lunes, 8 de abril de 2013

LIBROS - Ediciones Urania, entrevista con Ral Veroni: Libros en la sangre

A quienes disfruten, aún antes de la lectura, del hecho de tener un libro entre las manos, seguramente les complacería sentarse a charlar una tarde con Ral Veroni. Los oficios de artista, poeta, editor, librero, galerista forman parte del mundo profesional que este hombre alto y amable ha construido para sí. Cualquiera que pase por Uriarte al 4900 algunos días de la semana puede verlo leyendo (es decir, trabajando) si mira a través de los ventanales de la galería Mar Dulce. Ahí es donde Ral Veroni desarrolla algunas de estas actividades y el lugar a donde se acercó Tiempo Argentino para hablar de una de ellas: su labor como editor de libros.

Hijo del reconocido grabador, pero también bibliófilo y editor, Raoul Veroni, de quien heredó muchas de sus vocaciones, Ral Veroni es el responsable de Ediciones Urania, pequeño emprendimiento que su padre comenzó hace 70 años y que él mismo retomó hace poco con renovada pasión. Desde Urania ambos han diseñado, impreso y editado brevísimas y exquisitas tiradas de libros de autores de la importancia del poeta español Rafael Alberti, César Aira o Edgardo Cozarinsky. Se trata de ediciones de no más de 50 ejemplares numerados y firmados por sus autores, en los que cada detalle es revisado y cuidado de forma personal. Desde cuestiones técnicas como la tipografía o el tipo de papel, hasta el corte de las mismas hojas, realizado a mano para imitar el desflecado de los bordes de las planchas de papel artesanal, todo cuenta a la hora de crear libros en los que el contenido es tan importante como su forma.
Sin embargo la continuidad del emprendimiento no ha sido sencilla y sufrió una interrupción luego de la muerte de Raoul en 1992. La necesidad de continuar con el trabajo de su padre no apareció de inmediato en la vida de Ral y no fue hasta el nacimiento de su propia hija en 2009 que pudo retomar este legado de tinta y sangre. "Yo venía pensando en el tema desde antes de empezar con la galería. Y se dan cosas muy graciosas, porque para sostener la galería (que tiene sus rachas) me hice librero", confiesa Ral.

–¿Cómo llegaste a heredar los oficios de tu padre? 
–Tanto mi padre como mi madre eran artistas. Mi padre era un excelente grabador que se dio cuenta de que no se sentía cómodo en ese mundo tan competitivo de los concursos y la búsqueda de espacio, y se enamoró del arte del libro, de la rigurosidad de la edición, de los contenidos, de todo lo que forma parte de hacer un libro. Entonces aplicó todo su arte a la tarea de ilustrar los libros y además en esa época aprendió a componer a mano con tipos de plomo y manejar las herramientas del diseño. Había instalado su propia imprenta en mi casa, una imprenta artesanal y yo me crié en ese mundo. A la mañana me despertaba el ruido de la máquina, que era una Minerva, y vivía en una biblioteca, porque los libros estaban en todas partes. Y mi madre era una gran artista con una enorme formación: había estudiado muchísimo porque como dudaba mucho de sus cualidades artísticas, lo que hacía era estudiar más. Ella era la que me enseñaba, porque mi padre para enseñar era un desastre, le resultaba difícil trasmitir lo que sabía, que era mucho.  
–¿Cambió mucho el oficio de la época en que lo realizaba tu padre hasta ahora? 
–Desde que Gutenberg creó la imprenta hasta ahora se han mantenido ciertos códigos que se fueron desarrollando con los siglos: separación entre letras, interlineados, márgenes, sección áurea, espacios en blanco para disfrutar mejor de la lectura, páginas de cortesía, cuestiones que por meter la mayor cantidad de texto en la menor cantidad de páginas, son dejadas de lado. Ahora con el software parece fácil diseñar y sin embargo se pierden cosas que antes se lograban porque era un arte que se aprendía visual y manualmente. Te voy a dar un caso, no para ponerme moralista, sino para definir cómo son los tiempos en que uno vive. Hasta hace cuatro décadas el impresor casi estaba obligado a ser un estudioso, porque al componer letra por letra cada libro que hacía estaba obligado a leerlos. Eso los hacía hombres de una enorme cultura. Ahora esos estamentos del libro se han vuelto operativos, es decir que los llevan adelante operarios que no necesariamente saben qué están imprimiendo. No se trata de juzgarlos, porque hoy hay una aceleración en la producción y consumo del libro que antes era más acotado. Lo que trato de hacer desde Urania es mantener esa tradición, con sus diferencias de época, con lo que era ese amor por el libro. Te voy a mostrar.

Veroni comienza a sacar libros propios y ajenos, para mostrarlos con una seriedad que apenas es capaz de disimular su pasión. Los que edita a través de Urania, pero también otros que ha realizado por impulso de sus propios motores. Hay libros de bibliófilos (los editados para lectores que tanto aman la lectura como el placer de coleccionar lo exótico) y también libros de artista (aquellos en los que el autor desarrolla una idea integral pero con forma de libro y que se encuentran tan próximos de las artes plásticas como de la literatura). Aparece aquel primer libro editado por Urania en 1943, un breve poemario de Rafael Alberti que incluye grabados de su padre y del que sólo se hicieron 24 ejemplares. Pero también obras propias, como las que conforman la serie del Teatrito Rioplatense de Entidades, comedia del absurdo en imágenes cuyo reparto integran personajes clásicos como La Nada (una bandera con un número cero), el miedo (un cubito de hielo), el dolor (un clavo) y el tiempo (un martillo), junto a otros más autóctonos, como El Tereso (numen de los desechos en forma de soretito enroscado) o Al Pedín (adalid de las acciones inútiles). En sus ilustraciones de trazo sencillo pero cargadas de ornamentos, no dejan de reconocerse ciertos rasgos de artes más jóvenes, como la historieta.

–Recién hablabas de una tradición a la hora de diseñar libros. 
–Son detalles que hacen que cada página pueda ser tomada como una obra con la rigurosidad del arte geométrico. Parece obsesivo, pero todo eso hace al conjunto de un libro. En la actualidad ya no se atiende a mucho de esto y a la hora de diseñar se lanza el texto como si fuera una masa de pizza todo a lo largo de las páginas.  
–Hoy en día lo visual es una herramienta fundamental de la comunicación. ¿Estos detalles no deberían ser aun más importantes ahora que hace 25 años? 
–No creo que todo esté perdido, el tema es que las imposiciones de velocidad y tiempo de la época, e incluso la temática de algunos libros, hacen que no sea necesario considerar estos detalles, e incluso que sean por completo irrelevantes. Me gusta pensar que con las ediciones de Urania tengo el tiempo para atenderlos. Pensá que el libro que editó mi padre de Rafael Alberti acaba de cumplir 70 años y yo vendí los últimos ejemplares hace relativamente poco. Tengo la idea de que trabajamos junto con el tiempo, que no tengo que correr porque el libro después de dos años se salda en librerías de viejo. Ese juego con el tiempo habla de mi concepción del libro.
–¿Qué sentís que le aportan al lector estos libros cuidados ejemplar por ejemplar, a diferencia de otros de tirada industrial? 
–Para mí cualquier libro es importante siempre que consiga establecer una relación con el lector, no diferencio un buen libro por su forma, sino que el contenido sigue siendo lo que más me interesa cuando lo leo. Pero también está el libro como objeto y valoro muchos libros por el modo en que están hechos. Cuando un libro está bien hecho me otorga un plus, que es el de la sensualidad. Pensá que el libro es un objeto íntimo (uno lo tiene en las manos) y puede ser una obra de arte. En ese arte del libro ya no es sólo el contenido lo que juega, porque una cosa es la capacidad que tiene una obra para transmitir su mensaje y otra el objeto en sí, que es cómo se envía ese mensaje. 
 –Se trata de cuidar al lector y hacer de ese espacio de intimidad lo más confortable posible. 
–Yo me preocupo y cuido el arte del libro. Al lector no lo cuido: el lector es su propia entidad y si ama al libro lo hará por muchas cosas.  

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

No hay comentarios.: