jueves, 28 de noviembre de 2013

CINE - "El amor dura tres años" (L'amour dure trois ans), de Frédéric Beigbeder: Los peligros del Efecto Borges

Sugerencia para directores nóveles: Evitar el Efecto Borges. Se sabe que el escritor era un notable autor de prólogos y muchos dicen, casi es un lugar común, que sus textos de introducción suelen ser muy superiores a las obras que preceden. Aplicando el concepto al cine, puede decirse que es un peligro empezar una película con una escena documental en la que un gran artista (un director o un escritor genial) dice una de esas frases que sólo un alma o una mente única es capaz de producir. El genio es un bien escaso y se corre el riesgo de que todo lo que venga después equivalga a no dar la talla. Desconocer el Efecto Borges es el primer problema de El amor dura tres años, de Frédéric Beigbeder. ¿O alguien cree que es fácil salir airoso del desafío de hacer una comedia romántica ácida, después de poner al propio Charles Bukowski diciendo con una sonrisa amarga y un cigarrillo entre los dedos, que “el amor es una bruma que desaparece con las primeras luces de la realidad”?
Aun así la película no empieza mal, presentando en un clip que dura lo que el clásico de Elton John “Your song”, una eficaz escenificación del proceso descrito por el poeta, narrando sólo con imágenes el camino que va del surgimiento del amor hasta su disolución. Es decir, la película arranca con el divorcio de Marc, su protagonista, un crítico literario algo pedante y cínico pero en el fondo romántico, que luego de tres años de pareja se encuentra conviviendo con una extraña que lo detesta. De ahí a escribir un agrio libro de autoayuda con el mismo título de la película hay apenas un par de escenas. Como si se tratara de un diario personal filmado, el relato busca hacer cómplice al espectador, permitiéndole a Marc la posibilidad de quebrar la cuarta pared para hablar directamente a la platea, a la que le contará su historia e irá tirándole una lista larga de frases ligeramente ingeniosas. “En el siglo XXI el amor es un SMS sin respuesta” es un ejemplo que alcanza para ilustrar por dónde van las ocurrencias de El amor dura tres años.
El guión apuesta al one liner constante, camino por el que se vuelve dependiente de las habilidades para la comedia de su protagonista, Gaspard Proust. (El resto de los personajes, incluida la mujer de la que se enamorará, funcionan sólo de manera utilitaria, como anexos de Marc, lo cual no ayuda a dar relieve a la narración.) Intercalando hallazgos visuales con el abuso de una iconografía ramplona de lo romántico, el film aún sin ser brillante tampoco es nefasto. Sin embargo, en el momento en que se descubre que el actor se parece a Lionel Messi algo cambia: hay que reconocer que imaginar al crack seduciendo francesas y sufriendo el mal de amores tiene su gracia.  

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una pregunta. Estás familiarizado con los libros de Beigbeder? no sólo si leíste el amor dura tres años, sino todos los demás? Convertir su estilo literario en cine debe ser muy complicado por la naturaleza misma de su escritura. a mí también me decepcionó un poco en diferencia del libro del que se aleja demasiado, pero a un genio que escriba los libros que escribe se le puede pasar esta peli. Y si no pillas los chistes que hace es que no entiendes el humor de Frederic, a mí me hizo reír con ciertas cosas, es ingenioso. Y como siempre criticar es el trabajo (si es que te pagan) más sencillo del mundo.

jpCinelli dijo...

Empiezo mi respuesta por el final.
No sé a qué te referís con esdo de que "criticar es el trabajo (si es que te pagan) más sencillo del mundo". Es un trabajo en el cual, igual que los artistas a los cuales nos toca criticar, nos exponemos a la mirada y la consideración ajena. Librados a la posibilidad de quedar, como el Emperador del cuento de Andersen, desnudos, en público y con sólo nuestra firma como escudo. No es fácil dar la cara, pero supongo que alguien que no es capaz de la mínima cortesía de dar su nombre (como vos, que firmás tu mensaje de manera anónima) eso ya lo sabe muy bien.
Reconozco que al no haber leído los libros del señor Beigbeder cuento con una herramienta menos a la hora de escriibir sobre una película basada en uno de ellos. Sin embargo se trata de una herramienta para nada indispensable, porque mi trabajo (por el que me pagan, sí. Gracias por preocuparte) es escribir sobre la película y no sobre el libro. Ahora bien, si para entender la película es indispensable haber leído el libro, entonces significa que algo ha fallado a la hora de adaptar lo literario a lo cinematográfico. Un director de cine que adapta un libro nunca debe dar por sentado que la totalidad del público lo ha leído, sino más bien lo contrario.
De todas formas no me parece que la película (lo siento, pero la ví hace unos cuantos años, más o menos los mismos que dura el amor) tuviera ese problema de adaptación, sino otros. Creo que su humor se basa en una construcción bastante pueril de lo que es el amor, un imaginario demasiado burdo, cutre, como se dice en España, de lo romántico, y que el tipo de humor entonces es una consecuencia de ese origen. Un humor al que no le niego el ingenio, pero que de ninguna manera me ha parecido genial en su versión cinematográfica. De hecho tengo amigos que en una charla de sobremesa son más graciosos e inteligentes que esta película. Pero no tengo que decírtelo, si vos mismo reconocés que la película no está a la altura de los libros del autor, y creo que con eso no hacés otra cosa que darle la razón a mis razones.
Por último, quiero darte las gracias por haberte tomado el trabajo de dejar tu opinión por escrito. Aunque lamento que no hayas tenido el valor de firmarla con tu nombre, para saber con quién estoy hablando. En ese sentido vos tenés la ventaja, porque sabés quién soy, cómo me llamo y dónde encontrarme: Acá.
Espero tu respuesta.
Abrazo grande.