Foto: Egdardo Gómez
Sí algo apareció muy tempranamente en la vida de Carlos Fuentes fue el mundo de las letras y de los escritores. El universo literario. Hijo de diplomáticos, quien es considerado como el más prominente de los escritores mexicanos modernos nació en Panamá, el 11 de noviembre de 1928, como consecuencia del oficio de sus padres, y durante sus primeros años deambuló por casi todas las ciudades más importantes de América Latina. Panamá, Quito y Montevideo fueron parte de sus destinos antes de cumplir los 5. En Río de Janeiro su padre ocupó varios puestos diplomáticos, entre ellos el de secretario del embajador de su país en Brasil, el escritor Alfonso Reyes, quizá el más importante de los autores mexicanos de la primera mitad del siglo XX. Como primer guiño de su destino, es con él con quien Fuentes, sin conocer su futuro, mantendrá una relación cada vez más próxima en su infancia y juventud. Sí: la vocación ya lo rondaba desde chico.Ayer por la tarde, Carlos Fuentes falleció en un hospital en su ciudad de México. Tenía 83 años. Murió justo un día después de que al bromista de Tommasso Debenedetti, conocido por sus travesuras haciéndose pasar por autores famosos en internet, se le ocurriera anunciar la muerte de Gabriel García Márquez, desde su cuenta de falso Umberto Eco en Twitter. Por eso no fue raro quedarse esperando un buen rato que alguien confirmara que se trataba de otra broma del duplicador. Pero no: Carlos Fuentes se murió de verdad, y entonces es García Márquez el que debe estar llorando la partida de su amigo. Ambos se conocían desde antes del famoso asunto del Boom Latinoamericano en los 60, del que fueron parte vital, y entre otras cosas, juntos habían fundado en 1993 la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar, en la Universidad de Guadalajara, en homenaje a otro admirado amigo y compañero.
Carlos Fuentes estudió en Suiza y Estados Unidos, vivió por diferentes periodos en Quito, Montevideo, Río de Janeiro, Washington, Santiago y Buenos Aires y recién en su adolescencia regresó a México, donde se radicó hasta 1965. El tiempo que pasó en su país marcó su obra, inmersa en el debate intelectual sobre la filosofía de “lo mexicano”. Su primer libro, Los días enmascarados, se publicó en 1954, y desde entonces Fuentes no dejó de preocuparse por la identidad mexicana y los medios adecuados para expresarla. Un hito fundamental en este clima de preocupaciones intelectuales, fue la fundación, en 1955 junto con Emmanuel Carballo y Octavio Paz, de la ya mítica Revista Mexicana de Literatura.
Ganador de los prestigiosos premios Rómulo Gallegos (1977), Cervantes (1987) y Principe de Asturias (1994), la repercusión alcanzada con sus primeras novelas (La región más transparente, en 1959; y La muerte de Artemio Cruz, en 1962) lo proyectó como una de las figuras centrales del aquella explosión con que Europa celebró su hallazgo de la novela latinoamericana. Al igual que los demás intelectuales que participaron de este fenómeno, su compromiso político y social ha sido un rasgo fundamental de su carrera. Sin dudas, Fuentes era una figura central e indispensable de la novelística moderna en castellano.
Sí: ayer por la tarde murió Carlos Fuentes en un hospital de México. Tenía 83 años y acababa de visitar Buenos Aires para participar de la edición 2012 de la Feria del Libro, donde deleitó a quienes asistieron a escucharlo con su charla sobre la novela, su género favorito. Con la excusa de presentar sus últimos dos libros editados (la novela Carolina Grau y el ensayo La gran novela latinoamericana), Carlos Fuentes pasó por esta ciudad que amaba y en la que había vivido durante su adolescencia, acaso para no dejar cuentas pendientes, para poder al fin partir feliz y en paz.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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