
El 5 de abril de 2000, un grupo de guerrilleros armados y encapuchados se presentó ante las cámaras de Crónica TV, entre las ruinas de un palacio en las afueras de la ciudad. Su líder se presentó como el subcomandante Carlos y con un discurso de barricada anunció al país que el Comando Savino Navarro, luego de años de secreto entrenamiento militar en la selva, estaba listo para reiniciar la lucha armada en defensa de las causas sociales y prometía el regreso de la década de 1970. Luego de enhebrar diatribas, el subcomandante es alertado por sus subalternos y anunció que por razones de seguridad el Comando debía retirarse y, a la carrera, todo el grupo comenzó a desaparecer en la espesura de la selva entrerriana. Con tanta mala suerte que uno de los soldados, súper entrenados para salvar al pueblo de las garras del neoliberalismo, va y se tropieza torpemente con algo y, perdido el equilibrio, ejecuta una involuntaria pirueta que lo deja en ridículo.
Los habitantes de Concordia reconocieron bajo las capuchas, y casi de inmediato, las figuras de Chelo, Carlos y Patricia, los tres líderes que promediando los ’90 habían conseguido un alto grado de adhesión y respaldo por parte de la masa desocupada que habitaba la ciudad. Enmascarada tras aquella noticia se oculta una puesta en escena orquestada por ellos en complicidad con periodistas de Crónica TV. La parodia fue repetida por decenas de programas de televisión, hasta convertirla en objeto de culto, en un fetiche televisivo que aún hoy vuelve a aparecer cada tanto para hacer las delicias de un público acostumbrado a consumir sin cuestionar, a tragar sin preguntar. El trabajo de Herzog es justamente la regurgitación de aquello que no debió tragarse. Desde su variedad, Orquesta roja construye recovas, boulevares y rotondas narrativas, allí donde el documental tradicional apenas hubiera conseguido levantar un muro de información concreta. Una construcción sobre ruinas que no sólo son las de esos viejos palacios de Concordia sino, sobre todo, las de una ciudad empobrecida. En el camino pone en evidencia a medios de comunicación concebidos como factorías dedicadas a la manufactura de la noticia, antes que observadores imparciales de la realidad. Diez años después, no se habla de otra cosa.
Artículo Publicado originalmente en la sección Cultura, del diario Tiempo Argentino.
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