La adaptación de una obra determinada a una disciplina artística diferente de aquella para la que fue pensada no es una labor menor. En esas aguas turbulentas naufragaron grandes artistas y otros se perdieron a mitad del trayecto, sin haber encontrado nunca el rumbo. No es este el espacio para realizar listas que sirvan de ejemplo, pero mencionarlo es pertinente para abordar el estreno de El cruce de la pampa, adaptación basada en una popular pieza teatral escrita por el prolífico dramaturgo Rafael Bruza. En esta versión para el cine, realizada y dirigida por el cineasta y guionista David Bisbano, es posible detectar un problema frecuente en este tipo de proyectos: sobra teatro y falta cine.
En rigor, no es que carezca de los recursos necesarios para ser una película. Hay un trabajo meritorio en la dirección de arte, en los trabajos de fotografía y sonido, e incluso dos actuaciones, gentileza de los experimentados Gonzalo Urtizberea y Roly Serrano, a las que quizá se podría calificar como muy buenas, y oportunas si el marco fuera un escenario teatral y no, como es el caso, una pantalla de cine. Porque no se trata de un problema de actuación propiamente dicho, sino de tono, de ambiente, de intención. Es que Bisbano no ha podido o no ha sabido (o no ha querido) intervenir con fuerza ni sobre el texto ni sobre la puesta en escena, para crear lo que debería haber sido una obra nueva, una película, y no una lujosa, creativa y hasta ingeniosa versión filmada del original. En su lugar el director parece por un lado haber quedado demasiado sujeto por mecanismos y herramientas que son propios de determinado teatro. Un texto con diálogos que invitan antes a ser declamados que dichos; y una puesta en escena que, más allá del notable trabajo de arte, sigue siendo esencialmente teatral, una versión mejorada de los telones de fondo que suben o bajan con cada nueva escena.
Por la otra parte, Bisbano se ha encargado de incorporar a la línea del relato una serie de recursos que sería imposible utilizar en una puesta teatral, como primeros planos o breves clips de montaje. Pero dichos elementos nunca terminan de imponerse como indispensables para el desarrollo de la narración y se terminan pareciendo más una estrategia para disimular los vacíos estructurales en la matriz cinematográfica de su trabajo.
Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.
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