Las mañanas en la Ciudad de Buenos Aires suelen ser siempre iguales: una multitud de personas desbordando las calles desde las bocas de subtes y los colectivos, y una horda automovilística apretándose en las reducidas calzadas que inevitablemente conducen a Roma. O al Microcentro, que en este caso vendría a ser lo mismo. Pero la mañana de ayer fue distinta; por lo menos lo fue para los vecinos, trabajadores, oficinistas y transeúntes que pasaron por el cruce de las calles Suipacha y Viamonte poco después de que el reloj diera las once de la mañana. A esa hora la Banda del Colegio Militar de la Nación arrancó con los acordes de algunas marchas y bastó sólo eso para que la gente se amontonara a ver qué pasaba en la placita que ocupa esa esquina. Mientras la banda tocaba, los vecinos comenzaron a asomarse por las ventanas de las casas y las oficinas, pero también por las del tradicional edificio de Rentas, cuyos empleados tenían el privilegio de ver a los músicos como desde un placo preferencial. Ninguno recordaba haber visto un concierto así en los años que llevan trabajando en esa dependencia del gobierno porteño.
En el centro de la plaza se levanta un monumento enorme que la ocupa casi por completo. En su cúspide un orgulloso jinete, también enfundado en un uniforme militar, intenta mirar hacia el Sur, pero víctima de la arquitectura de Buenos Aires, debe conformarse con espiar la cotidiana labor de los empleados de Rentas. Se trata del monumento al Coronel Manuel Dorrego, héroe de la Guerra de la Independencia, donde se desempeñó a las órdenes de los Generales Manuel Belgrano y José de San Martín. Activo militante de la causa federal y gobernador de Buenos Aires hasta su derrocamiento a manos del General Lavalle, el mismo que ordenó su fusilamiento algunos días después, el 13 de diciembre de 1928, en uno de los hechos más violentos y controversiales de la historia nacional. Manuel Dorrego había nacido 41 años antes, un 11 de junio, y no era otra cosa que un acto en su honor, organizado por el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano que lleva su nombre, aquello que distrajo al barrio de San Nicolás de su habitual autismo administrativo.
Es que justamente el Coronel Dorrego, de quien se celebró ayer el 226º aniversario de su natalicio, es el centro de una primavera del revisionismo, esa corriente dentro del estudio de la historia que se propone recomponer el mapa histórico nacional, cuestionando la llamada historia oficial (o mitrista, ya que obedece a la visión que difundió Bartolomé Mitre), por responder su relato a los intereses de las aristocracias y oligarquías que ocuparon en la Argentina los espacios de poder político y sobre todo económico durante los últimos 150 años.
Para estos investigadores de la materia histórica, la figura de Dorrego remite a la idea del patriota rebelde cercano a las causas populares, en franca oposición al panteón tradicional, de Bernardino Rivadavia a Mitre, pasando por Sarmiento o el propio Lavalle. A ese hombre se homenajeó ayer poco antes del mediodía en la esquina de Suipacha y Viamonte.
Con la presencia de varios miembros del Instituto Dorrego, entre ellos su presidente Mario "Pacho" O'Donnell, único orador del acto, y del coronel Alberto San Miguel en representación del jefe del Estado Mayor del Ejército, el momento central del encuentro resultó el descubrimiento de una placa conmemorativa del aniversario, una iniciativa del propio Instituto con el apoyo de la Secretaría de Cultura y de la Presidencia de la Nación.
En su alocución, O'Donnell se refirió a la figura del homenajeado con palabras elogiosas, insistiendo en el hecho de que su muerte debe considerarse antes un asesinato que un mero fusilamiento, debido al carácter conspirativo que rodeó la decisión de Lavalle. "Una decisión política para eliminar al primer jefe popular urbano de nuestra historia, que ponía en riesgo el poder de la oligarquía librecambista porteña, cuyo líder era Bernardino Rivadavia, el gran enemigo de San Martín", afirmó O'Donnell. También realizó un análisis en torno al mismo monumento que recuerda al prócer y a las inscripciones que en él pueden leerse.
"Este es un monumento muy bello pero que no se ve. Es obra de un
escultor extraordianrio, Rogelio Yrurtia. En el monumento, además de la
figura de Dorrego, se muestra una victoria alada y las alegorías de la
historia de un lado y de la fatalidad del otro. Como si su muerte
hubiera sido producto de la fatalidad y no de una conspiración. Fue
propuesto en 1885 junto con otros de Rivadavia y Moreno, y mientras
estos se hicieron rápidamente, el de Dorrego debió esperar hasta 1923.
El monumento tiene algunas inscripciones irritantes. Dice por ejemplo
que 'Combatió el caudillismo separatista y anárquico' y que 'Salvó a
Buenos Aires de la anarquía'. En la historia oficial cuando se habla de
anarquía se está hablando de los caudillos federales. Y dice otra cosa
insólita, 'Fundador de la Nación Uruguaya': justamente ese es uno de los
motivos de su muerte. Entonces hay dos cosas que deberíamos pedir. Una
es que se ponga el monumento en un lugar más visible, acorde no sólo con
la importancia del prócer, sino con la del monumento. Y que se
reemplacen esas inscripciones por otras más justas, ya que estas
representan un atropello."
Luego del elocuente resumen de O'Donnell sobre la figura de Manuel Dorrego, la banda siguió tocando un rato más. Por las ventanas que se encontraban detrás de los músicos podía verse a los empleados de Rentas marcando el ritmo, dando vigorosamente con sus sellos sobre una pila interminable de formularios.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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