jueves, 30 de julio de 2020

CINE - "El encanto", de Juan Sasiaín y Ezequiel Tronconi: Crisis en masculino

Dirigida por la dupla que integran el actor Ezequiel Tronconi y el cineasta Juan Pablo Sasiaín, El encanto cuenta una historia romántica basada en el molde tradicional del género en su faceta más dramática. De hecho, su protagonista es un hombre y lo que se aborda es, esencialmente, el mecanismo emocional que se activa frente a la paternidad. En una época en la que el mapa político está signado por las luchas del feminismo por legitimar y ampliar los espacios de la mujer, El encanto es un anacronismo. Eso no la convierte en un objeto desubicado, ni mucho menos. Es, en cambio, un intento válido de aportar en la construcción de un modelo masculino acorde a su tiempo, que se asiente en lo emotivo y lo sensible, bien lejos de la figura del macho (omni) (pre) potente y proveedor.
No significa que tales elementos no estén presentes: existen y forman parte de esa estructura contradictoria que es Bruno, el protagonista, interpretado por Tronconi. El encanto comienza con una escena de amor entre él y Juliana (Mónica Antonópulos), su pareja desde hace ocho años. La misma está construida desde el imaginario luminoso y acaramelado con el que el cine idealiza al amor romántico. Juzgar al film por esta escena puede ser injusto, porque la misma sirve como contrapunto para el drama que se irá construyendo a partir de ahí. La apariencia idílica de la pareja tarda un par de escenas en mostrar sus grietas, cuando él le pregunta a Juliana si aún toma los anticonceptivos, exhibiendo una desconfianza que ella interpreta (con razón) como una deslealtad. Una muestra de debilidad de Bruno, que enseguida seguirá tratando de posponer la posibilidad de proyectar un hijo, empujando la relación a lo más angosto del embudo.
 Sasiaín y Tronconi no eluden la crisis del modelo de masculinidad vigente a través de un retrato sensible, pero no exento de crítica respecto del lugar que el hombre ocupa en la pareja tradicional. De hecho, el punto de vista masculino se hace evidente al exhibir la mirada sexualizada con que los hombres suelen percibir a las mujeres. Es cierto que en su abordaje la película quizá se recueste demasiado en el molde clásico, pero eso no le quita efectividad ni oculta sus excesos. Que los tiene, sobre todo cuando para tratar de construir a Bruno como un ser emocional termina por explotar ciertos clichés propios de lo más complaciente del género.
Complacencia que por momentos también incluye al protagonista, aunque el relato nunca lo idealiza ni lo convierte en el héroe que podría haber sido en un enfoque más ingenuo. A pesar de ello, sobre el final los directores ceden a ciertas tentaciones en pos del artificio de dotar a la narración de cierta circularidad. Posiblemente la película hubiera ganado en espesor si Tronconi y Sasiaín se hubieran permitido el riesgo de dejar la decisión final de los personajes fuera de campo. Pero esas son conjeturas: El encanto es lo que es y así como está resulta una experiencia disfrutable. 

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

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