La Flora del título es una niña de 9 muy curiosa pero algo solitaria, a la que su padre dibujante le ha transmitido la pasión por las historietas de superhéroes. Afición que su madre, autora de ese tipo de novelas románticas escritas para leer y descartar, intenta cambiar por el de los libros. Pero como el papá de Flora ya no vive en casa, porque la pareja atraviesa un período de crisis, las revistas se han convertido para ella en una suerte de placebo que la ayudan a conjurar su ausencia y se niega a abandonarlas. En esa situación un poco angustiante se encuentra la nena cuando ocurre el primer giro de la historia, aquel que marca el final de un primer acto que ha planteado sus elementos con eficiente economía.
Cuando Flora ayuda a una vecina a tratar de detener una aspiradora robótica fuera de control, la máquina golpea contra un árbol y provoca la caída de una ardilla que tiene ahí su madriguera, a la que termina aspirando por accidente. De corazón noble, como corresponde a una chica Disney, Flora se lleva al animalito a su casa para ayudarlo a recuperarse, marcando el comienzo de su amistad. Dadas las circunstancias emotivas de la niña, es inevitable que el roedor (bautizado Ulises en honor a la marca de aspiradora loca) acabe ocupando el lugar del objeto transicional que la ayuda a sobrellevar el dolor de la separación de sus padres. Aunque nada de esto es abordado en profundidad, las marcas son claras.
Como si se tratara de un reflejo de su propia situación, Flora convierte el trauma de la ardilla con la aspiradora en el punto de inflexión del camino del héroe: ese momento en el que un ser común recibe un poder a partir de una circunstancia también traumática. Porque al convertir a su ardilla en superhéroe es ella misma la que se vigoriza, reuniendo las fuerzas que le permitirán encarar la deseo de volver a reunir a sus padres. Que ese poder provenga de la tecnología doméstica resulta oportuno: lo que pasa en la casa, se soluciona en la casa. A pesar de dichos elementos que enriquecen el análisis, Flora y Ulises reduce todo eso a meras convenciones narrativas, poniendo en escena (una vez más) la fantasía de la familia blanca y perfecta. En ese punto la película atrasa bastante.
Artícuo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.
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