Interesado en las preguntas tanto como por las respuestas, pero
también en la literatura policial y sus diferentes avatares, el escritor
y periodista Marcos Mayer indagó el mundo del crimen desde un lugar
diferente en su libro Artistas criminales. Historias de genios sin ley.
Se trata de una colección de historias acerca de artistas que por
diferentes causas acabaron por cruzar la delgada línea que convierte a
un hombre común en criminal. El libro recoge la figura de artistas cuyos
casos y delitos son bien conocidos, como los del Marqués de Sade o
Charles Mason, pero también la de nombres que habitualmente no son
asociados al crimen, como Daniel Dafoe o Norman Mailer, o que
directamente son muy poco conocidos, pero cuyos crímenes impactan, como
el Issei Sagawa o Richard Dadd. La lista es larga e incluye otros
nombres insignes como los del escritor beat William Burroughs, Jean
Genet o el filósofo Louis Althusser. Los textos de Mayer sobre ellos
tienen una intensidad que sin dudas atrapará al lector ávido del género
policial, pero también a cualquier otro cuyo motor sea el mundo de los
artistas o, directamente, la simple curiosidad. Una confirmación de que
el crimen y las preguntas hacen de todos los hombres el hombre
"Yo quería hacer un texto narrativo y me parece que el libro tiene
más que ver con cierta clase de folletín", afirma Mayer sobre Artistas
criminales. "Si tengo que colocarlo en algún lado es en esa zona del
folletín un poco truculento del siglo XIX. Más Borges, porque para todos
nosotros está su sombra. Lo que yo busqué es mezclar una cosa más
popular con algo más culto, aunque dicho así suena un poco pedante. Pero
en lo general fue tratar de hacer un texto narrativo, que es algo que
hasta ahora no había intentado", concluye el autor.
–¿El libro nace entonces del cruce de lo policial como popular, con los artistas como élite cultural?
–No sólo eso, sino como el relato del crimen, que suele pertenecer
al mundo de los relatos populares, con cierta búsqueda de interpretación
de la obra de arte en relación con el crimen. No es que coloque al arte
en la zona de "lo culto" y el crimen del lado de lo popular, sino que
me refiero a esa doble búsqueda de narrar e interpretar.
–En el arte, la transgresión es muchas veces un objetivo. ¿Ese
camino de transgresión de las leyes del arte puede facilitar el camino
de la transgresión de la ley civil?
–Creo que no. Hay artistas fantásticos a los cuales no les interesa
transgredir. Tampoco sé hasta qué punto el crimen es siempre una
transgresión. Me parece que en estas historias había la búsqueda de una
identidad antes que la transgresión de una ley. Hay casos de quienes se
hicieron artistas luego de cometer su crimen, en los que el crimen los
hace ser otros. Ese deseo de ser otro aparece todo el tiempo. Si uno
puede establecer un paralelismo entre el crimen y el arte, es que ambos
te permiten ser otro que aquel que tenías destinado ser. Lo de la
transgresión es relativo: acá hay personajes que matan o roban un poco
porque sí.
–Mencionás la popularidad del policial como género, pero también la
que alcanzan algunos criminales cuando sus delitos cobran difusión y
mucha gente se vuelve fanática de ellos, como Ted Bundy o Jeffry Dahmer
en EE UU, o el odontólogo Barreda acá en la Argentina. ¿Esa fascinación
que causa el criminal es parte necesaria para que un libro como el tuyo
sea posible?
–Supongo en tal caso que esa fascinación se ha cumplido primero en
mí: hay una fascinación que ejercen estos tipos. Y sobre los que no
alcanzaron a fascinarme no escribí nada. Existe esa fascinación que te
lleva a preguntarte cómo esta mujer o este tipo llegaron a cruzar este
límite. A mí, por ejemplo, este caso del tipo que se casa con la gemela
de la mujer que mató me da ganas de escribir algo; no sé qué, una
historia. Algo. Pero el relato policial tiene otras cosas, que tienen
que ver con una búsqueda del saber. Eso es lo que hay tras la
indagación, detrás del "¿quién lo hizo?".
–¿Creés que tu libro traslada esa fascinación al lector?
–Espero que sí, aunque no estoy muy seguro de que eso vaya a
suceder. Pero he hecho todo lo posible por seducir a los lectores,
siguiendo las líneas de lo que a mí me interesaba y de lo que a mí me
sorprendía de estas historias. Por ejemplo, fue una sorpresa enterarme
de que la banda de rock inglesa Kasabian se puso ese nombre por el
apellido de una de las chicas del clan de Charles Manson. Esas cosas me
resultan llamativas. O el caso del pintor Richard Dadd, que compra las
herramientas precisas con las que luego mata a su padre, ni una más ni
una menos. Hay algo en ese grado de locura, si querés (aunque no es la
palabra exacta), que son zonas en las que me gusta indagar.
–El caso de Kasabian que mencionas, o el de Marilyn Manson, pueden
ser una prueba de lo arraigado que se encuentra en la cultura popular el
relato policial.
–Te diría que el rock trabaja sobre ese límite. Yo he encontrado
tres o cuatro conexiones. Por ejemplo, el tema que los Rolling Stones le
dedican a Issei Sagawa; esta cosa de lo demoníaco que los Rolling mismo
han encarnado. No está para ponerse Manson así nomás, no es un
estandarte que uno levanta fácilmente. Me parece que el rock captó todo
eso porque ahí también hay un arsenal de leyendas y construcción posible
de un relato distinto, que yo creo que no se terminó de concretar. Esa
cosa de trabajar con el horror. Creo que hay una búsqueda del rock en
ese sentido que normalmente se detiene, y creo que es porque el rock
terminó entregando las banderas.
–Recién usaste la palabra seducir, y dentro del libro el crimen
aparece muchas veces si no como seducción, como un elemento cercano al
erotismo. Es muy claro en el relato de Leadbelly, cuando dice que
prefiere los puñales a las armas de fuego, por la capacidad del arma
blanca de penetrar y sentir el cuerpo ajeno.
–No lo había pensado mucho en ese caso, aunque tenés razón. Sí armé
un capítulo aparte con los casos de quienes matan o intentan matar a
sus esposas, porque me pareció que había una zona que era diferente a
las otras. También fue la zona que más me pudrió la cabeza a la hora de
escribir.
–Es curiosa la inclusión en el libro de la historia de Charles
Manson, porque resulta difícil tomarlo seriamente como artista. ¿Creés
que tu libro por un lado pone en cuestión el concepto de crimen, pero
también el concepto de artista?
–Cuando me puse a investigar a Manson me llamó la atención
enterarme de que fuera (o pretendiera ser) cantante y escuchar por
Internet algunos de los discos que grabó en la cárcel, y me pareció que
había un vínculo, sobre todo por el lado del rock. Y Manson me sirvió
para indagar en eso. No sé… Para mí, Caravaggio fue un artista enorme,
haya matado o no. Eso me llevó incluso a sentirme injusto con él, porque
es tan grande como artista que, de última, pasados los siglos, que haya
acuchillado a un par de tipos es absolutamente secundario. Creo que hay
grandes artistas cuyos crímenes echan luz sobre la naturaleza del
crimen, donde se juega esto que vos decís de lo erótico, pero también un
proceso personal. Vos sos otro después de haber cometido un crimen y ya
no tenés retroceso. Lo mismo pasa cuando pintás ciertos cuadros o
escribís ciertos libros: después ya no podés volver atrás.
–En Artistas criminales hay una falta de juicios morales, evidente
en el hecho de colocar juntos y sin discriminar a Daniel Dafoe, cuyo
delito era el de escaparle a los acreedores, junto a Sagawa que mató y
se comió a una compañera de universidad.
–En el caso de Sagawa, comérsela también tenía un componente
erótico. Traté de que el libro no tuviera condenas morales. Me parece
que ni el crimen invalida la obra ni, como en el caso de Genet, la
justifica. Son dos búsquedas distintas que coinciden en algunas
personas. Sería insospechado que Borges siquiera intentase robar una
servilleta en un restaurant, sin embargo él sí trabajó mucho para ser
otro desde la literatura. Pero en los casos abordados en el libro, son
todos artistas, personas que le escapan al mandato de lo que se espera
de ellos, de ser siempre los mismos.Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario