Según ha contado él mismo muchas veces, se sabe que Babenco cambió la Argentina por Brasil en 1964 para evitar el servicio militar, una imposición a la que entonces debían someterse todos los varones del país al cumplir los 18 años. Una costumbre que hoy parece pertenecer a la edad de piedra en la historia de los derecho civiles en el país, pero que recién fue derogada tras el asesinato del conscripto Omar Carrasco en 1994, que puso en evidencia el sistema de abusos que representaba ese paso obligado por la vida militar, un hecho que era bien conocido por todo el mundo desde hacía décadas. Aquella deserción de Babenco vendría a ser una buena prueba de ello, y también un buen motivo para considerar al director como un exilado. Luego de un breve paso por Brasil, Babenco viajó a Europa, por donde giró varios años viviendo de changas; una de ellas fue la de interpretar pequeñísimos papeles como extra en algunos spaghetti western. Pero ya en 1969 y ante la imposibilidad de regresar a su país debido a su carácter de desertor, Babenco decidió instalarse en San Pablo, una decisión que cambió su vida, porque así de misterioso es el ingenio del destino.
Cuatro años más tarde Babenco debutaba en el cine como director de El fabuloso Fittipaldi, documental sobre la figura de Emerson Fittipaldi, por entonces el corredor de Fórmula 1 más importante de la historia brasilera (ese lugar hoy lo ocupa Ayrton Senna). En 1975 estrenó su primer largo de ficción, El rey de la noche, basado en una historia propia y guión de Orlando Senna. Dos años después fue el turno de Lúcio Flávio, el pasajero de la agonía, en la que abordó la historia real de un ladrón de bancos muy famoso en Brasil en los años ’70, que fue asesinado en la cárcel luego de revelar el entramado de corrupción que socavaba a las fuerzas policiales de Río de Janeiro. Lúcio Flávio representa también su primera adaptación al cine de un libro (la novela homónima escrita por José Louzeiro, quien junto con el chileno Jorge Durán fue uno de los guionistas del film) y su primera ficción basada en hechos reales, dos características que se volverían recurrentes dentro de su obra.

Efectivamente Pixote abrió para Babenco la puerta de la consideración internacional. En 1985 rodaría la que puede ser considerada su obra magna, El beso de la mujer araña, basada en uno de los libros más reconocidos del escritor Manuel Puig, otro argentino exiliado en Brasil. Aunque rodada en ese país y con fondos brasileros, El beso de la mujer araña está totalmente hablada en inglés y sus protagonistas son dos de los actores más reconocidos del momento en el cine estadounidense: Raul Juliá y William Hurt, quien en 1986 ganó por este trabajo su único Oscar como mejor actor. La película recibió además otras tres nominaciones: Mejor Guión Adaptado, Mejor Película (ese año ganó África mía, de Sidney Pollack) y para Babenco como Mejor Director, categoría en la que compitió contra Akira Kurosawa, John Houston, Peter Weir y el propio Pollack (también ganador). Nada menos. Otra curiosidad: 1986 es el mismo año en que La historia oficial, de Luis Puenzo, que también había sido nominada por su guión, consiguió el primer Oscar para el cine argentino como Mejor Película Extranjera.
Tras este nuevo éxito, Babenco hilvanó una seguidilla de trabajos en Hollywood, entre los que se destaca El amor es un eterno vagabundo (Ironweed), basada en otra novela, esta vez del estadounidense William Kennedy, y protagonizada por Meryl Streep y Jack Nicholson, ambos nominados al Oscar por sus actuaciones. Sobre el curioso título que se eligió para su estreno latinoamericano, Babenco admitió durante una entrevista concedida a este diario (Martín Pérez, 14/03/2004) con motivo del estreno de su película Carandiru en la apertura del festival de Mar del Plata, que efectivamente se trataba de “un título horroroso”. “Esos distribuidores son unos criminales, cuando veo esa clase de cosas me da ganas de llamar a la policía y decirles: por favor, enciérrenlos... déjenlos apartados de la sociedad un rato para que aprendan”, completó con gracia el director.
De esa misma entrevista surge un dato curioso. Tras quejarse de “la poca circulación cultural que hay entre Brasil y la Argentina”, un problema aún sin solución, Babenco pone como ejemplo su propia sorpresa al enterarse recién al llegar a Buenos Aires que “su amigo Alan Pauls ha editado un nuevo libro del que no tenía ni idea”. Ese libro era El pasado, ganador del Premio Herralde de Novela un año antes y que Babenco luego adaptó al cine en 2007. Ese y Corazón iluminado (1998) son sus únicos trabajos realizados en Argentina, país del cual se exilió en 1964 para no tener que 000sufrir el servicio militar.
Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario