitan hablar de una identidad literaria propia del nuevo siglo. “Me parece un poco prematuro hablar de identidad común”, previene Heker. “Sin duda, toda literatura va dejando indicios de la circunstancia en que fue creada, no tanto por sus temas como por la perspectiva desde donde ve esos temas. Y también por el lenguaje y la sintaxis”. Aun así considera que “para evaluarlos desde afuera hay que esperar una decantación”. “Una característica de estos años es el gran número de nuevos escritores que se están publicando”, continúa, “hecho asociado a las muchas y muy buenas editoriales pequeñas que hacen posible su difusión y son una alternativa a las grandes empresas multinacionales que solo dan cabida a lo nuevo cuando viene consagrado; o sea, casi nunca”.

Pero realmente puede verse en esa profusión de nuevas voces una característica identitaria de la literatura en la actualidad. Heker asegura que “en toda época se escribe de más, lo cual no es grave –grave es que se escriba de menos—pero requiere, desde el interior mismo del conjunto de los nuevos escritores, perspectivas estéticas e ideológicas que permitan definir ese ‘de más’. Discusiones sobre el quehacer común y sobre el contexto histórico”. Porque más allá de las obras individuales, dice, “es eso lo que genera el movimiento de una generación, perceptible desde el exterior y capaz de instalar algo nuevo en la literatura nacional”

Otro elemento que podría definir a una generación es la constatación de ejes temáticos reconocibles y Heker supone que los hay, porque “siempre los hay”. Sin embargo ella prefiere encauzar su interés por la potencia de determinadas obras antes que por sus temáticas. “Lo que me interesa en este momento es la obra singular de muchos nuevos y excelentes escritores”, asegura. “Pienso en Pablo Ramos, Samanta Schweblin, Selva Almada, Inés Garland, Margarita García Robayo, Máximo Chehín, Gabriela Cabezón Cámara, Mauricio Koch, Romina Doval, Ariel Urquiza, Alejandra Laurencich, Hernán Ronzino, Alejandra Zima, Enzo Maqueira (y apuesto a que hay otros que todavía no he leído). Todos ellos dan cuenta de su tiempo y deben de estar diseñando para el futuro un dibujo particular de la nueva literatura de esta época”, completa la autora de la novela El fin de la historia. Pero se encarga de destacar que todos ellos “escriben desde su excepcionalidad, y eso, creo, es una condición sine qua non de una literatura que vale la pena”.

Suele decirse que en los ‘60 y los ‘70 era habitual afirmar que los escritores argentinos tenían el desafío de matar a Borges como una forma de indicar cuál debía ser el motor de la literatura argentina de ese tiempo y cuál el dilema estético que debían enfrentar entonces los artistas. “Matar a Borges me parece un resumen falaz de lo que fueron los debates estéticos e ideológicos de aquel entonces”, afirma tajante la escritora, protagonista destacada de aquellos debates. Aunque acepta que entonces también hubo “jóvenes enfáticos que borraban de un plumazo no solo a Borges sino a toda la literatura argentina por su incapacidad de hacer la revolución”, del mismo modo en que algunos de aquellos jóvenes, ya grandes, son los mismos que hoy “se mueven muy bien en determinados medios del poder”. Pero insiste en que “Matar a quien sea nunca fue una buena propuesta de trabajo”. “La literatura es un proceso y todo escritor está hecho de los libros que leyó, y aun de los que no leyó y le fueron transmitidos a través de otras lecturas. Qué se hace con esa herencia, cómo se la reelabora o se la transforma, qué se construye desde –o contra— otras escrituras, ese es el desafío del escritor”. Pese a todo lo anterior, Heker sabe bien que en aquellos años “desde cierta izquierda intelectual se cuestionaba a Borges como escritor a causa de su ideología, manifiestamente de derecha”. Y recuerda cuál era entonces su posición frente al tema: “En El escarabajo de Oro discutimos esa postura y sostuvimos que en lo mejor de la prosa de Borges no estaba expresa su ideología y que la izquierda debía quitarle a la derecha el patrimonio de esa prosa, apropiarse de ella, ya que, además de espléndida, es profundamente nacional: por su sintaxis, por su respiración, por la utilización que hace del lenguaje. Ahí está el punto que quiero destacar: la discusión, el disenso, desde la propia concepción del mundo y de la literatura”.

Conocedora del contexto de aquellos años que marcaron el inicio de su carrera y su instalación como figura joven de la literatura, Heker asegura que “los años’60, y los ‘70 hasta el golpe militar, no son factibles de resumirse en una única actitud”. Y esto porque dicha etapa, “además de extensa, estuvo marcada por acontecimientos culturales y políticos singularmente fuertes, tanto en el orden nacional como en el internacional, y signada por un hito histórico que gravitó en las opciones de quienes éramos jóvenes: la Revolución Cubana”. Y cita “de manera desordenada y heterogénea” una serie de hechos que influyeron en varias generaciones de artistas: el cisma chino-soviético; el diálogo marxista-cristiano; el boom de la literatura latinoamericana y el de la literatura argentina; los debates dentro de la izquierda; el auge del estructuralismo; los movimientos hippies; el resurgimiento del peronismo; los movimientos de liberación en el Tercer Mundo; la aparición de la guerrilla; el golpe militar del ‘66; el Cordobazo; la muerte del Che; el Mayo francés; el gobierno de Cámpora; la llegada de Perón; los crímenes de la Triple A; la muerte de Perón. “No creo entonces que se pueda generalizar acerca del contexto sociopolítico y literario de esos años”, concluye Heker. 

“En cambio puedo afirmar que la diversidad y la intensidad de los acontecimientos crearon un contexto propicio para la existencia de debates y de espacios donde tenían lugar y difusión esos debates; en particular, las revistas literarias. La publicación de autores nuevos, la reivindicación o cuestionamiento de los ya existentes, los debates ideológicos, instalaban desafíos que nos compelían a crear los medios para difundirlos. Nos sentíamos protagonistas, esa es la apreciación subjetiva que puedo hacer, porque soy conciente de que hago esta apreciación desde adentro de esa vorágine cultural e histórica que fue el contexto en que nos iniciábamos. No sé si los escritores ya instalados nos veían de ese modo; no nos importaba demasiado. Entendíamos que, más allá de escribir libros –o mejor, porque escribíamos libros y teníamos el privilegio de que nuestras palabras trascendieran— teníamos un rol y una responsabilidad. Y una visión del mundo desde la cual tomábamos posición respecto de los acontecimientos de ese mundo y del sentido de nuestro oficio. Yo no llamaría a ese proceso tan complejo ‘estética de la oposición’; y no estoy segura de que la elección de “contra qué escribir” sea un buen punto de partida”.

Ante eso, no está de más indagar acerca de las razones qué permiten que hoy no exista una polarización ideológica y estética como la que Heker describe en el campo literario durante su juventud, o aquella que le dio sentido a la dicotomía de Florida y Boedo. Para ella la respuesta es simple: “Esta época no tiene nada que ver con la de Boedo y Florida, en la que, entre otras cosas, hacía muy poco que había ocurrido la Revolución Rusa y existía en nuestro país una oligarquía mayormente culta que se sentía dueña del país y actuaba como tal”. Aunque es consciente de que ese puede ser un resumen engañoso, Heker sabe que es lo suficientemente claro como para “entender la polarización, que tampoco era tan prolija como parece a la distancia”. En cambio entiende que “estas primeras décadas del siglo XXI, además de haber renovado las formas de injusticia y de desigualdad, están atravesadas por acontecimientos sociales, políticos y tecnológicos que instalan para la humanidad nuevas amenazas no imaginadas siquiera por la literatura fantástica de un siglo atrás”. “Cómo arrancar desde ahí es algo que no puedo responder”, cierra.

¿Pero son realmente esos motivos lo suficientemente potentes como para impedir que en la actualidad los escritores se reúnan por afinidad literaria o ideológica? “Tengo claro que el mundo actual es mucho menos sencillo que aquel en que me formé”, aclara Heker. Pero se permite citar, a modo de ejemplo, “dos expresiones muy recientes de escritores del siglo XXI, capaces de ver, desde su rol de escritores, las contradicciones del mundo que les tocó y sus propias contradicciones. Una es de Romina Doval y fue publicada hace unas semanas en Página 12. Refiriéndose a su excelente novela La mala Fe, ella compara a su generación con la del ‘70 y señala que toda literatura es política. La otra pertenece a Enzo Maqueira, a su ponencia en la Feria del Libro de Villa Mercedes, El nuevo canon: igualdad de géneros y fin de la Posmodernidad. Ahí cuestiona las debilidades de su generación y propone a la creación literaria como un ámbito de resistencia y libertad ante la hegemonía de los medios masivos. Son solo dos ejemplos, pero marcan una posibilidad: la de ir gestando un movimiento con peso propio que signe a esta generación de principios del siglo XXI”.

Artículo publicado originalmente en Revista T, de Tiempo Argentino.

domingo, 8 de mayo de 2016

LIBROS - HolaSoyGermán en la Feria del Libro: Exigencias de estrella fugaz

Como ocurre todos los años, la presente edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires vuelve a reunir las expectativas de todos los sectores que conspiran para hacerla posible. Lectores, escritores y editoriales entrecruzan sus intereses durante algunas semanas, dando lugar a uno de los eventos culturales más importantes de América Latina. Claro que, como se ha dicho, cada una de esas fuerzas persiguen objetivos distintos pero que parecen coincidir al menos en un fin común, el más mundano de todos: que los libros se vendan.
Como en cualquier otro negocio, la industria editorial también aprovecha las tendencias de moda para sostener esa rueda económica, una de las que le permite mantenerse en movimiento. Así como después del éxito de Harry Potter las sagas fantásticas para adolescentes se volvieron plaga, hoy la ruta del dinero editorial pasa por aquellos firmados por los youtubers más populares.
¿Y qué son los youtubers? Son chicos que producen sus propios contenidos audiovisuales y los difunden en la web a través de la plataforma YouTube. Aunque estos contenidos varían de un youtuber a otro, suelen estar emparentados con el humor, los videojuegos, la historieta, el cine y casi cualquier consumo cultural vinculado a niños y adolescentes, consumidores casi exclusivos de lo que ofrecen estas estrellas del universo virtual.
La masividad que estos chicos han conseguido los convirtió en un negocio que en los últimos dos años ha multiplicado sus bocas de expendio. Festivales, publicidad abierta o encubierta, pequeños papeles o cameos en el cine y ahora también libros. Si bien el boom de las publicaciones youtuber es reciente, aún así es posible que ya esté cerca de su pico máximo. Sin embargo, quienes visitaron la Feria del Libro el día de ayer fueron testigos de la popularidad que ha alcanzado el fenómeno.
Es que ayer fue el día en que hizo la presentación de su libro el chileno Germán Garmendia, el youtuber latinoamericano más popular del mundo, conocido por sus seguidores como HolaSoyGermán, que es el nombre de su canal de YouTube y la muletilla con la que comienza todos los episodios de su serie, una suerte de stand-up filmado en los ambientes de su propia casa y montado de manera frenética, en los que desarrolla temas vinculados a las actividades y la vida cotidiana de niños y adolescentes. Activo desde hace cuatro años, su canal suma actualmente más de 27 millones de seguidores.
Publicado a través de la editorial Penguin Random House, la presentación del libro de Garmendia, titulado #CHUPAELPERRO, generó el que tal vez fue el acontecimiento más masivo de la grilla de actividades de esta edición de la Feria. Tal era la expectativa generada por la presencia del youtuber, que la casa editora difundió una lista de consejos –que más bien eran imposiciones–, en los que se enumeraban las condiciones que debían cumplir aquellos que quisieran que Germán les firmara el ejemplar del libro. Ahí se indicaba que sólo accederían a la firma quienes hubieran comprado su entrada a la Feria a través Tuentrada.com (la entrada comparada en la boletería de La Rural no era válida) y que el autor sólo firmaría un ejemplar por persona. De la misma manera durante el evento estuvo prohibido fotografiar, filmar, besar, abrazar o simplemente tocar o sacarse una selfie con el autor. Aunque el riguroso instructivo señalaba que estas condiciones intentaban agilizar una actividad que fue realmente masiva, se intuye que detrás se escondían las veleidades y las fobias de una estrellita que habrá que esperar para ver que tan fugaz resulta.  

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo.

domingo, 15 de noviembre de 2015

LIBROS - Encuentro de Editoriales Franco-Argentinas de Literatura Infantil y Juvenil en el FILBITA

Dentro del marco de las actividades de la presente edición del Festival de Literatura Infantil y Juvenil Filbita, se desarrollaron durante este jueves y viernes los Encuentros Editoriales Franco-Argentinos de Literatura Infantil y Juvenil. Organizado por la Embajada de Francia, el Institut Français d’Argentine, la Oficina Internacional de la Edición francesa (BIEF) y con el apoyo de la Alianza francesa, los mismos tuvieron como objetivo que los profesionales franceses y argentinos dedicados a la industria del libro compartieran visiones editoriales, realidades de mercados y cruzaran puntos de vista e ideas creativas acerca de políticas y acciones futuras.
Una de las consecuencias del buen momento que la industria editorial vive en la Argentina desde hace una década, es la relevancia que han tomado los productos destinados al segmento infantil y adolescente. Por eso no llama la atención que estas jornadas hayan tenido un espacio en la grilla del Filbita. Pero estos encuentros no celebran solamente el auge de esta literatura, sino que tienen como principal objetivo fomentar intercambios durables entre profesionales de ambos países. Por eso tal vez la voz de Jean-Guy Boin, director del BIEF, una de las entidades organizadoras, puede ayudar a entender el objeto de estas jornadas. "Nosotros consideramos que la edición es una industria cultural y nuestro trabajo no consiste en juzgar el contenido de los libros", confirma Boin. "Para nosotros son importantes tanto aquellos libros para chicos, como los que se presentan acá en el Filbita, pero también el resto, sin hacer diferencias a partir de su capacidad inserción en los mercados", completa la idea. "Para nosotros lo más importante es tratar de hacer llegar los libros escritos en francés a públicos no francófonos, que es la mayor parte del mundo. Se trata de hacer que la cultura francesa sea accesible a otras culturas diversas de la nuestra, así se trate de literatura o de otras temáticas, como por ejemplo la cocina, la filosofía o la antropología. No tomamos una posición estética o ideológica en nuestro trabajo, sino que todos los libros son importantes."  

-A partir de eso, ¿Qué fines prácticos específicos tendrían este tipo de encuentros para esa labor que llevan adelante?  
-Nos permite informarnos acerca de la forma en que trabajan los editores argentinos y también acerca de los gustos de sus lectores. Es muy importante para presentar a nuestros editores e intentar establecer cuáles de sus obras conviene traducir para ofrecerlas al público argentino. No se puede pensar una política de traducción de las obras francesas sin conocer las particularidades del mercado al cual estarán dirigidas. Yo conozco bien México y pienso que la Argentina, aún compartiendo la misma lengua, presenta un escenario muy diferente. Nuestro trabajo consiste en detectar esas diferencias y las particularidades de cada mercado.  
-Hablando de diferencias editoriales, ¿cuáles son las diferencias entre los mercados editoriales de Francia y la Argentina?  
-En Francia existe (y pienso que también en la Argentina) desde que André Malraux fue el primer ministro de Cultura, una posición de regulación del sector. Existe una ley de precio único, y también las leyes de derecho de autor, creadas por Pierre de Beaumarchais en el siglo XVIII. Acá en la Argentina es interesante la cuestión de no gravar impositivamente a los productos editoriales. Otra diferencia entre ambos países es el rol activo del Estado en la difusión editorial, por ejemplo adquiriendo libros infantiles para distribuirlos en escuelas y bibliotecas públicas. Esto no existe en Francia y es muy interesante, porque permite el desarrollo de pequeñas compañías de edición.
-Usted menciona la posición activa que el estado asume en la Argentina como agente de difusión cultural. Desde su lugar como director del BIEF, ¿cree que este tipo de intervención es positiva o por el contrario considera conveniente que la actividad se autorregule a partir de las reglas de libre de mercado?
-Pienso que sería un error pronunciarnos a favor de alguna de esas opciones. En Francia conocemos la alternancia entre diferentes modelos, entre Giscard d'Estaing y Mitterrand, entre Sarkozy y Hollande, pero la regulación del sector es ajena a esas cuestiones. Por otra parte Francia es un país esencialmente liberal y las reglas de nuestro sector pueden trabajarse a partir las políticas de fijación de precios o la determinación del contrato entre autor y editor. Es decir que la regulación no depende de si el Estado interviene o no, porque la regulación del sector ya existe y ha sido respetada y promovida por los diferentes gobiernos, con lo cual no es necesario que el BIEF se preocupe por eso.  

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo.

viernes, 9 de octubre de 2015

LIBROS - La bielorrusa Svetlana Alexievich ganó el Premio Nobel de literatura: El arte del periodismo

Y un día los apostadores tuvieron razón: la escritora bielorrusa nacida en Ucrania Svetlana Alexievich fue distinguida por los miembros de la Academia Sueca con el Premio Nobel de literatura, luego de ubicarse al tope de las listas de apuestas desde hace meses. Un hecho infrecuente, pero también una anécdota que no merece más que estas líneas y esta sorpresa (que al fin y al cabo no lo fue tanto). Porque la elección de Alexievich ofrece un enorme listado de detalles de interés que merecen ser analizados. Análisis que deberá limitarse, por desgracia, a elementos secundarios respecto de su obra, ya que se trata de una escritora prácticamente inédita en la Argentina y en el mundo hispanoparlante: sólo ha sido traducido al español el más popular de sus libros, Voces de Chernóbil. Crónica del futuro, pero únicamente se lo consigue en el país en una edición digital. El milagro del Nobel hizo que durante el día de ayer la casa Penguin Random House anunciara que el libro también estará disponible en papel a partir de noviembre, y dispusiera un programa de traducción y edición de otros libros de la autora: La guerra no tiene rostro de mujer (2015), Los chicos de latón (2016) y Los últimos testigos (2017). Así que este año no hay especialistas que valgan: casi nadie sabe cómo escribe Svetlana Alexievich, porque no hay forma de leerla. Aunque sí es posible tener referencias de qué es lo que escribe la nueva Nobel.
En primer lugar se trata de la primera autora en recibir el premio cuya obra se apoya sólidamente en un género como la crónica, hasta ahora más vinculado al periodismo que a la literatura, renovando así la discusión acerca de cuáles serían los límites de la materia literaria. La confusión entre literatura y ficción –o su reducción a sus géneros más populares– ha provocado que el Nobel de Alexievich irritara a unos cuantos, que no dudaron en compartir el disgusto en las redes sociales. Ninguno de estos indignados ha leído, en el mejor de los casos, más que las pocas páginas de Voces de Chernóbil que pueden conseguirse gratis en la web. Con lo cual es posible suponer que el enojo proviene del hecho de que no se trata de una escritora que además es periodista, sino al revés: Alexievich es la primera periodista en la historia en recibir el Premio Nobel de literatura. Y lo hace en uno de los peores momentos de este oficio, con las ediciones en papel en franca retirada frente al ubicuo pragmatismo de las versiones digitales, y con las empresas periodísticas pensando más en las utilidades que en el factor humano. 
El premio abre además la discusión acerca de si el periodismo es apenas el oficio de quien informa, donde prima el qué y se desprecia al cómo; o si es posible realizarlo tensando sobre él las cuerdas de la estética y el arte. Frente a esto, aún en la imposibilidad física de realizar una evaluación crítica de la desconocida obra de Alexievich, debe reconocerse el riesgo que la Academia Sueca ha tomado al concederle el premio y saludarlo como un movimiento positivo no sólo para el periodismo sino, sobre todo, para la literatura.
Pero no debe pensarse a la elección de la bielorrusa solamente como un gesto en el que por fin se le concede a la crónica el pedigrí literario, sino que hay otros elementos interesantes que esta premiación invita a analizar. En los días previos se descontaba que el hecho de que la canadiense Alice Munro hubiera recibido el premio en 2013, y conociendo el informal sistema de cupos con que la Academia Sueca parece decidir cada año el destino del mismo, resultaba un indicio en contra del favoritismo de Alexievich. Que en los 114 años de historia del premio sólo 14 mujeres hayan sido honradas en el apartado literario parece una prueba irrefutable al respecto. Sin embargo la Academia, al menos en este caso, parece haber ido en contra de sus propias tradiciones. No es descabellado pensar en ello en relación a los cambios operados este año en la constitución del comité encargado de elegir al ganador, que por primera vez en los dos siglos de historia de la institución es presidido por una mujer, Sara Danius, en remplazo de Peter Englund, quien obraba al frente del jurado desde 2009. Joven, feminista y tal vez deseosa de hacer correr por la casa Nobel un aire renovador ya desde su primer año de gestión, es posible que el rol de Danius en la designación de Alexievich haya sido decisivo. Ella, sin embargo, le resta trascendencia: “Es una bonita coincidencia. Lo único que de verdad importa cuando la Academia toma la decisión de entregarlo es la calidad literaria”.
Así mismo no debe olvidarse que el Nobel de literatura siempre ha tenido un importante costado político que en este caso, por razones obvias, tampoco puede pasarse por alto: Alexievich no escribe poesía, ni cuentos ni novelas, sino crónicas políticas. Una de las primeras cosas que hizo frente a sus colegas periodistas como ganadora del Nobel, fue recordar sus profundas diferencias con las políticas de gobierno del presidente ruso Vladimir Putin y reconocer que a partir de ahora “ya no les resultará tan fácil a los poderosos en Bielorrusia y Rusia rechazarme con un gesto con la mano". Puede decirse, entonces, que si algo ha sido puesto de manifiesto con la premiación de Svetlana Alexievich, ese algo ha sido, una vez más, el sutil pero concreto poder de las palabras.

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo.

miércoles, 7 de octubre de 2015

LIBROS - Premio Nobel de literatura 2015: César Aira entre los 20 favoritos de los apostadores

Con el inicio de octubre llegan también los anuncios de los prestigiosos Premios Nobel con los que la Academia Sueca marca el pulso de un amplio abanico de disciplinas. Durante una semana la institución revela, a razón de uno por día, los ganadores en las categorías de Medicina, Física, Química, Literatura y Paz, reservando generalmente el día jueves para hacer público el nombre del escritor distinguido en el rubro literario. Efectivamente, el anuncio se hará en el día de mañana, sin embargo, como ocurre todos los años, hace meses que las casas de apuestas vienen manejando un listado de potenciales ganadores que incluye a muchos de los autores más prestigiosos de la literatura global. Un catálogo que reúne a las figuras de notables bestsellers con otras casi desconocidas para quienes no pertenezcan al círculo de especialistas en la materia literaria. Lo cual no deja de ser una curiosidad, tratándose simplemente de una lista generada por apostadores: cuesta imaginarse a burreros y ludópatas discutiendo acerca de las posibilidades de la escritora bielorrusa Svetlana Alexievich o del keniata Ngugi Wa Thiong’o de llevarse este año los más de 900 mil euros que recibe cada ganador. La gran sorpresa de 2015 es la aparición del argentino César Aira dentro de la lista de los primeros 20 favoritos: es probable que, más allá del ámbito de la literatura iberoamericana, su presencia resulte igualmente exótica para los lectores de todo el mundo. 
Este año la mencionada Alexievich es la gran favorita en todas las grandes casas de apuestas del mundo. Bastará mencionar, como prosaico ejemplo de hasta dónde llega el desconocimiento de su nombre y la poca difusión de su obra entre los lectores locales, que sólo uno de sus libros se publicó en el país (el ensayo Voces de Chernóbil. Crónica del futuro, a través del sello Debolsillo) y recién fue editado a comienzos de este año, luego de que Alexievich ingresara en 2014 por primera vez en estas listas de apuestas. El detalle no menor es que el libro no fue publicado en papel, sino que sólo está disponible en una edición digital. Exactamente lo mismo ocurre con Thiong’o y su obra, de la que sólo es posible conseguir otro ensayo: Descolonizar la mente: la política lingüística de la literatura africana, también editado por Debolsillo unicamente en formato digital. El autor de origen africano ocupa el tercer escalón del podio de los favoritos entre los apostadores.
En medio de ambos virtuales desconocidos se ubica el japonés Haruki Murakami, una vez más instalado en un lugar de privilegio dentro del pelotón de favoritos, siempre según el criterio de los apostadores. El caso de Murakami es más que curioso, ya que su nombre integra desde 2008 la élite de las apuestas de manera ininterrumpida, pero cada año la Academia Sueca invariablemente ha elegido a otro autor, haciendo que el asunto se convierta en centro de incontables humoradas. Entre ellas se destaca el ingenio del diario madrileño El Confidencial, que tituló su nota sobre las previsiones del Nobel de literatura de este año, firmada por Daniel Arjona, parafraseando el famoso microrrelato El dinosaurio del escritor hondureño Augusto Monterroso: “Cuando Murakami despertó, el Nobel de literatura seguía sin estar allí”. Si bien es un hecho que los favoritos de las apuestas no suelen coincidir con los ganadores –la única excepción tal vez sea la del turco Orhan Pamuk, premiado en 2006—, sí ha ocurrido que el favorito de un año sea premiado al año siguiente, lo cual constituiría el único indicio a favor del éxito de Murakami. Algo que parece difícil atendiendo a que el chino Mo Yan lo recibió en 2013. Conociendo la pasión de los suecos por la corrección política y el cumplimiento de cupos (aunque sea de manera informal y nunca explícito), resulta muy improbable que dos escritores orientales lo reciban con tan pocos años de diferencia. 
El Top Ten de favoritos de los apostadores no presenta mayores sorpresas y en ella es posible encontrar a los sospechosos de siempre: los estadounidenses Philip Roth y Joyce Carol Oates; el noruego Jon Fosse; el austríaco Peter Handke; el sirio Adonis; el coreano Ko Un y el albanés Ismail Kadare. La aparición de Aira en el puesto 20 y 19 de las apuestas registradas en Ladbrokes y Unibet, las dos principales agencias de apuestas del mundo, es sin dudas la gran sorpresa del año. Aunque el argentino llegó a ubicarse en el puesto número 12, en las últimas horas ha ido perdiendo el favor de los apostadores para dejarlo al límite del Top 20, lugar que comparte con el cantautor Bob Dylan, el israelí Amoz Oz, los estadounidenses Thomas Pynchon y Cormac McCarthy o el checo Milan Kundera, todos ellos figuritas repetidas en estas instancias. Pero, ¿cuáles son las posibilidades reales de Aira de recibir el Nobel de literatura? Imposible saberlo a ciencia cierta. Pero si hubiera que arriesgar con criterio de apostador se podría pensar que no son tantas, aunque es posible que sean más que las que parece tener el pobre Murakami. Los cinco años que han pasado desde la premiación del peruano Mario Vargas Llosa, último escritor en lengua castellana en recibir el Nobel, no parecen ser suficiente distancia. Cuenta como punto a favor que ningún argentino lo ha recibido nunca antes. Las posibilidades existen, claro. Aunque si fuera por eso tampoco habría que descartar a Ricardo Piglia, quien directamente no figura en ninguna lista de apuestas.
Usando la misma arbitraria lógica de apostador y pensando en la ya mencionada tendencia de los suecos a convertir los premios en lecciones morales, tal vez habría que buscar un favorito sin descartar los detalles geopolíticos. ¿Favorecerá al poeta sirio Adonis la imagen repetida del cadáver de Aylan Kurdi tirado en la playa? ¿El duro panorama migratorio de la Europa actual beneficiará al albanés Ismail Kadare? ¿O finalmente Thiong’o vendrá a llenar el cupo de etnias africanas, teniendo en cuenta que solamente dos escritores negros recibieron el premio en sus 114 años de existencia (el nigeriano Wole Soyinka en 1986 y la estadounidense Toni Morrison en 1993)? ¿O su carácter de mujer y feminista dentro del mundo árabe será favorable a la elección de la egipcia Nawal El Saadawi? Lo único que está claro es que por unos días el Nobel de literatura se convierte en una atracción de kermese y, entonces, por qué no jugar un rato. La literatura, por suerte, sigue a salvo en los libros.

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

martes, 26 de agosto de 2014

LIBROS - Cortázar dibujado: Libros para leer y ver a Cortázar

Curioso destino tienen algunos escritores, cuyas obras, sin que ellos se lo propongan nunca, acaban convertidos en clásicos de la literatura infantil y juvenil. No se trata, claro, del fenómeno moderno de sagas monumentales urdidas desde su origen como un producto de mercado antes que como literatura, con el fin de atacar un segmento de consumidores entre los 6 y los 20 años, tendencia que terminó de consolidarse luego del éxito de dimensiones universales de las siete novelas escritas por la inglesa J. K. Rowling sobre un chico que es aprendiz de mago, a quien le tocará vivir una serie de aventuras intensas, a cual más increíble, con sus compañeritos de la escuela de magia. Se trata de autores a quienes nunca se les hubiera ocurrido siquiera soñar con que sus cuentos y novelas terminarían alimentando colecciones y colecciones de libros para chicos, simplemente porque ellos no escribieron para chicos: solamente escribieron y el resto es cosa de editores más o menos despiertos, que han sabido encontrar en los trabajos de esos autores oportunas puertas de entrada al mundo de la lectura. Al contrario de autores como Hans Christian Andersen, Lewis Carroll o Matthew Barrie, quienes escribieron a conciencia obras infantiles, otros como Robert L. Stevenson, Julio Verne, Edgar Allan Poe, Jonathan Swift, Jack London, Mark Twain y hasta Bram Stoker o Mary Shelley resultaron ser algunos de los más “beneficiados” por la tendencia de pensar en una biblioteca para chicos, que tiene su antecedente más notorio en la vieja colección Robin Hood. A caballo de esto, y aprovechando que justo hoy se cumple, al fin, el centenario de su nacimiento, parece interesante preguntarse si algo parecido no acabará ocurriendo tarde o temprano con buena parte de la obra de Julio Cortázar.
Como ocurría con la mayoría de los citados, Cortázar jamás escribió pensando en categorías de lectores, ni atendiendo a ningún tipo de fragmentación del público. Ya se ha dicho que ese tipo de trucos son herramientas editoriales más o menos modernas, que tienen como objetivo diversificar el mercado con la vista puesta en ampliar las ventas a través del recurso de ofrecer el mismo producto en diferentes envases, atendiendo a una determinada estratificación de los consumidores, clasificados ad hoc a partir de diversos estudios de mercadotecnia. Por eso que puede decirse que la literatura infantil se consolida como categoría editorial junto con el surgimiento del marketing, ahí nomás de la Revolución Industrial, a mediados del siglo XIX. Bueno, para volver a Cortázar y su literatura, no puede decirse que exista un vínculo consciente entre esta categoría y su trabajo como escritor. A no ser por (porque siempre hay una excepción a la regla) el relato conocido como “El discurso del oso”. 
Una de las incontables curiosidades que incluye la edición de los cinco volúmenes de Cartas, que incluyen la correspondencia incompleta de Julio Cortázar es la no muy difundida buena relación que Julio Cortázar mantenía con los chicos y la infancia. Varias pruebas se acumulan en estas cartas, sobre todo en las que intercambió con la pareja integrada por el pintor Eduardo Jonquieres y María Rocchi. Algunas de ellas van directamente dirigidas a los niños de la familia, que cuando el escritor dejó Buenos Aires eran dos, Maricló y Albertito, y acabaron siendo cuatro. A ellos justamente les dedica por vía postal el “Discurso del oso”, cuento que luego y no por casualidad se haría conocido como parte de ese libro juguetón que es Historias de cronopios y de famas. Porque aunque no se trata de un libro infantil, no caben dudas de que los textos que lo componen conservan un tono y un espíritu propio que difícilmente pueda ser reconocido en cualquier otro de los libros de Cortázar, que tiene que ver con un nivel lúdico muy cercano a la infancia. Tampoco es casualidad que dos libros ilustrados y claramente pensados para chicos, hayan sido editados en los últimos años.
El discurso del oso propiamente dicho fue publicado de manera independiente por Libros del Zorro Rojo. Con ilustraciones del ilustrador español Emilio Urberuaga, este libro al fin concreta el destino original de este relato, que tal vez sea el único texto de Cortázar escrito para chicos. Una afirmación que es, sin embargo, por lo menos discutible. La propia Aurora Bernárdez, primera mujer de Cortázar, reconoció a los editores del libro que en el origen del relato hay algo que ya estaba presente en el cuento “Casa tomada”, tal vez el más famoso de los escritos por el autor: la curiosidad que le provocaban a Cortázar los ruidos en el interior de las paredes o al otro lado de ellas. Los dibujos de Urberuaga vuelcan decididamente el extraño relato de Cortázar del lado de lo infantil. 
Lo mismo ocurre con el trabajo realizado por el artista argentino Elenio Pico, quien tuvo a su cargo la delicada tarea de darle un cuerpo a los Cronopios, los Famas y las Esperanzas, criaturas que animan los relatos incluidos en la versión ilustrada de Historias de cronopios y de famas, editada este mes por Alfaguara. No se trata de una versión completa de aquel libro editado originalmente en 1962, justo antes de que Cortázar se convirtiera en un escritor de renombre mundial luego de la publicación de Rayuela, ocurrida un año más tarde, sino que recoge todas las historias en la que estos indefinibles personajes son los protagonistas. El trabajo de Pico, lejos de permitirse el lujo de la innovación, utiliza las descripciones dadas por el propio autor en los textos –sobre todo en el caso de los cronopios- para dar forma a los personajes. Otro de los aciertos del libro consiste en incluir textos que no integraron aquel libro y que fueron recogidos más adelante en volúmenes y compilaciones. Esta versión de Historias de cronopios y de famas concreta lo que ya muchos pensaban: que no hay mejores lectores para esas alegorías de perfil surrealista que aquellos que todavía viven jugando.
En busca de responder a una pregunta (¿Terminará convirtiéndose la obra de Cortázar en parte de futuras bibliotecas infanto- juveniles?), estos dos libros hacen surgir nuevas dudas. Por ejemplo: ¿Qué elementos definen a un libro como Infantil o juvenil? Porque es cierto que tanto en el caso de El discurso del oso de Libros del Zorro Rojo, como en el de Historias de cronopios y de famas de Alfaguara, lo único que cambia respecto de las versiones originales es que aquellos formaban parte de una obra mayor y que ninguno de ellos incluía ilustraciones. ¿Será que cualquier libro ilustrado se convierte en un libro para chicos o adolescentes? Por supuesto, la respuesta es no. Sin embargo cualquiera sabe que el hecho de tener “dibujitos” representa una buena excusa para que un chico, víctima de su propia curiosidad, se vea empujado a hojearlo. Entonces, si bien un libro ilustrado no es en sí mismo un libro infantil, puede decirse que cualquier libro ilustrado tiene el potencial de ser consumido por chico. Y si el autor es Cortázar, entonces la excusa es doble.
Dentro de la categoría de libros ilustrados basados en textos de Cortázar se destacan dos, también editados por Libros del Zorro Rojo. Se trata por un lado de “El perseguidor”, cuento originalmente incluido en Las armas secretas (1959) y de “Reunión”, perteneciente al libro Todos los fuegos el fuego (1966). Ambos libros incluyen los textos completos y han sido ilustrados por dos de los mejores artistas argentinos del género, José Muñoz y Enrique Breccia; los dos, curiosamente, de uno u otro modo, alumnos del enorme Alberto Breccia, un dato no menor. Tanto el trabajo de Muñoz como el de Breccia hijo tienen la impronta de los grandes trabajos del viejo Breccia. El juego de claroscuros con que ambos artistas encaran los textos resultan tal vez la mejor estética para intentar dibujar a Cortázar, y ambos libros representan dos objetos delicados de los que disfrutarán tanto los amantes de Cortázar como los del trabajo de estos dos maestros de la tinta china.
Ahora, si de dibujar a Cortázar se trata, el libro indicado es Una biografía rayuelística de Julio Florencio Cortázar, del artista Miguel Repiso, mejor conocido como Rep. Se trata de la adaptación editorial del mural que este reconocido dibujante realizara este año en el Salón del Libro de París, en donde la Argentina y Julio Cortázar fueron huéspedes de honor. Rep consigue con su trazo minimalista sintetizar los rasgos básicos del escritor, para luego ubicarlo en diferentes situaciones emblemáticas de su vida, prolijamente desordenas para el rayuelístico disfrute del lector. O tal vez sea más apropiado hablar de un orden distinto, aquel con el que Cortázar decidió organizar su obra más conocida. O aquel con que los nenes recorren las páginas de cualquier libro que tenga dibujos, sea para chicos o no. 

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

viernes, 9 de mayo de 2014

LIBROS - Waldhuter ofrece en la Feria más de seis mil libros inéditos en la Argentina

No está mal pensar en la Feria del Libro como se piensa una obra literaria: pudiendo comprobar en ella la riqueza de lo que ofrecen sus expositores, es imposible no pensar en todo lo que falta, en aquellos libros que, por el motivo que sea, no han llegado a editarse en el país. Las abuelas dirían que se trata del lamento del que tiene la panza llena; tan cierto que para los verdaderos amantes de la lectura no hay libros que alcancen. Para ellos, este año el stand de Waldhuter vuelve a presentarse como la tierra prometida. 
Waldhuter es una distribuidora que gestiona en la Argentina los catálogos de prestigiosos sellos españoles y de América Latina, ofreciendo más de 6000 títulos que de otro modo serían inconseguibles. Más de un millar son novedades. Las españolas Acantilado, Atalanta, Alpha Decay, Impedimenta, Libros del Asteroide, Nórdica y Periférica son parte de las casas editoras representadas. Pero también Cuarto Propio, Metales Pesados, Tajamar y Diego Portales de Chile, o Almadia y Red Altexto, ambas de México. "Nuestro objetivo es hacer llegar a las librerías proyectos editoriales nuevos, con ediciones cuidadas tanto en lo que refiere a contenido como al diseño", afirma Gabriel Waldhuter, responsable de la distribuidora. "Realizamos la distribución de forma ‘artesanal’, es decir que nos dedicamos a personalizar la entrega: seleccionamos los títulos a partir de las características de cada librería."  

–¿Cómo llegan a ese criterio de selección?  
–Para nosotros es importante tener un ida y vuelta con el editor, conocer cuál es el proyecto editorial que publicará durante el año, la cantidad de novedades, autores.  
–¿Por qué esos títulos no tienen ediciones nacionales?  
–El motivo principal es que no se trata de best sellers. Son títulos que el editor español, mexicano o chileno imprime en su país, pensando en su mercado y también en el mercado hispanohablante. En su gran mayoría se trata de tiradas de 1000 a 1500 unidades. En muchos casos la cantidad que traemos no supera los cinco ejemplares por título: hacer tiradas locales de estos libros no sería viable comercialmente.  
–¿Qué problemas involucra trabajar con ediciones extranjeras?  
–Digamos que en estos momentos es un problema, aunque nosotros hemos ingresado nuestros pedidos con total normalidad y tiempo a través de los convenios de importación que tienen la Cámara Argentina del Libro y la Secretaria de Comercio de la Nación. Más allá de lo comercial, el libro es la herramienta fundamental en la formación y transformación de una sociedad. Por lo tanto, consideramos que debería tener libre circulación en el mercado hispanohablante, y con esto me refiero a la posibilidad de importación, es decir, de circulación de libros producidos por editoriales extranjeras y no a la importación de industria gráfica (es decir, de editoriales argentinas que imprimen fuera del país), que es otro asunto.  
–¿Realizan trabajo como editores?  
–Sí, el sello se llama Waldhuter Editores. Nos dimos cuenta, después de años de distribución, que algunos títulos que representábamos comenzaron a faltar en las librerías. Entonces tratamos de rescatarlos consiguiendo los derechos de los mismos y haciendo nuevas traducciones. Fue el caso de Los géneros del discurso de Tzvetan Todorov. Pero también apostamos a títulos no traducidos, como ¿Adónde va la verdad? de Pierre de Roo, o La memoria saturada de Regine Robin. Para ello realizamos búsquedas temáticas de autores no traducidos nunca al español y que tengan una línea de pensamiento parecida a la nuestra.  
–¿Dónde se podrá conseguir los títulos distribuidos por Waldhuter luego de la Feria?
–En las librerías de Corrientes, Callao y Avenida Santa Fe. Y también en el circuito de librerías de Palermo y San Telmo. «

Para visitar En la Feria del Libro Distribuidora Waldhuter ocupa el stand 520, dentro del Pabellón Azul.

Los 12 recomendados de Waldhuter  

1- Insolencia, literatura y mundo, de Guillermo Fadanelli, Editorial Almadia.  
2- La chica de Nueva Inglaterra, de Sherwood Anderson, Editorial Nórdica.  
3- El pequeño guardia rojo, de Wenguang Huang, Editorial Asteroide.  
4- La utilidad de lo inútil, de Nuccio Ordine, Editorial Acantilado.  
5- La lección de música, de Pascal Quignard, Editorial Funambulista.  
6- La posesión de Loudun, de Michel de Certeau, Universidad Iberoamericana.  
7- Escribir, ensayos sobre literatura, de Robert Louis Stevenson, Editorial Paginas de Espuma.  
8- Una historia secreta de la consciencia, de Gary Lachman, Editorial Atalanta.  
9- Querido Diego, te abraza Quiela, de Elena Poniatowska, Editorial Impedimenta.  
10- Peking by Nigth, de Svetislav Basara, Editorial Minúscula.  
11- Breaking Bad, de varios autores, Editorial Errata Naturae.  
12- Todo ajeno, de Natalia Litvinova, Editorial Vaso Roto.

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.