
La diferencia con el libro de Gandolfo es que el de Silva reproduce un registro mucho más íntimo de su voz, lejos de la amenaza del grabador periodístico, que impone cierta formalidad a cualquier diálogo, por más inteligente que este resulte. No sólo eso: Conversaciones con Mario Levrero está compuesto por una serie de diálogos entre los protagonista que, al contrario de las entrevistas que integran el otro libro, nunca fueron pensados para su publicación, sino que corresponden al ámbito de lo íntimo. Pero dicho esto, cualquiera puede suponer que si ha quedado un registro de ellas, es que tan íntimas no debían ser: nadie anda grabando las conversaciones entre amigos, para después hacer de ellas un libro. Entonces ¿en qué contexto fueron registradas estás conversaciones íntimas? ¿Cómo es posible registrar una conversación personal sin que la consciencia de estar siendo "grabado" interfiera en la naturalidad de quienes dialogan? La respuesta es simple: en la actualidad la conversación tiene una variedad de canales posibles que van más allá de lo oral y algunos de ellos implican de hecho el registro de las mismas. Por ejemplo el chat o el correo electrónico, conversaciones en las que, se lo desee o no, todo lo dicho queda guardado.
Y de eso se trata este libro.
Las conversaciones que en él pueden leerse no son sino el detalle de un poco ortodoxo taller literario virtual que Levrero mantenía con un reducido grupo de alumnos. "No basta con que una cosa te guste para que sea buena. Por ese camino podríamos decir que el cigarrillo es bueno, porque me gusta fumar", dice en alguna parte y el ejemplo basta como botón de muestra. A partir de diálogos como este, Pablo Silva, que era uno de esos alumnos, consiguió construir una relación sólida y perdurable con su maestro, al punto de que el lector podrá notar como esta se va fortaleciendo con el correr de las páginas.
Porque si las conversaciones del principio responden sobre todo al mecanismo de preguntas y respuestas, al promediar la lectura ya se está en presencia de un diálogo franco. Un diálogo en el cual sigue siendo evidente que se está frente al intercambio entre un maestro y su alumno, pero en su versión más amplia, donde no siempre el primero es el que enseña y el segundo quien aprende, sino que no son pocas las veces en que los roles se invierten y Levrero se revela como un hombre siempre abierto a aprender de su alumno.
A mitad de camino entre la charla y el epistolario, este volumen puede ser visto como un manual para escritores en el cual Levrero va formulando una serie de conceptos, siempre en primera persona, acerca del acto de escribir. En medio del fluido intercambio de conceptos, opiniones y dudas que integran el libro, Levrero sabe que la regla más importante que debe transmitir a su alumno es la certeza de que no existen reglas para escribir bien, más que las que cada uno va creando mientras escribe. Pero Conversaciones con Mario Levrero es también el registro de esa relación con Pablo Silva, en la que de la enseñanza le abre paso a la amistad franca y en donde quienes hablan ya no son dos escritores, sino dos amigos que comparten la pasión por escribir.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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