miércoles, 10 de octubre de 2007

CINE - Invisible, de David Goyer: Casi ángeles

Nick parece perfecto: inteligente, buen amigo, mejor estudiante; apenas se le puede echar en cara cierto aire de superioridad, y el puñado de dólares que le cobra a sus compañeros por hacerle los trabajos prácticos (un negocio por el que ha pasado casi todo buen alumno), dinero que ahorra para irse a estudiar literatura a Londres. Annie en cambio es una chica problemática que se entretiene intimidando compañeros junto a su pandilla, y robando autos con su novio ex convicto. Aunque han compartido la escuela desde chicos, nada une a Nick y Annie, y la presentación resulta alentadora: tras una disputa a puño (y es Annie la que mejor los usa) algo del amor y del odio comienza a salir a la luz. Pero al ser detenida por robo, ella cree que fue Nick quien la delató y en una emboscada lo golpea hasta que cree haberlo matado.
Esta no es la primera película en que su protagonista se descubre él mismo un fantasma que debe enfrentar su propia muerte como un hecho ajeno, desde afuera. Con diferentes recursos estéticos y méritos dispares, las exitosas Ghost, la sombra del amor, de Jeery Zucker y Sexto sentido, de Shyamalan han contado historias por el estilo. Si bien Invisible repite elementos de aquellas, su director David Goyer ha intentado insuflarle un espíritu propio. Utiliza algo de la intimidad oscura de Sexto sentido (habilidad que le viene de su trabajo como guionista de Batman inicia y de la saga de Blade, además de dirigir Trinity), pero adecuadamente suavizada para esta historia en la que se conjugan frustraciones adolescentes, conflictos entre padres e hijos, y también una Love story que nada tiene que envidiarle al melodrama homónimo. Nick descubre que no está muerto pero, víctima por partida doble, comprende que no tiene forma de revelar en dónde se encuentra su cuerpo agonizante, y que necesita de sus victimarios para salvar la vida. Espectador incomunicado, a la manera de Patrick Swayze en Ghost, en el camino irá desentramando los detalles de la historia: entenderá que él no es la única víctima, que el amor gusta de los caminos extraños, y que resolver el complejo de Edipo es, a veces, un acontecimiento demasiado cercano a la muerte.
Invisible tiene argumentos para ser considerada una película entretenida: una narración solvente, lograda tensión ambiental, y una agradable aunque (muy) tupida banda sonora, con canciones de A Perfect Circle, Death Cab for Cutie y 30 Seconds to Mars, muy afín a la cultura Emo, palabra de moda en el rock para adolescentes. Sobran tal vez la pretensión poética, que se queda en el recitado de algunos textos sin llegar a traducirse en elementos propiamente cinematográficos; cierto empeño discursivo, sobre todo en Nick, quien desde su limbo dicta sentencias con impunidad; y un subrayado de música incidental demasiado evidente (el espectador sabe llorar y reír sin necesidad de que el musicalizador le avise cuando). Gracias a dios, en esta no está Whoopi.

(Artículo publicado originalmente en Página12)

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