
El mundo privado de Arvilla (Jessica Lange) parece derrumbarse al quedar viuda: su hijastra Francine, que casi tiene su misma edad, la emplaza a entregarle las cenizas de su padre a cambio de permitirle quedarse con la casa en que la pareja vivió por más de 20 años. Arvilla se debate entre ir contra el último deseo de su marido o quedar en la calle. Cuando sus dos amigas (Joan Allen y Kathy Bates) le insisten para que acepte la propuesta de la calculadora Francine, Arvilla decide entregar la urna fúnebre en persona y para ello deberá atravesar el largo camino de Idaho a California. En el trayecto, semejante a un documental del Travel Channel que va enhebrando famosos paisajes del oeste norteamericano, las tres chicas se toparán con un puñado de aventuras y personajes que parecen salidos de un manual de catequesis: un jovencito mulato y huérfano que busca a su padre marine, al cual nunca ha visto; un camionero viudo y extrañamente bien educado para lo que es el gremio; una pareja de ladronzuelos torpes; una noche en Las Vegas que terminará con suerte, y otros cuantos lugares comunes.
Es interesante recordar lo que puede resultar de estos mismos tópicos (soledad, muerte, vejez) cuando se los aborda con inteligencia. Alcanza con recurrir a Una historia sencilla de David Lynch o a Gran Torino de Clint Eastwood. Como la película de Lynch, Por siempre amigas responde en primer término al formato genérico del road movie; y su título original (Bonneville) refiere a un clásico modelo de automóvil, igual que la de Eastwood. Detalles. Pero también existen coincidencias de fondo: los tres filmes involucran protagonistas que en plena tercera edad deben aceptar la turbadora proximidad del final y de uno u otro modo, concientes o no, decidir de qué forma recorrerán el corto camino que les queda. Contrario a estos ejemplos, Por siempre amigas se parece más –y con seguridad se trata de un recurso buscado; en fin- al formato ligero de películas de rutas y universitarios idiotas al estilo de Viaje censurado, y hasta anticipa las ridículas situaciones adolescentes que dos años después aceptaron interpretar Meryl Streep y sus amiguitas en Mamma mía. Todo barnizado con una mano de poesía de todo por dos pesos y otra de libro de autoayuda de supermercado, con las que pretende revestirse a Por siempre amigas de una profundidad no apta para clavadistas. Por el camino se ha desperdiciado a tres buenas actrices.
Artículo publicado originalmente en el diario Página 12.
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