
Igual que sus personajes, los estudios Marvel (que desde hace unos años son parte del imperio Disney) demostraron tener grandes reflejos. Su respuesta llegó dos meses después. Film de superhéroes, sí, pero sobre todo una gran comedia protagonizada por Paul Rudd, Ant-Man le devolvió frescura al género y hasta ironizó con la fijación que el cine de gran espectáculo tiene en la actualidad con las demoliciones urbanas. Lecciones que fueron retomadas por los hermanos Joe y Anthony Russo en Civil War, tercera entrega de la saga del Capitán América, a la que los Russo suman otro componente que ya probaron manejar bien: el de la intriga internacional estilo Jason Bourne, elemento importante dentro de El soldado del invierno (2014), episodio anterior de esta serie, también dirigido por ellos. Aunque Civil War no está a la altura de las películas del agente amnésico (que en agosto tendrá su cuarta entrega), los Russo montan un mecanismo eficaz de conflicto global, en el que los enemigos se ocultan tras una red política, militar y de información tejida alrededor de todo el mundo, en la que la amenaza puede provenir incluso desde adentro del propio círculo íntimo.
Buenos también para asimilar aquellos golpes de la crítica, el detonador dramático que los guionistas colocan en Civil War es el repudio internacional que reciben los héroes luego de… destruir otra ciudad en la secuencia inicial. Inquietos por los métodos y la falta de control con que imparten justicia, las Naciones Unidas deciden aplicar un corsé protocolar a los Vengadores, proponiendo que el súper escuadrón se someta al máximo organismo internacional. Iniciativa que algunos de ellos aceptan con culpa, pero que otros consideran una amenaza. La famosa grieta. De un lado: Iron Man, líder de los que admiten la supervisión de la ONU. Del otro, encabezando a los desacatados, el Capitán América, para quién tener que responder por sus actos ante los estados soberanos del mundo es una tragedia. En un interesante gesto de autoconciencia, Civil War pone en cuestión la pasión destructiva del género y en el mismo movimiento se atreve a plantear los límites de la intervención militar en conflictos internacional por parte de las potencias vigilantes. En dicho esquema, el Capitán América y su negativa a someterse a ningún control que no sea el de su propia conciencia, representa el papel que los Estados Unidos se reservan en el orden mundial que ellos mismos impulsan. No deja de ser interesante que un film de superhéroes se permita poner en escena semejante tema y presentar las dos posiciones, aunque ya desde el título queda claro de qué lado se ubica la película. Pero el gran mérito de los Russo sin duda consiste en terminar de poner la casa en orden, recuperando la esencia lúdica del género para dejarla al servicio de un efectivo thriller. No es raro que sean ellos, y no Whedon, quienes se encarguen de la doble tercera parte de Los Vengadores, que se estrenará en 2018 y 2019.
Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculo de Página/12.
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