viernes, 8 de abril de 2011

Exposición de Louise Bourgeois en Fundación Proa: Una amiga de U2 en Buenos Aires

Por la Argentina pasó un huracán, pero esta vez –por una vez- el epicentro, el ojo de la tormenta no estuvo sobre Buenos Aires. En La Plata, la oblicua, la banda de rock que hoy por hoy y libra por libra es la más grande del mundo, dejó un tendal de fanáticos con sus cabezas partidas, derramando lo que quedó de ellos por esas diagonales que convierten a la ciudad en un laberinto para forasteros. Los irlandeses U2 brindaron tres shows en los que nadie parece haber sido defraudado y acrecentaron su fama de hacedores de espectáculos inolvidables. Eso, se dirá a esta altura, lo sabe todo el mundo, de la misma manera en que ya nadie ignora que además de su música, la gran estrella de sus presentaciones fue el escenario futurista cuyo nombre de entrecasa es La Garra. Lo que pocos saben es que mientras ellos hacían saltar a la Argentina completa en el lujoso Estadio Único, en la República de La Boca, en el espacio que ocupa frente al Riachuelo la Fundación Proa, una gigantesca araña metálica ponía en evidencia que esa Garra tiene una madre.
Bajo el título de El retorno de lo reprimido, la Fundación Proa exhibe una exquisita selección de trabajos de la francesa Louise Bourgeois, artista multifacética a quien por convención podría definirse principalmente como escultora, aunque muchas de sus obras sean dibujos, pinturas, instalaciones, textos y bordados, que exceden por mucho la rigidez de una única categoría. Cualquier intento por clasificarla resulta entonces tan incompleto como reductivo, limitante y, sobre todo, innecesario. Será que Bourgeois representa cabalmente la figura del artista total y una visión orgánica del arte, en donde lo genérico no es una frontera cerrada, sino una puerta entreabierta por la cual aventurarse en resonantes espacios familiares. Será por eso que no sorprende encontrar algunos dibujos trazados sobre hojas pentagramadas, como si de ese modo también expandiera su obra hasta el etéreo universo de la música.
Pero si de música se trata, allí están otra vez los U2 y su Garra bourgeoiseana, inspirada en la bestial madre de hierro, esa araña que parece inclinarse a parir sus huevos de mármol ahí, en la vereda misma de la Fundación. No es aventurada la relación entre ambas estructuras, sobre todo sabiendo la admiración que el propio Bono ha manifestado en más de una ocasión por la obra de Bourgeois. Pero si no alcanza con oponer foto contra foto para que la monumental Maman (tal es el nombre original de la araña; literalmente “Mamá” en castellano) reclame la patria potestad de la acromegálica garra rockera, tal vez sea suficiente arrojar sobre la mesa la última foto que el cantante irlandés se tomó el año pasado junto a su admirada Louise, en el atelier neoyorkino de la artista. Y si tampoco eso bastara -porque siempre hay quien quiere una última prueba de la existencia de Dios-, tal vez sea definitiva la visita que el propio The Edge (mejor conocido como “el guitarrista de U2”) realizó a la sede de Proa, para recorrer integro la exhibición de El retorno de lo reprimido, según confirman los responsables de la Fundación, que todavía se lamentan por la negativa del Guitar Hero a permitir que las cámaras perpetuaran ese momento mágico. Después de eso, ¿qué importa que Bono haya querido disimular lo evidente, declarando (demagógico) en su paso por España, que el diseño de La Garra esta más influenciado por la estética del arquitecto catalán Antoni Gaudí, que por las arañas de Bourgeois? ¡Dale, Bono!
El recorrido de El retorno de lo reprimido, al cuidado de su curador Phillip Larratt-Smith, propone un espacio onírico de fantasías que irrumpen sin aviso en la realidad. Fantasías que, como si de una visión psicoanalítica se tratara, conservan el trazo entre monstruoso e hipnótico de los recuerdos nebulosos de la infancia. Si al comienzo esa araña parturienta recibe a los visitantes en la puerta misma de la fundación (y una hermana menor los aguarda en la primera sala, pronta a desovar dentro de una enorme jaula cilíndrica, en cuyo centro se ubica una silla que espera blandamente la descarga), no sorprenderá encontrar en el camino una profusión de objetos que remiten de manera directa a lo fálico, lo mamal o lo escatológico. Janos colgantes como glandes bífidos; espejos curvos que devuelven la realidad retorcida por el filtro de lo deforme; orgiásticos muñecos de trapo, mutilados y tullidos, que insisten en trenzarse en sugestivos abrazos; textos que desbordan sublimadas fantasías, y la certeza, de puño y letra, de que El arte es garantía de cordura, forman parte de ese recorrido oscuro pero vital. En el medio, la más compleja de las obras expuestas: Cuarto Rojo (Padres). Se trata de una habitación matrimonial cercada por un vallado circular de puertas, que abrazadas como piqueteros impiden asomarse hacia adentro de manera directa. Obligado a escudriñar por rendijas, cerraduras o espejos, el visitante sólo puede tener una mirada fragmentaria y dirigida del interior de ese cuarto rojo, el de los padres, donde Bourgeois se permite sugerir fantasmas hasta con las sombras intencionadas de los objetos que lo habitan. Lo que cualquier chico busca, ni más ni menos, al espiar la habitación prohibida, esa de los ruidos (y los ritos) nocturnos, en el intento por saciar esa pulsión curiosa sin la cual El retorno de lo reprimido no tendría razón de ser. Y con ello, el mundo entero.

Información sobre la muestra


La exposición de obras de Louise Bourgeois, El retorno de lo reprimido, puede ser visitada hasta el 19 de Junio, de martes a domingos y de 11 a 19 horas, en la sede de la Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929, en La Boca.


Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

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