Publicados por la editorial Cuarto Menguante, los dos volúmenes se dividen en tantos capítulos como largometrajes tiene la obra de cada director, analizando a cada título en profundidad. La única diferencia formal entre ambos radica en la cuestión autoral. Mientras Cuerpos fuera de control está rubricado en soledad por el crítico de cine y periodista Matías Orta, Profundo suspiro es una producción colectiva que incluye textos firmados por los también críticos argentinos Fernando Baum, Lucio Ferrante, Juan Pablo Martínez y José Miccio, a quienes se suma el catalán Diego López. A pesar de esa pluralidad, el abordaje que los cinco realizan de la obra del cineasta italiano exhibe una solidez y coherencia que permite leerlos bajo el mismo signo crítico.
Si bien algunas de sus películas se encuentran entre las más influyentes del cine producido en el último medio siglo, ni Argento ni Cronenberg se criaron en los Estados Unidos. Aunque la cultura de ese país es parte de su educación sentimental, ambos nacieron en la década del ’40 en países con una identidad cinematográfica propia. Sobre todo en el caso de Argento, que se formó durante la gran explosión del cine italiano de posguerra, cuyo amplio espectro va del neorrealismo al spaghetti western, pasando por autores inclasificables como Fellini, Antonioni o Pasolini. Sin embargo, las filmografías de ambos se desarrollaron a imagen y semejanza de la narrativa clásica norteamericana, prestando especial atención a las herramientas propias de géneros cinematográficos como el policial, el terror o la ciencia ficción.
Por eso no resulta curioso que, sin proponérselo, estos dos libros pongan en paralelo a dos directores contemporáneos que han producido obras con estéticas tan diversas como personales. En su libro, Orta consigue recorrer el laberinto de la filmografía del canadiense aferrado a su propio hilo de Ariadna. Para el crítico todas las películas de Cronenberg abordan un horror que nunca es ajeno, sino que nace en el enajenamiento de los cuerpos. De ese modo, trabajos en apariencia tan disímiles como La mosca (1986), Festín desnudo (1991, basado en la novela de William Burroughs), Crash (1996) e incluso Una historia violenta (2005), por mencionar apenas cuatro, se encuentran atados por la extrañeza con la que sus protagonistas conviven con el propio reflejo.
En el caso de la obra de Argento –que terminó de definir las reglas del giallo y a quien Miccio define como “el Mondrian de los cuchillos”—, los autores destacan la asombrosa creación de un universo con reglas estéticas propias. Ahí la teoría psicoanalítica se funde con lo sobrenatural, un revolucionario trabajo sonoro y una voluntad casi pictórica en el diseño y composición de sus cuadros. El combo le permite al espectador atravesar una experiencia que en sus mejores trabajos llega a rozar lo alucinatorio. Algo que si bien está presente desde su ópera prima, El pájaro de las plumas de cristal, de cuyo estreno se acaban de cumplir 50 años, explota en películas emblemáticas como Rojo profundo (1975), Suspiria (1977) o Terror en la ópera (1987).
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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