sábado, 14 de abril de 2012

CINE - 14 BAFICI, día 2: Y la nave va

El segundo día del Bafici amplió la presencia de las películas nacionales. No puede dejar de mencionarse a Las pibas, nuevo film de Raúl Perrone, representante cabal de lo que significa hacer cine de manera realmente independiente en la Argentina. Su proyección tuvo carácter de premiere mundial y significa la oportunidad renovada de volver a sumergirse en los espacios cinematográficos que propone el director del barrio de Ituzaingó.
Como parte de la Competencia Argentina se presentaron dos películas. La primera fue Mis sucios 3 tonos, del misionero Juanma Brignole, relato que se apropia de la vieja fórmula de seguir la deriva nocturna de un grupo de adolescentes. Un recorrido en el que intentarán acceder con entradas falsas a un show de la banda hardcore punk Fun People, pero que para ellos representa algo más que una simple noche de rock and roll. De algún modo Mis sucios 3 tonos vuelve sobre el tema del fin de la inocencia, la lucha por un espacio de pertenencia y la fantasía de la entrada en la edad adulta, universo del que se ansía todo pero del cual se desconocen las reglas. Temática abordada con similares intenciones y características en casi todas las filmografías del mundo. Más allá del color local, el trabajo de Brignole no agrega mucho a lo que ya han aportado películas como la excelente Tilva Ros, del serbio Nikola Lezaic, presentada en competencia internacional en Bafici 2011.
También se exhibió el documental Ante la ley, firmado por el tándem conformado por Emiliano Jelicié y Pablo Klappenbach. Se trata de un trabajo de pretensiones monumentales que intenta iluminar la figura de Carlos Correas, intelectual olvidado de la generación que se hizo fuerte entre los años 50 y 60. Una monumentalidad que se manifiesta en la abundancia del material, en el cruce de registros, en la lista de notables que ponen sus memorias a disposición de sus 138 minutos de duración. Lo más significativo es la forma elíptica con que, a partir del intento de reconstruir a Correas, la película consigue ser un potente espejo retrovisor en el que puede verse reflejada no sólo la figura del escritor, sino también su contexto. Pero esa monumentalidad tiene algo de contrahecho, de excesivo, y el documental, sobre todo al final, acaba extraviándose en su propio gigantismo. Aun así el rescate de Correas y su momento, y sobre todo de dos de sus dos cuentos -“La narración de la historia” (que cuenta una relación homosexual y por el que fue acusado y condenado en 1960 por considerárselo una publicación obscena) y el desquiciado “Los jóvenes”-, son valores que no deben menospreciarse .


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Cobertura publicada originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

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