
Con algo de la estética de la mencionada Sector 9 y mucho de la taquillera Día de la independencia (pero sin el tono a veces paródico que se podía encontrar, con buena voluntad, en el film de Roland Emmerich), Batalla Los Angeles es la historia del sargento Nantz, un atribulado héroe de Irak sobre quien pesa la sospecha de haber dejado morir inútilmente a varios hombres de su batallón, quien está a punto de concretar su retiro del cuerpo de Marines. Pero justo algunos días antes de que la baja se concrete, a los extraterrestres se les ocurre asaltar el mundo otra vez. Si a los invasores les toca repetir un viejo cliché, no son menos repetidos los que se acumulan en el nuevo batallón del sargento Nantz: no faltan el que está a punto de casarse; el que deja en el hogar a su mujer embarazada; el novato sin experiencia; el que arrastra problemas psicológicos; el que perdió un hermano en combate o el inmigrante que con la ilusión de ganarse la limosna del imperio -la carta de ciudadanía- se une al ejército (frase clave para entender el trasfondo de la película). La misión del escuadrón de Nantz consiste en rescatar algunos civiles ocultos en la comisaría de un suburbio costero de Los Angeles, antes de que la fuerza aérea arrase la zona con bombas de alto poder, tratando de diezmar a las incontenibles fuerzas del espacio. Pero acá la anécdota es lo de menos: lo fundamental es el componente propagandístico.
Porque si Batalla Los Angeles es una entretenida película de guerra (y lo es), antes pero menos evidente es su rol de lamentable panfleto. Se ha dicho que la referencia a unirse al ejército es clave en la estructura del film: el famoso slogan “Join The Army” es uno de los elementos de la cultura popular yanqui, asociado históricamente a las campañas de reclutamiento en tiempos de guerra. Y eso es todo lo que parece haber detrás de Batalla Los Angeles. Pero el objetivo de esta campaña no es el público ABC1 WASP, claro, sino los inmigrantes latinos. El gran héroe de la película es el teniente Martínez (el que dejó en casa a su mujer embarazada), quien no duda en inmolarse al modo talibán para salvar a los hombres a su cargo. Igual de sugestiva (y casi bochornosa) es la escena en que Nantz consuela al pequeño Héctor Rincón, cuando debe enfrentar la también heroica muerte de su padre Joe Rincón, uno de los civiles a los que los marines debían rescatar. Nantz dice cosas como “necesito que seas mi pequeño Marine” o “los marines no nos damos por vencidos”. Hace cosa de un mes se dio a conocer una noticia tan interesante como oportuna en este caso: según la tendencia actual, para el año 2050 los Estados Unidos se convertirían en el país con mayor cantidad de población hispanoparlante del mundo. Y si 1+1 siempre arroja el mismo resultado, tal vez así se entienda mejor a quién y por qué se le está diciendo una vez más: ¡Join The Army, güey!
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.
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