El estreno de La vida útil, del uruguayo Federico Veiroj, en la sala Lugones del teatro San Martín, supone un acontecimiento de gran valor, porque significa, entre otras cosas, la continuidad del BAFICI por otros medios. El film de Veiroj fue uno de los títulos más sobresalientes de la última edición del festival porteño y es sabido lo difícil que es para este tipo de material conseguir espacio de difusión. La razón fundamental para la alegría es entonces la posibilidad concreta de que más gente pueda disfrutar de esta sorprendente película. Una sorpresa que no viene, como las del cine norteamericano, de la acumulación de hipérboles, sino de una forma de relato que se permite utilizar los recursos tradicionales del cine para narrar de una manera, sino nueva, al menos distinta y original.
Para contar la historia de Jorge, protagonista de La vida útil, Veiroj empieza por lo cotidiano. Él es uno de los programadores de la Cinemateca Uruguaya, institución dedicada a difundir cinematografías infrecuentes y rescatar los clásicos del séptimo arte. Un espacio que, como otros de su especie, parece aislado por una burbuja de atemporalidad que lo retiene en aquellos tiempos felices, cuando las vanguardias todavía eran vanguardias y la juventud, ebullición. Jorge y sus compañeros transitan los ambientes enajenados de la Cinemateca, de un modo muy parecido al que reunía a los personajes de Lisandro Alonso dentro de la mismísima sala Lugones, en su película Fantasma: como espectros que han anclado en las márgenes del cine (que siempre es el mundo). De hecho Jorge ha trabajado ahí cada día de los últimos 25 años. Pero cuando esa cotidianeidad estancada colisiona con la cultura del mercado, Jorge sabrá que la aparente inmovilidad no era sino un lento descenso. La Cinemateca dejará de funcionar por falta de apoyo y cerrará sus puertas.
Tras el desmoronamiento de ese mundo que era el centro de su película, Veiroj se permite el mayor atrevimiento. Con la canción “Los caballos perdidos”, de Leo Maslíah, como demencial punto de quiebre, la segunda mitad del film asumirá la superposición de la realidad dura del mundo exterior (que se ha vuelto extraño a los ojos de un Jorge conmocionado), con recursos tradicionales del cine, como la música y el montaje, para desde sus códigos conocidos transitar una nueva forma narrativa. Jorge cargará contra la realidad, pasará de sapo a príncipe y, convertido en héroe, tomará por asalto el castillo de la razón moderna, para rescatar a su princesa e invitarla a pasear. Al cine.
Veiroj, quien ya se había destacado con su ópera prima (Acné, 2008), consigue aquí refrendar sus antecedentes y duplicar el riesgo, con una propuesta estética que por momentos recuerda los extraños trabajos del canadiense Guy Maddin. Protagonizada por Jorge Jelinek, reconocido crítico de cine uruguayo, La vida útil es a la vez épica y comedia, cuento de hadas y una de las mejores películas del año.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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