
Quinto largometraje para el cine de Uwe Janson (que también tiene en su haber unos 45 telefimes como director, aunque algunos participaron de festivales, incluyendo el de Berlín, ciudad en la que transcurre este relato), ¡Por la vida! vuelve a indagar en la dolorosa historia alemana, que 70 años después del final de la Segunda Guerra Mundial necesita seguir siendo revisitada. Eso y el hecho de que Ruth sea una cantante de origen judío que sobrevivió al exterminio nazi revelan algunos puntos de contacto que van más allá de lo superficial entre la película de Janson y la extraordinaria Ave Fénix de Christian Petzold, aunque sin su nivel de sutileza. Una diferencia es que, más allá de exponer la carga de culpa que aún soportan los alemanes como sociedad y de abordar de nuevo la repetida cuestión de la justicia y la venganza, ya desde el título ¡Por la vida! se ofrece como un brindis optimista que desde el presente mira hacia adelante, pero sin dejar de hacer pie en aquel pasado.
Fábula de aprendizaje y hasta buddy movie, en tanto Ruth y Jonas se verán forzados a aceptarse y aprender el uno del otro para sobreponerse a sus propias tragedias, el relato avanza a partir de saltos temporales que superponen tres tiempos distintos, cada uno identificado con una estética propia. Si la infancia de Ruth durante la guerra es presentada en blanco y negro y las imágenes distorsionadas con lentes deformantes para darles un aire de pesadilla, en cambio su juventud feliz en los 70 tiene el grano grueso y el color saturado de un film en 16 milímetros. Por su parte, el presente compartido con Jonas es visto bajo una luz más fría, por momentos casi de hospital, que empuja a creer que en Berlín todos los días amanecen nublados. Tal vez sea cierto que el guión sobrecarga a los personajes con sucesivas capas de tragedia, sin embargo no parece ser un ejemplo de saña autoral sobre todo porque, a pesar de ello, nunca los deja sin salida.
Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.
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