viernes, 12 de febrero de 2021

CINE - "Zombis en el cañaveral. El documental", de Pablo Schembri: Todo horror es político

Hay ocasiones en que una crítica desatenta puede arruinarle al lector/espectador la experiencia particular que propone una película. La producción argentina Zombis en el cañaveral. El documental, dirigida por el tucumano Pablo Schembri, es uno de esos casos en los que la dictadura del spoiler impone sus límites. Su abordaje presenta serias limitaciones a la hora de pensar y escribir sobre él, sin revelar detalles que es mejor que el público descubra por sí mismo, pero aún así desarrollar un análisis que le haga justicia. Dificultad que acá no se reduce a mantener en secreto un simple giro en el guión, que sobre el final del relato cambia el sentido del argumento. Acá el asunto es más complejo y tiene que ver con cuestiones que rozan la esencia de la lógica cinematográfica y el pacto tácito que los diferentes géneros establecen con el espectador. 

Zombis en el cañaveral se presenta bajo la forma clásica del documental de investigación, cuya historia es motorizada por un misterio que busca ser resuelto. Que en este caso tiene que ver con el destino de una mítica película perdida, filmada bajo ese mismo título en 1965 en la provincia de Tucumán por un joven cineasta local. La misma no solo se habría adelantado en su temática y estética a la extraordinaria La noche de los muertos vivos (1968), piedra fundamental del cine de terror moderno, sino que habría servido de inspiración directa para su creador, el célebre George Romero. Hecho que, de ser así, cambiaría la cronología de la historia del género y todos los abordajes teóricos y académicos del mismo.

La estructura de la película de Schembri también sigue las reglas del relato policial y va aportando pistas a cuentagotas, para que el investigador a cargo, en este caso el periodista Luciano Saracino, las vaya ordenando en busca de develar la triste fortuna de la obra perdida. Entre las fuentes consultadas, cuyos testimonios se presentan con el tradicional formato de cabezas parlantes, se encuentra el propio director del film original, el también tucumano Ofelio Linares Montt, y algunos de sus colaboradores cercanos durante el rodaje. Ellos cuentan de primera mano el camino recorrido por la película, que solo habría tenido un estreno limitado en los Estados Unidos. Según el documental, en la Argentina el film no habría superado los férreos límites de la censura durante el gobierno de facto del general Onganía, en cuyos laberintos burocráticos habría desaparecido su única copia.

Entre los méritos de la película de Schembri está su vocación lúdica, la irrenunciable voluntad de proponerle al espectador un juego de límites imprecisos, pero sin perder el rigor que caracteriza a un buen documental. Tanto, que hasta se permite abusar con humor de ciertos clichés, como algún exceso de sentimentalismo o la intromisión demasiado marcada de lo cotidiano. Elementos que en otro documental sin duda serían vistos como una debilidad estética, pero que aquí forman parte de esa búsqueda de forzar las fronteras del género y desafiar al espectador. Y también le da un buen uso a los recursos de la animación y la recreación de época. 

Otro elemento que Schembri manejó con lucidez es la forma en que el relato dialoga con el contexto histórico. En ese sentido, Zombis en el cañaveral es un film tan político como el de Romero, solo que logra hacer calzar de forma precisa la metáfora del zombi dentro de la historia argentina. Así, la película perdida de Linares Montt no solo se habría adelantado a un determinado concepto estético, sino que su desaparición a manos de un estado represor también se vuelve premonición de otro tipo de horror. Pero esta vez de uno concreto y real, bien lejos de toda ficción.

 Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Pägina/12. 

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