viernes, 22 de abril de 2011

CINE - BAFICI [13]: Competencia Internacional, el balance final


La edición 2011 del BAFICI llegó a su fin, marcando uno de los puntos más altos de su historia en lo que se refiere a la programación de su Competencia Internacional. Pero no es posible comenzar un balance final sin mencionar el doble reconocimiento otorgado al documental Qu'ils reposent en révolte (Les figures de guerres), del francés Sylvain George, que fue la ganadora de una sección tan competitiva como pocas veces se ha visto en Buenos Aires, y que además se llevó el premio FIPRESCI. Dos logros que no solo destacan los enormes valores cinematográficos del film, sino también su plusvalía de orden político que no debe ser eludida ni menospreciada. Porque no deja de ser notable que un trabajo como el de George -que se dedica a registrar la odisea de esperas y tiempos muertos, a los que son sometidos en Francia los perseguidos inmigrantes ilegales provenientes de África y Medio Oriente- haya sido premiado durante la presidencia de Nicolás Sarkozy en Francia, bien conocido por su dureza contra las corrientes migratorias. Tan notable como que lo haya sido en Buenos Aires durante el gobierno de Mauricio Macri, en la que no han faltado episodios de violencia contra inmigrantes, similares a los que se retratan con dureza al final de Qu'ils reposent en révolte (Les figures de guerres).
Más allá de la política (o más acá de ella), la sección internacional del BAFICI contó entre sus películas programadas con, al menos, otras seis que representaron dignos adversarios para la ganadora. Películas que también contaban con méritos suficientes para llevarse el máximo reconocimiento, sin que ello representara una injusticia. Dentro de ese grupo debe mencionarse a Attemberg, de la griega Athina Tsangari, quien se llevó el reconocimiento como mejor directora; a la uruguaya La vida útil, de Federico Veiroj, que recibió el premio a la mejor actuación masculina, a cargo del crítico de cine Jorge Jellinek; La balada de Genesis y Lady Jaye, de Marie Losier, elegida como la mejor por el voto del público; las argentinas El estudiante, de Santiago Mitre y el documental Yatasto, de Hermes Paralluelo, ambas con varios reconocimientos y menciones; y la italiana Le quattro volte, de Michelangelo Frammartino.
Aunque es difícil establecer un orden cualitativo en esta lista, la película que representó el mayor desafío para la ganadora fue La vida útil. Protagonizada por el destacado crítico de cine Jorge Jellinek (quién estuvo en Buenos Aires cubriendo el festival), la película de Veiroj representa un gran salto de calidad respecto de su anterior trabajo, Acné, que ya era bastante buena. Con una soberbia utilización del blanco y negro que vuelve anacrónico a su relato, La vida útil comienza de manera extraña y con el correr de la película… se pone peor. Veiroj no duda en utilizar todas las herramientas cinematográficas a su alcance para potenciar una sensación de progresivo extrañamiento, que mucho tienen que ver con los universos estéticos desarrollados por Guy Maddin, y contar una historia de cine dentro del cine. Como en algunas de las películas del director canadiense, La vida útil se apropia de los recursos del cine clásico para retorcerlos y generar a partir de ellos un mundo único y nuevo, en el que no faltan piezas musicales tan extravagantes como hipnóticas (basta escuchar la canción del gran compositor uruguayo Leo Masliah, que parte la película al medio), y una notable apología de la mentira, inspirada en un texto de Mark Twain. La vida útil se estrenará en Buenos Aires en la sala Leopoldo Lugones del Complejo Teatral San Martín, el ambiente ideal para proyectar un film tan amorosamente cinéfilo, en el sentido más amplio de esa expresión.
Otro documental, Yatasto, del español radicado en la Argentina Hermes Paralluelo, fue otra de las grandes candidatas de este año. Con gran rigor formal y una puesta de cámara tan arriesgada como bella, Yatasto sigue la vida de tres chicos que juntan desperdicios por la ciudad de Córdoba, mientras una cámara fija montada en su carro registra sus conversaciones y a partir de ellas, va revelando una intimidad tan tierna como dolorosa. Sin golpes bajos ni abusos, el film de Paralluelo tensiona al espectador entre dos sentimientos opuestos sin permitirse perder nunca su línea de discurso, ni traicionar el sólido criterio estético que lo sostiene.
Entre documentales parece haber estado lo mejor de este año en el BAFICI. Otro excepcional trabajo de género es la película The Ballad of Genesis and Lady Jaye, de la francesa Marie Losier. Con un perfil más vanguardista que convive bien con sus personajes protagónicos -el músico y performer Genesis P-Orridge, uno de los creadores de la escena del rock industrial en los años 70, con su banda Throbbing Gristle, y su pareja Lady Jaye-, Loisier consigue contar una historia de amor tierna y romántica, allí donde cualquier otro tal vez sólo hubiera encontrado sordidez y perversión. Documental de montaje, The Ballad of Genesis and Lady Jaye es una suerte de Frankenstein que combina fragmentos de VHS con 16 mm, del mismo modo en que reúne material de archivo con otro especialmente rodado para la ocasión. Un cadáver exquisito para una historia de amor del siglo XXI.
Afirmada en una narración más clásica, El estudiante de Santiago Mitre consigue algo infrecuente dentro del cine argentino, un thriller político que retrata de manera precisa un ámbito sumamente propio de la militancia en este país: el de las organizaciones política universitarias. Desde allí y más allá de los géneros, El estudiante se permite también hacer política de maneras muy distintas, porque no sólo se encarga de presentar algunas posiciones muy claras en ese terreno, sino que propone al espectador el riquísimo juego de discutir con ellas. Del mismo modo en que, como producción cinematográfica construida al margen de las estructuras habituales, ella misma es un desafío político dentro del universo del cine argentino. El estudiante cuenta además con el destacado trabajo protagónico de Esteban Lamothe, que sin dudas debería haber ganado el premio a mejor actor de no haber competido con el simpático personaje de Jellinek en La vida útil.
No es mucho lo que se puede agregar acerca de Attemberg, de la directora griega Athina Tsangari, la película que ha tenido más largo recorrido en festivales de las que integran este grupo, sobre la que ya se ha escrito casi todo. Que Tsangari maneja una calidad formal envidiable; que su relato cargado de símbolos no se permite en ningún momento perder de vista la realidad y que allí reside lo más exquisito de su riqueza; que su protagonista Ariane Labed realiza un trabajo excepcional, al punto de nunca estar seguros de si lo que realmente nos gusta es la película, su personaje (Marina) o simplemente ella. Incluso uno de sus defectos -un formalismo demasiado aséptico, como de hospital- puede ser también una virtud: sin ese recurso no sería posible presentar el universo de Attemberg, ni resultaría tan potente el contraste entre ese mundo que Tsangari crea y la extraña humanidad de su protagonista.
Para el final queda la potente poesía de Le quattro volte, film del italiano Michelangelo Frammartino que entrecruza documental con ficción para redondear un relato de intensa calidez y de sublime registro fotográfico. De vocación casi pictórica, muchos de los encuadres de Frammartino no ceden a la tentación del movimiento y, fijos, consiguen crear la ilusión de cuadros vivos; una característica que comparte con algunos trabajos del director argentino Santiago Loza (La invención de la carne, Rosa Patria, Los labios), quien este año formo parte del jurado oficial de esta competencia. Igual que cierta reminiscencia religiosa que nutre las historias de sus infrecuentes protagonistas: un pastor, una cabra, un árbol y la vida comunitaria en torno al ciclo del carbón. Cuatro mojones de un camino, que no es sino el devenir sin pausa de la vida, derramándose siempre dentro de sí misma. Como si estas virtudes furan pocas, Le quattro volte hace gala de una sensible utilización del humor como recurso narrativo, de un modo tan elegante como preciso, sobre todo en su primera mitad. Uno de los pocos films de esta competencia que ya tiene asegurado su estreno en la Argentina, a través de la arriesgada distribuidora Z Films, quien también será responsable de la llegada de Qu'il reposent en révolte (Les figures de guerres), la gran ganadora de esta edición del Festival de Buenos Aires, a la cartelera local.
Del resto de la lista de películas en competencia no deben dejar de destacarse At Ellen’s age, de Pia Marais (por la cual su protagonista, Jeanne Balibar, obtuvo el premio a la mejor actriz); Shelter, del bulgaro Dragomir Sholev; Las marimbas del infierno, del guatemalteco Julio Hernández Cordón; y la serbia Tilva Ros, de Nicola Lezaic. Todas ellas de un gran nivel que no opacó en nada a las mencionadas aquí arriba y que enriquecieron la competencia con su participación en el BAFICI. Un tercer grupo compuesto Norberto apenas tarde, de Daniel Hendler; Morgen, de Marian Crisan; La lisière, de Geraldine Bajard; y Mercado de Futuros, de la española Mecedes Álvarez, cumplieron con las expectativas de integrar un grupo de películas tan selecto. La espada y la rosa, de Joao Nicolau; Wasted Youth, de Argyris Papadimitropulos y Jan Vogel; Os monstros, de Parente, Diogenes y los hermanos Pretti; y Household X, de Koki Yoshida, completaron la lista de una Competencia Internacional que ojalá repita este nivel todos los años.
Terminó el BAFICI: ¡dios salve al BAFICI!


Este artículo fue escrito como parte del balance final para publicarse en la página oficial de FIPRESCI, donde en algún momento estará disponible la versión en inglés de este texto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La vida útil se estrena el 14 de julio en la Sala Leopoldo Lugones. Luego recorrerá otras ciudades del interior del país. Gracias.