jueves, 7 de marzo de 2019

CINE - "Con este miedo al futuro", de Nacho Sesma: El origen del dolor

Segundo trabajo del director argentino Nacho Sesma, Con este miedo al futuro es una de esas películas narradas casi en primera persona en las que un ojo invisible y omnipresente acompaña al protagonista a sol y sombra, para contar en detalle los hechos que conforman su vida. Por eso no es extraño que la escena inicial sea nada menos que un primerísimo plano de la nuca de Leo, ese protagonista, rodeado de azulejos blancos. Leo duda si aspirar el montoncito de cocaína que se yergue en una de las esquinas de su tarjeta Sube, pero la vacilación dura solo un instante. En cuanto se agacha, decidido a meterse todo adentro, la escena funde a negro y aparece el título en letras blancas, con el sonido de la nariz de Leo como única banda sonora.
El plano de la nuca hace temer una de esas películas en las que la cámara toma a los personajes siempre desde atrás, como si los persiguiera, un clásico del cine independiente argentino de hace unos años. En ellas los directores parecían esconderse de sus criaturas, como si en lugar de registrar una historia la estuvieran robando. No es por ahí por donde Sesma encara a Leo, a quien en lugar de espiar prefiere acompañar. Él es un profesor de literatura que toma merca en el baño de la universidad y fuma en el aula, aunque sabe que no debe. Conductas que no se vinculan con lo recreativo, sino con una pulsión autodestructiva, emergente de una situación emocional complicada.
El tipo se acaba de separar y ahora duerme en un colchoncito en el piso del quincho de la casa que era de los padres de un amigo, quien le habilita el espacio hasta que la propiedad se venda. En el laburo no le va mejor y además empieza a coquetear con una alumna.
Con este miedo al futuro presenta a Leo de forma cruda, apostando a que el espectador no se encariñe con él. Al principio el retrato destaca su carácter hostil y desconsiderado, mostrando un personaje desbordado por el enojo y propenso a los excesos. Pero a medida que avanza también va apareciendo de a gotas su dolor. Es evidente que hay un primer motor oculto que explica esa actitud agresiva frente a casi todo, pero el director (que también es guionista) acomoda los elementos del relato de tal forma que recién sobre el final aparecerá alguna respuesta./
Como Sesma ha tomado la decisión ética de mantenerse junto a su protagonista (y no detrás de él), esa revelación adquiere la forma de una justificación. A través de ella parece querer forzar la empatía del espectador, quien hasta ahí había sido inducido a tomar distancia del protagonista. En consonancia con esa actitud compasiva, el final aflojará algunas tensiones, permitiéndole a Leo cierto alivio. En ese mismo sentido el título de la película puede resultar demasiado explicativo, como si se tratara del diagnóstico que un psicoanalista le da a su paciente al inicio de la sesión, sin esperar a conocer cuál es la historia que este tiene para contar. Un gesto tranquilizador. 

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

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