En coincidencia con la celebración del Día Internacional del Orgullo LGBT, que se celebra hoy en todo el mundo, la Asociación de Directores de Cine PCI presenta una retrospectiva de la obra del cineasta argentino Marco Berger. La misma se podrá ver de forma absolutamente gratuita hasta el 17 de julio a través de la Sala Virtual de la plataforma www.puentesdecine.com. La invitación permitirá recorrer seis de los siete largometrajes que conforman la filmografía de este prolífico director, que van desde su ópera prima Plan B (2009) hasta Un rubio (2019), su anteúltimo trabajo, además de Ausente (2011), Hawaii (2013), Mariposa (2015) y Taekwondo (2016), esta última dirigida en tándem junto a su colega Martín Farina. El programa se completa con tres cortometrajes: Una última voluntad (2007); El reloj (2008); Platero (2010). Desde PCI anuncian con orgullo que se trata de la primera retrospectiva que se realiza en el país sobre el trabajo de este director, cuyas películas fueron estrenadas y premiadas en varios de los festivales de cine más prestigiosos del mundo. Es, entonces, una gran oportunidad para conocer a fondo una obra única dentro del rico universo de la cinematografía argentina contemporánea.
El cine de Berger tiene una identidad bien definida que permite que sus películas sean reconocibles de inmediato, tanto desde lo formal como desde su contenido. Dentro del primer apartado, el director se destaca por la elegancia clásica con la que aborda sus relatos, invariablemente vinculados a historias que giran en torno al despertar sexual de varones jóvenes. Precisa y metódica, su cámara siempre está colocada en el punto exacto desde el cual el espectador puede ser testigo de la forma en que los personajes se relacionan con su contexto. Y prestando especial atención a la forma en que los sistemas resultantes influyen en la construcción de los lazos emotivos que van surgiendo entre sus protagonistas.
En ese sentido, puede decirse que Berger es un apasionado del detalle. En primer lugar por el modo minucioso en que va construyendo esas relaciones que tienen al deseo como centro, aunque no siempre los personajes sepan qué hacer para poder acceder a él. Pero ese detallismo también se manifiesta con claridad en la paciencia y el empeño que el director pone en recorrer el cuerpo masculino, con la intención de conseguir que ese deseo (o al menos parte de él) se derrame desde la pantalla hacia la platea. Un gesto tan generoso como subversivo, en tanto le propone al espectador la posibilidad de, mientras dure la película, observar al mundo por fuera del omnipresente mandato heterosexual.
Todo eso estaba presente en su debut, Plan B, una comedia romántica con algo de coming of age tardío, en la que un joven despechado planea vengarse levantándose a la nueva pareja de su ex novia. Para ello Berger apela a un registro cotidiano que apuesta por la empatía. “¿Qué mejor manera de naturalizar el deseo homosexual, de volverlo cosa de todos los días, que naturalizar a la película que lo contiene?”, se preguntaba de forma retórica y desde estas mismas páginas Horacio Bernades cuando el film se estrenó en 2009. “Sería la mejor forma de que el espectador se reconozca en ella. De que se sienta parte y la viva como espejo”, completaba el crítico por entonces. Es ahí donde la obra del director parece hacer pie: en la búsqueda de ampliar el marco rígido que mantiene cerrado por dentro al concepto que separa a lo natural (o normal) de aquello que se supone que no lo es. Lejos del gesto ampuloso de quien rompe lanzas con la sola intención de provocar, Berger intenta filtrarse en el sentido común y en esa tarea resulta interesante el uso que le da a los géneros narrativos.
Porque si en Plan B el cineasta recurrió al molde de la comedia romántica, casi una comedia de enredos naturalista, en Ausente, por ejemplo, trabaja sobre el thriller, género perfecto para poner en escena el juego de seducción que un adolescente pone en marcha para tratar de llamar la atención de su profesor de educación física. En Ausente lo perverso y sobre todo la culpa juegan un rol vital dentro de un relato de atmósfera casi polanskiana, que el director aprovecha para exponer algunas disquisiciones éticas e incluso morales, que toman como centro un caso de acoso de configuración extraña. “Lo que hago es darle una vuelta de tuerca al imaginario de esa fantasía del profesor que acosa al alumno, para que el público se sienta acorralado y diga: Mirá si esto me pasara a mí”, le reveló el propio Berger a Marina Navarro durante una entrevista publicada en 2011 en el suplemento Soy. La afirmación hace explícita su intención de apuntarle a la subjetividad de quien mira, apelando una vez más a la empatía.
A partir de Ausente la culpa será también un elemento que aparezca con cierta recurrencia en la filmografía de Berger. Algo de eso signa la relación entre los personajes de Hawaii, Un rubio y hasta de El cazador, su última película, que acaba de estrenarse y aunque no forma parte de esta retrospectiva puede verse en la plataforma Cinear Play. Sentimiento represivo por excelencia, la culpa también funciona en el cine de Berger como una soga tirada hacia el público. Es su carga la que permite entender la dificultad que atraviesa quien se encuentra ante la circunstancia de no reconocerse en el estrecho espejo de una normalidad que deja afuera a muchas personas. Tal vez ahí, en su capacidad de agrandar el espejo, se encuentre el gran mérito de sus películas. Atreverse a mirar más allá del marco para encontrar un nuevo reflejo es el desafío de los espectadores.
Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.
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