El artista plástico español Eugenio Merino parece adherir a la idea de entender al arte como una patada en la cara. Muchas de sus obras pueden ser vistas de ese modo. La de los tres religiosos -un musulmán un católico y un judío- montados uno encima del otro, formando una torre de Babel humana; el punching ball con la cabeza de Sarkozy con un ojo en compota; un misil sostenido en el aire por tres globos, reventando con la punta una piñata llena de papel picado. Una ametralladora cuyo caño se extiende en un candelabro de siete brazos, un trabajo de espíritu bastante cercano al del Cristo crucificado en un avión de la Fuerza Aérea norteamericana, creado por el argentino Osvaldo Ferrari. El arte como patada en la cara. Pero no un puntinazo gratuito, sino uno de esos voleos que en lugar de hacernos ver las estrellas nos encienden la lamparita y consiguen iluminar algunos rincones oscuros de la realidad. Eso ocurrió con su último trabajo, expuesto por estos días en Madrid en el marco de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo (ARCO).
Se trata de una escultura que bajo el sugestivo nombre de Always Franco (Siempre Franco), reproduce a la perfección al general Francisco Franco, de cuerpo completo, metido dentro de una heladera de Coca Cola. Una idea notable que reúne en un mismo espacio al dictador español con uno de los grandes íconos culturales del capitalismo. Hecho que se acentúa con la utilización de la palabra “siempre” en el título, recordada por ser el leitmotiv de una de las más populares campañas de esa gaseosa que se jacta de ser la que refresca mejor. Y la escultura actúa precisamente como un refresco para memorias acaloradas: hay cosas que no cambian y muchas veces los que parecen haberse ido, en realidad están más presentes de lo que parece a simple vista. Ahí está la entrevista que nuestro propio dictador Jorge Rafael Videla le concedió a la revista española Cambio 16, demostrando que los fantasmas siguen vivos. Ahí está Piñera en Chile y su intervención de los manuales escolares, para que los chicos aprendan a llamar “régimen militar” a la dictadura de Pinochet. Ahí está la Fundación Francisco Franco en España, amenazando a Eugenio Merino por meter a Franco en una heladera, por considerar que eso atenta contra "el sentido de la estética y el arte". Y hasta se atreven a decir que los humanos no pueden "caer tan bajo". Justo ellos.
Ante las repercusiones de su obra, Merino comentó que "quería reflejar cómo es España, cómo tenemos en la cabeza esa imagen, que es nuestro icono, y que está como congelada en nuestro cerebro". Las reacciones le dan la razón. Sin embargo no es la primera vez que el artista plástico ha debido pasar por situaciones como esta. En la edición de ARCO del año pasado, la Embajada de Israel en España mostró su rechazo por la escultura de los tres religiosos superpuestos y la ametralladora intervenida. Sin embargo Merino parece tener muy clara su visión del mundo. En el suelo de la exposición, muy cerca del Franco frizado, el tipo montó un paseo de la fama al estilo hollywoodiense, integrado por baldosones de mármol negro con estrellas dedicadas a Adolf Hitler, Joseph Stalin y el propio Franco. Trabajo de un artista dedicado a patear culos.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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