
Como parte de un foco dedicado especialmente a su director se proyectó Nocturnos, la nueva película del escritor y director argentino Edgardo Cozarinsky, que él mismo anticipó para Tiempo Argentino en una entrevista publicada en 2011. El film propone una recorrida nocturna por Buenos Aires a través de sus personajes típicos, guiados por una letanía compuesta con fragmentos de poemas que evocan la noche. En ella aparecen las pasiones de su director: la literatura; el tango; Buenos Aires. Buenos Aires a la noche. El comienzo no puede ser mejor: un montaje que arranca con el sol cayendo detrás del horizonte del Río de la Plata y una serie de imágenes de la ciudad mientras el día va terminando. Sobre ellas, una voz en off cuenta la historia de un hombre que se quedó dormido leyendo un libro de poesía y que al despertar no sabe si continúa soñando o si ha entrado a un mundo de fantasmas. Lo que parece ser el inicio de una gran elegía cantada en honor a Buenos Aires, al estilo de lo que Terrence Davies hizo con Liverpool en Del tiempo y la ciudad, Nocturnos pronto se ve debilitada por la aparición de personajes que interrumpen el natural devenir de las imágenes realizadas por Cozarinsky. Más perjudicial aún resulta la intromisión de las voces de esos personajes, que nunca terminan de ser el soporte ideal para esos bellísimos textos tomados de Robert Frost, Kavafis, Borges y otros, y que enseguida hacen extrañar al narrador del comienzo. Cercana en algunos detalles a su anterior película -Apuntes para una biografía imaginaria (con la que eventualmente podría conformar una trilogía, según ha dicho el propio director)-, Nocturnos permite ver en sus mejores momentos la mano del autor que es Edgardo Cozarinsky, y eso vuelve más evidentes sus debilidades.
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Cobertura publicada originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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