lunes, 1 de septiembre de 2008
CINE: 2 días en París (2 days in Paris): Como Woody, femenina y a la francesa
Para comenzar a hablar de 2 días en París tal vez haya que considerar el hecho de enfrentar en algún momento el propio reflejo. Es decir, si se pertenece a la clase media urbana (media alta; media baja: da lo mismo), a lo largo del film se podrán reconocer como propios algunos de los tics de esa particular neurosis grupal que tan bien supo reflejar Woody Allen en sus películas, antes que acabara por convertir el recurso, y a veces su propia obra, en un cliché. Hipocondría, misoginia, inseguridades y fobias varias -a los extranjeros por ejemplo, pero también a los compatriotas-, y una notoria dificultad para reconocer los sentimientos, van apareciendo y amontonándose sin solución, potenciadas por el viejo truco del choque cultural.
Jack (norteamericano) y Marion (francesa) llevan dos años de noviazgo en NY. Tras una visita a Venecia deciden pasar 2 días en París para que él conozca a la familia de ella. Inquieto por su salud, Jack descubre que dar vueltas por esa ciudad que imagina volando en pedazos por obra del Islam, no significa otra cosa que encontrar a cada paso abundantes fragmentos del pasado de Marión. Jugando con los mitos que americanos y europeos tienen unos de otros, los problemas aparecerán cuando ambos se enfrenten, solos, uno contra uno, a las propias expectativas en su futuro como pareja.
Julie Delpy ha trabajado junto a grandes directores en decenas de películas, desde la trilogía de los colores de Kieslowski o Killing Zoe, del entonces prometedor Roger Avary, hasta el dístico Antes del amanecer y Antes del atardecer, de Richard Linklater. Con 2 días en París Delpy se ha dado varios gustos, ya que la dirigió, actuó, editó y produjo (además de participar en la banda de sonido componiendo y cantando varias canciones), trabajó junto a sus padres, incluyó en el reparto al hijo del legendario Alejandro Jodorowsky e incluso, ante este despliegue de ego, se puede suponer que el guión debe abundar en detalles biográficos o auto referenciales. El resultado es el retrato simpático de una época, en la que quienes casi llegan a los 40 todavía se comportan como adolescentes, con todos los inconvenientes y desajustes emotivos que ello implica, conectados con una realidad que apenas va más allá del perímetro de lo íntimo. Sin embargo el empeño constante por encontrar el perfil humorístico de las situaciones, a veces la lleva a resolverlas de manera convencional y si bien esto per se no la convierte en una película mediocre, tampoco le permite llegar a ser notable. Se ha mencionado ya la influencia notoria del cine de Allen, sobre todo en la necesidad discursiva, casi psicoanalítica de Jack y Marion, al punto que ambos parecen conformar un único personaje dual, de cuya amalgama se obtendría la clásica composición que Woody reserva para sí mismo en sus obras. Habrá que ver que tan fanático se puede ser como para aguantar no uno, sino dos Woody en pantalla, y decidir cuál de ellos resulta menos enroscado.
(Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página 12)
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario