A raíz del estreno de Hansel y Gretel: cazadores de brujas (Tommy Wirkola, 2013), mediocre reconversión del clásico cuento infantil en película de acción, en estas páginas se comentó algo acerca del agotamiento del recurso de transformar cualquier relato clásico en una de tiros y patadas (gracias Matrix). Cuando se conoció el plan de adaptar el cuento Jack y las habichuelas mágicas, casi todo el universo cinéfilo resopló esperando más de lo mismo. Hasta que revisando un poco la información se supo que el director del proyecto era Bryan Singer, el hombre detrás de éxitos como la trilogía inicial de los X-Men, de fracasos resonantes como Superman regresa y de films de culto como Los sospechosos de siempre. Su nombre aportaba algo de esperanza al asunto, porque se trata de uno de los directores, junto a Sam Raimi (trilogía de Spiderman), que mejor ha manejado grandes universos fantásticos en la última década, a pesar de los reparos y objeciones que pudieran ponerse (perdón la insistencia, pero Singer es responsable del peor Superman de la historia). No es que hacer una versión “sólo por la guita” de este tradicional cuento inglés le hubiera valido un anatema, pero sin dudas hubiera restado puntos a su handicap. No puede saberse si Jack el cazagigantes será o no un éxito en las boleterías, pero sí es posible decir que se trata de una adaptación afortunada.
En primer lugar porque no se permite caer en el ya gastado recurso de “tunear” las estéticas originales abusando de la inclusión de modernos arsenales puestos a disposición del héroe ni de vestirlos con superheroicos maillots de vinilo y sobretodos de cuero negro. Y si no lo hace es porque ha sido lo suficientemente creativo como para encontrar la forma de volver a contar el cuento sin desfigurarlo, respetando su esencia y tradición. Eso representa de por sí varios puntos a favor de su versión. Lo que hace Singer es agregarle épica a la historia de Jack, el pequeño y humilde labrador que consigue unas semillitas mágicas que crecen hasta el cielo, en donde habita un ogro gigante que custodia un tesoro.
Una épica que por otra parte no se aleja nunca de la mitología sajona que le ha dado origen. Estos agregados incluyen a Isabel, una princesa adolescente en busca de aventuras; Brahmwell, un rey conservador que desoye los deseos de su hija, obligándola a casarse con un noble tan obsecuente como conspirador; un grupo de valientes caballeros dispuestos a dar la vida por su rey y por su reino y un ejército de gigantes deseosos de vengar una antigua maldición que los condena a su exilio más allá de las nubes. Por lo demás, Singer se entrega a un amable juego de espejos, comenzando el relato con un padre y una madre leyendo a sus respectivos hijos un cuento sobre semillas mágicas y un valiente rey que consigue derrotar a un ejército de gigantes. De más está decir que esos niños son Jack y la pequeña princesa Isabel que, como el mendigo y el príncipe de Mark Twain, están condenados a cruzarse.
Singer ha sabido también seleccionar un elenco estupendo, entre lo mejor de los actores británicos, incluyendo a Ewan McGregor y Eddie Marsan como el valiente Elmont y su ladero Crawe; a Ian McShane, más famoso por ponerle voz a infinidad de personajes de películas y series animadas, desde Kung Fu Panda y Shrek a Bob Esponja, como el rey Brahmwell (muy parecido al gracioso lord Farquaad de la primera Shrek); a la maravillosa voz de Billy Nighy para Fallon, el general de los Gigantes. Y además sumar al enorme Stanley Tucci para hacerse cargo del traidor lord Roderick (qué otro papel podía corresponderle a un norteamericano en esta película so british).
Jack el cazagigantes no abusa ni de la acción ni de los efectos, apostando antes a la creación de climas que al descontrol visual estilo Michael Bay y acierta con una mirada más cercana al cine de aventuras clásico, acorde con la estética elegida para narrar. También incluye un uso interesante del 3D, sobre todo en las puestas que suponen la perspectiva de los gigantes. Todo esto habla de un director que elige poner los recursos al servicio de una inteligencia cinematográfica, en lugar de poner la tecnología sólo al servicio del ¡clin! caja.
En vista del estado actual del cine industrial estadounidense, utilitario antes que artístico, este no es un dato menor. Comentario aparte merece la escena/ chiste final de la película, que de manera humorística cruza ese pasado fantástico con un presente real en más de un sentido y que permite a los más atrevidos imaginar al principito Harry peleando con gigantes. ¿Eso también sería como jugar al PlayStation?
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.
1 comentario:
¡Interesante opinión de Jack el Cazagigantes, habrá que ver la película para poder opinar acerca de las interpretaciones de Nicholas Hoult y Eleanor Tomlinson!
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