viernes, 25 de marzo de 2011

CINE - Marte necesita mamás (Mars Needs Moms), de Simon Wells : Un Disney de Clase B

Cada vez es más clara la frontera que se ha trazado de manera natural entre lo que Disney produce a través de John Lasseter, creador de los estudios Pixar, a quien ya puede considerarse como uno de los genios del cine moderno, y el resto de las producciones de los estudios del ratón. La diferencia entre lo que toca Lasseter y el resto es inmensa, incluso en los casos en que el resto cuenta con otro productor de nivel, como se supone que es Robert Zemeckis. Y no es necesario traer del pasado las listas de los grandes éxitos de uno y otro en el terreno de las películas animadas para hacer evidente esa diferencia. Sobra con mencionar sus últimos títulos. Mientras Lasseter es responsable de la impecable Enredados, Zemeckis aparece ahora con Marte necesita mamás, dirigida por Simon Wells, y no hay ni por dónde empezar a comparar.
No está de más decir que Marte necesita mamás cumple con creces en cuanto al trabajo de animación. Con una técnica similar a la que el propio Zemeckis ya usara en sus últimos films como director (El expreso polar; Beowulf; Los fantasmas de Scrooge), Marte necesita mamás reproduce a la perfección las fisonomías y movimientos de Joan Cusack, Seth Green y Dan Fogler, los actores que les prestan el cuerpo (y la voz en la versión original) a los tres personajes principales. Justamente, no es un problema técnico el que desvaloriza a la nueva película de Zemeckis sino el imaginario desplegado y algunas ideas que corren por debajo del texto, siempre tan significativas en una producción de Disney. Ahí es donde la comparación, odiosa como siempre, vuelve a aparecer. Porque mientras en Enredados daba gusto ir destejiendo la compleja trama de lazos que unía a los personajes, Marte necesita mamás rezuma el espíritu conservador de las producciones menos ricas de la casa Disney.
La civilización marciana ha devenido matriarcado. Desplazados los hombres a una casta inferior y condenados a vivir entre los desperdicios que produce una metrópolis sólo habitada por mujeres, son éstas quienes gobiernan en Marte. Pero tienen un problema: tan ocupadas están en hacer todo el trabajo, que no les queda tiempo para ser madres. Así que para criar a los chicos –que literalmente nacen del suelo cada década y media– han creado una serie de robots niñera para cubrir el puesto vacante. Pero como también han perdido todo instinto maternal, cada 15 años seleccionan una madre terrestre a partir de un único valor: la capacidad para hacer que sus hijos cumplan con las reglas y las órdenes que reciben (ordenar sus juguetes, sacar la basura, comerse toda la cena). Tras abducir a la elegida, su registro mental es implantado a los robots niñera y así funciona la cosa. El problema es que ese trasplante implica la muerte de la elegida. Es así como la mala suerte golpea a la casa del pequeño Milo, cuando las marcianas se llevan a su madre, con quien acaba de pelearse por un capricho tonto. Pero Milo conseguirá colarse en la nave espacial e irá a rescatar a su madre al mismísimo planeta rojo.
Con un humor de trazo grueso y una aventura de manual que remeda a la ciencia-ficción de los años ’50, Marte necesita mamás propone ante todo un rescate algo tosco de los valores de la mujer/ama de casa, principios sobre los que Estados Unidos se erigió imperio justamente en la posguerra. El rescate de Milo en Marte no es sólo el de su madre sino el de toda una forma de ver la sociedad: más vale mujer en casa que cien volando.


Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.

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