viernes, 13 de mayo de 2016

CINE - "Loló, el hijo de mi novia",de Julie Delpy: Sin gracia

Julie Delpy lo hizo de nuevo: una comedia con pretensiones de ingeniosa, inteligente e irónica que se agota en chistes perezosos, situaciones de manual y en la imitación femenina de Woody Allen que la directora y actriz se reserva para ella misma en algunas de sus películas. En particular en el díptico compuesto por 2 días en París (2007) y Dos días en Nueva York (2012). Es que justamente Violette, protagonista de Loló, el hijo de mi novia, parece una reescritura de la Marion que protagonizaba aquellas otras. Inseguras, fóbicas, hipocondríacas, agobiadas por sus oficios y con algunas taras para vincularse con el sexo opuesto, a ambas sólo les falta tartamudear para reclamar su certificado de copia fiel del estilo y las formas patentadas por el gran director neoyorkino. Por desgracia no es lo único de lo que los dos personajes y las tres películas adolecen, pero lo que más se extraña de todo es la gracia que nunca les faltó a las mejores comedias de Allen, e incluso también a las peores.
Para el caso, Violette es una cuarentona divorciada que desde hace algunos años no sólo no consigue un vínculo más o menos duradero con un hombre (esto significa, más de tres salidas) y hace bastante también de su última noche de sexo. Espoleada por su amiga Ariane, Violette comienza a salir con un ingeniero en sistemas, un nerd con todas las de la ley pero con quien ella la pasa bien y empieza a sentir que por fin se le dio. No sólo se trata de un punto de partida abrumadoramente convencional, sino que el guión completa ese mal comienzo con una acumulación de chistes que van de lo obvio a lo olvidable y ni siquiera la gracia indiscutida de Delpy o las habilidades de un comediante reconocido como Dany Boon, consiguen sacarle algo de jugo a esas piedras.
Como si todo eso fuera poco y para abusar también del arquetipo de la comedia familiar tipo “El padre de la novia”, “La familia del novio” y todas sus variantes ya transitadas infinidad de veces (incluso por la propia Delpy en la saga mencionada antes), entra en escena Eloi (o Loló), el hijo algo más que adolescente de Violette, celoso hasta la psicopatía. La tarea de Loló dentro de la trama es la de trabajar como una cuña que se clava cada vez más profundo entre su madre y su novio, buscando desbaratar cualquier atisbo de amor que pudiera surgir entre ellos. Sorpresivamente, la labor de Vincent Lacoste en el rol del insoportable Lolo resulta lo más efectivo de la película. Aunque es posible que las ocurrencias de rigor que el tipo pone en acción no causen demasiada gracia, su gran mérito es provocar en el espectador una gran antipatía. Algo parecido a lo que producía ver al Correcaminos o a Jerry siempre derrotando al Coyote y a Tom: algo más que las simples ganas de verlos perder una vez. En un panorama tan mediocre, ese no es un mérito menor. Pero el final feliz, por supuesto, se encarga de arruinar eso también.  

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

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