viernes, 10 de septiembre de 2010

CINE - Los labios, de Santiago Loza e Iván Fund: Amar con el cuerpo, besar con la mirada

Quienes hayan visto los trabajos individuales de Iván Fund y Santiago Loza, anteriores a su colaboración como directores de Los labios, no deberían sorprenderse por el resultado final de esta película. Tampoco es una sorpresa que haya resultado elegida, junto con Orquesta roja de Nicolás Herzog, como la mejor de la competencia nacional del segundo Festival de Cine de Río Negro. No sólo por lo que puede saberse de ella a través de sus antecedentes, que son muchos y buenos, sino por la simple enumeración y el análisis de sus virtudes y aciertos. Que la película participó en la sección Un Certain Regard en el último festival de Cannes; que allí sus tres protagonistas recibieron en conjunto el premio a la mejor actuación protagónica femenina; que formó parte de la competencia del Bafici 2010, donde Loza y Fund fueron premiados como mejores directores nacionales; que no deja de ser invitada a algunos de los más prestigiosos festivales y muestras cinematográficas de todo el mundo. Todo eso importa poco y, si se quiere, nada: una película como Los labios no se completa con los premios que ha obtenido, y que seguirá recibiendo, sino con cada nuevo espectador que se siente a verla en la butaca de un cine. Ahí dentro, en el haz de luz contra la pantalla, Los labios es una película tremendamente vital.
Coca, Luchi y Noe son tres mujeres que viajan hasta un pueblo perdido en algún lugar de la Argentina para encargarse de realizar ciertos trabajos sociales entre los más humildes de los habitantes del lugar. La cámara las seguirá todo el tiempo a donde vayan, siempre juntas, entrando en contacto con familias numerosas, con padres desocupados, con hombres vencidos tal vez más por el abandono que por la enfermedad. A partir de este relevamiento, el espectador tendrá el detalle de los principales problemas que golpean a esa comunidad: tanta cantidad de niños desnutridos y tantos otros con mal de Chagas; tantos padres sin trabajo; tantos discapacitados. Pero nunca podrá saberse de Coca, Luchi y Noe más de lo que Loza y Fund quieran que se sepa. Pero, ¿hay algo que sea necesario conocer de los protagonistas de una película? ¿Es necesario saber algo? ¿Realmente importa? Para Los labios no hay pasado, e incluso, a veces, el presente permanece esfumado bajo el velo de lo elidido. El deseo, la piedad, el horror, la ausencia, la esperanza y el desaliento: máscaras que la película se irá probando tratando de encontrar un perfil definitivo, que será el que se recorta contra el cielo dorado de la maravillosa escena final.
Con una plástica utilización de la fotografía y la cámara, Los labios está compuesta tanto de primeros planos que casi permiten reconocer al tacto aquello que se retrata, como de grandes panorámicas que completan un paisaje de soledades que ya se intuye en los rostros y las miradas. Las actuaciones de Victoria Raposo, Eva Bianco y Adela Sánchez sostienen con el cuerpo una narración que necesita justamente de la carne para no dejar morir esa inercia viva que, como un impulso eléctrico de baja frecuencia, recorre toda la película. Narración ficcional que incluye la interacción de las actrices con los habitantes reales de un pueblo al norte de la provincia de Santa Fe, donde la película fue rodada. Loza y Fund ratifican con su trabajo en Los labios una pericia para la dirección que ya no necesitan demostrar.


Artículo Publicado originalmente en la sección Cultura, del diario Tiempo Argentino.

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