
Ambientada en París 1962, el universo de Las mujeres del 6º piso se limita a los habitantes de un edificio que intenta ser un modelo a escala de la sociedad francesa de la época. Ahí dentro la burguesía acomodada es representada por el matrimonio de monsieur Joubert y señora que, instalado plácidamente en uno de los pisos inferiores del edificio que les pertenece por herencia, encuentra en las exiliadas del franquismo una mano de obra ideal (barata y trabajadora) para cubrir puestos del servicio doméstico. He ahí a las mujeres de ese sexto piso al que alude el título, que al norte de los Pirineos encuentran en sus paellas, su música y la religión una remedo de esa Patria ahora deforme. El cruce entre ambos mundos, el plácido pero aburrido de los Joubert, y el pobre pero vivo de esas mujeres doblemente exiliadas, ocurrirá cuando los primeros deban echar a la mujer francesa que ha servido para ellos durante décadas, y tomar en su reemplazo a María, una joven recién llegada de España. En la simpatía y simpleza de ella, el señor Joubert encontrará mucho más que una empleada: María será para él la puerta de acceso a una nueva vida posible. De esa oposición entre el aburrimiento de los chicos ricos y la felicidad empecinada de los pobres, Las mujeres del 6º piso hará brotar el amor a fuerza de golpes de efecto.
Mientras se empalaga con la pobreza digna, la película reduce a la guerra civil española al mismo y triste pintoresquismo histórico, poniendo en boca de una de esas mucamas el relato de la tortura y asesinato de sus padres frente a sus ojos. Escena que aquí es apenas un detalle de color y que ese buen burgués que encarna el señor Joubert, utilizará para intentar inculcarles alguna dosis de conciencia social a esos dos hijos suyos que mastican quejas de panzas llenas. No es que todo sea criticable en esta comedia: por cierto cuenta con un elenco eficiente que consigue hacer que el relato pueda seguirse a pesar de lo esquemático. Fabrice Luchini -que ha trabajado con directores como Claude Chabrol o Eric Rohmer y a quién se ha visto recientemente en Potiche, las mujeres al poder, comedia kitch de François Ozon- es el actor ideal para dar vida al caricaturesco señor Joubert. Del mismo modo un compacto grupo de actrices españolas, con Carmen Maura y Natalia Verbeke al frente, entregan un abanico femenino que, aun limitado por los estereotipos, no deja de ser simpático. A pesar de ello, Las mujeres del 6º piso no consigue evadir las moralejas obvias ni los clichés del cuento de hadas. En definitiva, una película apta para amantes acríticos de los finales felices.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.
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