Durante la fiebre del oro a finales del siglo XIX, aventureros de todo el mundo se lanzaron en busca de fortuna por los confines salvajes de América, desde el Yukón al Cabo de Hornos, pero sólo unos pocos pioneros tuvieron en gracia llegar temprano al sitio oportuno. Al resto, con suerte, el destino apenas le reservó la satisfacción de dos o tres pepas de oro. Algo similar ha sucedido con el cine de animación luego de que John Lesseter al frente de Pixar (de la mano del Gran Hermano Disney), lo revolucionara todo con una sucesión de películas memorables: las dos Toy Story, Bichos, Monsters Inc. y Buscando a Nemo. A partir de ellas estableció para el género un estándar muy difícil de igualar, incluso por ellos mismos, y al que otros estudios apenas han conseguido llegar, en un balance desfavorable que incluye más material de oportunidad que buenas películas. Con el tiempo, el fenómeno de la animación alcanzó varias cinematografías latinoamericanas, y en
En un país de raíces judeocristianas como
Sin ser una película soberbia, El arca consigue esas dos o tres pepitas que la convierten en un producto noble pensado para el mercado infantil. Para empezar, sus creadores aciertan en hacer foco más allá de la anécdota, ahí donde la voz bíblica no ha llegado: el conflicto entre las bestias y la relación entre Dios y Ángel, quienes empecinados en escribir el mayor best seller de todos los tiempos dan pie a varias de las escenas más efectivas. A partir de un guión muy leído y anotado, han intentado evitar la mediocridad del chiste burdo y repetido o de las situaciones mal resueltas, a menudo con éxito, aunque sin apartarse de lo previsible en una película de su género. Por otro lado, hay una digna dirección de voces, que lejos del forzado porteñismo con que se castigó a películas como Los increíbles, consigue que un elenco argentino suene homogéneo y convincente al oído local, sin perder de vista el mercado latino. Finalmente una animación prolija aunque con altibajos (lógicos para su presupuesto), pero que en sus mejores secuencias consigue remedar la estética que Disney utilizara en éxitos como Hércules o Las locuras del Emperador.
(Artículo publicado originalmente en Página 12)
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