El recurso de reconvertir cuentos infantiles en relatos que oscilan entre el horror y la acción comienza a agotarse a poco de empezar su explotación. Aunque hay que reconocerle cierto mérito a la constante lucha de Hollywood por intentar (y conseguir) sacar agua de las piedras, también debe decirse que muchas veces se trata de agua poco potable. Ocurre que cualquier dislate con un par de caras de moda y dos secundarios con oficio puede servir para mantener a Hollywood con vida, y entonces se vuelve obvio que películas como esta Hansel y Gretel: Cazadores de brujas no son más que combustible ligero para conservar la maquinaria en marcha. Un cine hecho con el método de la cama caliente, casi sin pensar. Y si el cine fantástico y de terror fue siempre un gancho para público adolescente, uno de los que más dinero deja en las boleterías, se termina de entender el por qué de la insistencia por convertir a cualquier cosa en una de zombies o de monstruos. Esta versión retrofuturista (Steam-Punk) del relato de los hermanos Grimm tiene profusos antecedentes en los últimos años, ninguno muy destacado. No vale la pena evocarlos aquí (apenas quizá la reciente Blancanieves y el cazador), pero sí decir que forman parte del espurio linaje de este film que representa el debut del director noruego Tommy Wirkola en los Estados Unidos.
En este caso el traspaso es sencillo, en virtud de que en el cuento original los dos niños eran capturados por una bruja que los engordaba para el puchero. El mecanismo de proyección aquí hace que aquellos nenes salvados, se convirtieran con los años en persistentes enemigos de las mujeres dadas al comercio con las fuerzas oscuras. Como si se tratara de un western, Hansel y Gretel trabajan como cazarecompensas y son contratados por el alcalde de una típica aldea europea para poner fin a una ola de desapariciones de chicos, atribuida a las hechiceras. Aunque la historia transcurre en un tiempo que se intuye cercano a la Edad Media, la película hecha mano de una estética post Mátrix, permitiendo a sus héroes realizar proezas que desafían la física newtoniana, vistiéndolos de ajustado cuero negro. Jeremy Renner, cada vez más buscado como figura de acción, luce aburguesado dentro de ese atuendo, no es muy distinto del que usó el año pasado cuando formó parte de la troupe de Los Vengadores, y Gemma Arterton es apenas su belleza. Persecuciones, efectos especiales y anacrónicas armas de fuego completan la fórmula.
Más allá de la imaginería visual, en la que Wirkola ya tenía experiencia (fue director de Dead Snow, una de nazis zombies), y de un par de chistes bastante buenos (uno de ellos relacionado con el exceso de azúcar al que los hermanitos fueron sometidos durante su cautiverio en la casita construida de golosinas), no es mucho lo que puede rescatarse de Hansel y Gretel: Cazadores de brujas. Un cine clase B flaco, al que ni los excesos le alcanzan para conseguir un impacto cinematográfico destacable.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.
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