Ya se ha insistido hasta el infinito, aunque no hasta el cansancio, acerca de la importancia del papel que el revisionismo está desarrollando en la ardua tarea de modificar el paradigma del relato histórico de la Argentina. La obra de autores como Felipe Pigna, Hernán Brienza, Norberto Galasso y el rol que juega desde su reciente fundación el Instituto Dorrego, presidido por Pacho O’Donnell, han hecho que cuestionar una tradición histórica que hasta hace pocos años parecía de hierro, se vuelva una cuestión no sólo necesaria e incuestionable, sino en una práctica ya habitual y aceptada por casi todo el arco ideológico (aunque siempre hay alguno que prefiere no agitar el avispero del status quo).
Para desarrollar esa noble tarea de pensar la Historia de un modo diverso, muchas herramientas poco convencionales e infrecuentes al momento de tener que profundizar entre sus pliegues son abiertamente bienvenidas. Por eso sorprende, pero no tanto, encontrarse con el trabajo que desarrollaron José Massaroli y Felipe Ávila para contar desde la historieta los hechos que conforman una de las gestas épicas más revalorizadas por los movimientos revisionistas.
Bajo el título de La Guerra del Paraná: La vuelta de Obligado, Massaroli y Ávila, ambos historietistas de dilatado trayectoria y currículum, consiguen recrear en viñetas y cuadritos aquel momento histórico, recientemente elevado al panteón de las fechas patrias por la propia presidente de la república, momento que es rescatado en las últimas páginas del librito, publicado por Ediciones Fabro. Sin embargo cabe preguntarse cuál es la contribución que puede realizar un género como la historieta, a la hora de difundir la historia nacional, qué diferencia aporta su forma de narrar gráficamente a los tradicionales libros de texto. Massaroli lo explica con sencilla claridad: “La diferencia fundamental es el público al que va dirigida la obra”, dice. “Mientras que los libros o revistas de historia tienen lectores entusiastas y conocedores pero reducidos, la historieta convoca a mucha más gente de todos los niveles culturales y sobre todo a los jóvenes, hoy en día, los menos propensos a detenerse a leer un libro lleno de datos y detalles”, completa el autor. Para él “la historieta encara la historia desde el punto de vista de la acción y la aventura y por lo tanto, es mucho más capaz de atraer la atención y de esa manera, transmitir una serie de conocimientos casi imperceptiblemente. Además, deja al lector con ganas de ‘saber más’ una vez concluida la lectura de la historieta, con lo que se lo motiva a que acuda, ahora sí, a los libros.”
-Esa idea hace pensar en la historieta como puerta de acceso a otro género, como los textos o la literatura. Sin embargo se trata de un género con valores y peso propio, con sus propias características.
-En la historieta uno se siente mucho más libre para intercalar personajes y situaciones ficticias dentro de los hechos reales, con el fin de que haya un hilo narrativo a través de situaciones y lugares muy diferentes, y un mayor dinamismo en la historia. Eso lo descubrí cuando dibujaba La vida de Dorrego, donde me ceñí totalmente a los hechos históricos y sentí que hacía falta algo más. Finalmente, en la Vida de El Chacho descubrí que se trataba de crear una historia paralela, con personajes de ficción que interactúan permanentemente con los verdaderos; eso mismo hice ahora en La Vuelta...
-¿El cambio de género, del texto a la narración gráfica, supone necesariamente la búsqueda de otro público?
-Sí, a eso me refería. La idea es llegar a grandes y chicos, a todos los que por ahí se interesan por nuestra historia y sus héroes, pero que no frecuentan los libros comunes. Si bien hoy en día autores como Pacho O'Donnell o Hernán Brienza han encontrado maneras mucho más entretenidas y hasta poéticas de contar la historia, la historieta sigue teniendo la ventaja de la imagen, que no sólo habla por sí misma, sino que se graba en la memoria y el inconsciente con mucha fuerza.
-¿Por qué es necesario ampliar los formatos para transmitir la historia?
-En mi caso lo vengo haciendo desde hace mucho tiempo, desde que adapté a la historieta el Juan Moreira de Gutiérrez, siguiendo con la vida de Manuel Dorrego, Facundo y el Chacho Peñaloza, todas historietas que publiqué en el diario La Voz en los '80s. La editora patagónica La Duendes ha publicado como libros los dos primeros y pensamos completar la serie.
-¿Cuál fue el motivo para escoger la Vuelta de Obligado?
-Era un tema pendiente desde siempre. Nací y me crié en Villa Ramallo, muy cerca de donde ocurrieron los hechos. Cuando Fabián D'Antonio, director de Fabro Ediciones, me convocó a escribir y dibujar esta acción tan gloriosa como desconocida de nuestra historia, no lo podía creer: era “mi” tema. La colaboración de Felipe Ávila y varios de mis antiguos compañeros fue muy importante para el resultado obtenido.
-¿Por qué contar La Vuelta de Obligado en historieta?
-Primero, porque nunca se hizo de manera amplia, con la magnitud que el tema requiere. Segundo,
porque es un momento de interés por el tema, dada la reivindicación que ha hecho el actual gobierno de aquella gesta, restaurando el lugar de la batalla, convirtiéndolo en un hermoso parque con museo y todo, y rescatando del olvido a figuras como Petrona Simonino, una valiente mujer nicoleña que dirigió a muchas otras en plena batalla, arriesgando su vida por auxiliar a los heridos e, incluso ayudar a los artilleros. Tercero, todo lo que se haga para contrarrestar la avalancha de películas, series de TV, video-juegos, novelas e historietas foráneas, debemos hacerlo, para mostrar que "la aventura no es sólo anglosajona", parafraseando a Charly García, que podemos tener héroes "ganadores", entretenidos y portadores de valores humanistas que se echan de menos en la cultura materialista y egocéntrica que nos llega de afuera.
-Respecto de eso Ariel Dorffman y Armand Matelart analizaron la utilización de un género como la historieta para la transmisión de determinados valores, como instrumento de difusión ideológica. En base a aquella experiencia en Chile durante el gobierno de Allende se intentó generar productos similares para transmitir otro modelo diferente, pero los resultados artísticos fueron pobres. ¿Cómo se equilibran la necesidad de transmitir un mensaje con la calidad artística del soporte, en este caso una historieta?
-Para que eso no ocurra, uno no tiene que olvidarse de que está haciendo historieta, y por lo tanto, descartar los largos párrafos llenos de lugares y fechas o los discursos panfletarios. Hay que darle prioridad a la acción, es decir, que la historia se cuente por sí misma, como en el cine. Lo más importante es que el personaje "viva" en los cuadritos de la historieta, que se lo sienta respirar. El resto, la calidad, no tiene que ver con el tema sino con lo que uno trae desde siempre o no para aportar. El hecho de que éste sea un tema que me entusiasma profundamente, influye seguramente en el nivel del producto final.
-¿Tienen proyectadas nuevas historietas abordando otros hechos de nuestra historia?
-Claro. Cuando empecé a investigar sobre La Vuelta de Obligado, fui descubriendo infinidad de hechos relacionados, antecedentes más que interesantes y consecuencias posteriores insospechadas, que me llevaron a proponerle a Fabián no quedarnos sólo en Obligado, sino contar toda la Guerra del Paraná. Para eso pusimos en marcha una trilogía, de la que La Vuelta de Obligado, el libro del que estamos hablando, será el segundo volumen.
También Felipe tiene proyectos muy interesantes a desarrollar, como volver a ilustrar guiones poco conocidos de Héctor Oesterheld sobre temas históricos.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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