jueves, 25 de julio de 2013

CINE - "Wolverine: Inmortal" (The Wolverine), de James Mangold: Clásico y solitario

El cine actual está superpoblado de superhéroes: son ellos quienes hoy alimentan (y muy bien) a los miles que maman de la gran teta de Hollywood. Que tres de las que más millones juntaron durante 2012 fueran películas del palo (con Los vengadores a la cabeza; la última Batman de Christopher Nolan; y el reinicio de la saga Spiderman), o que en lo que va de 2013 se estrenaran Iron man 3 y El hombre de acero (alias Superman), y que ambas ya estén entre las tres más vistas del año a nivel global, son ejemplos perfectos al respecto. Para completar el trío de aces se estrena Wolverine: Inmortal, nueva aventura del personaje más popular de la saga X Men y uno de los más carismáticos de la factoría Marvel. Tan importante es el personaje que además es el que catapultó al estrellato al australiano Hugh Jackman, quien libra por libra es uno de los actores más exitosos del momento. 
La primera secuencia del film transcurre en Nagasaki justo el día de la bomba. Ahí está Logan (o Wolverine), prisionero del ejército japonés, que terminará esa jornada abominable salvándole la vida al oficial Yashida, uno de sus captores. Esa escena inicial posee una intensidad dramática que hace que el comienzo sea alentador. Logan sufre una mutación congénita que le permite autosanar sus heridas; pero además fue víctima de un experimento en el que sus huesos fueron revestidos de un poderoso metal, combinación que lo vuelve invulnerable incluso al fuego nuclear. Es literalmente inmortal, un poder que lejos de ser vivido como un don, significan para él un trauma y un castigo. 70 años después Yashida se ha vuelto uno de los empresarios más poderosos del Japón, y a punto de morir se propone devolver el favor: si Wolverine una vez le salvo la vida, él ahora le ofrece volverse mortal. Pero será Yashida el que morirá. Y para complicar la cosa, si la Pampa tiene el ombú, el Japón tiene la Yakuzza, que por algún motivo oscuro se quiere cargar a Mariko, la nieta de Yashida. 
El peso específico de Wolverine como personaje lo impuso como uno de los centros en torno a los cuales giraban los tres episodios de X Men (estrenados entre 2000 y 2006). Esa misma fatalidad lo convirtió en 2009 en el primero de los mutantes de Marvel en tener película propia, en la que se narraba el origen del mito. Que no por casualidad se remontaba hasta los Estados Unidos colonial y a partir de ahí seguía el derrotero del héroe por la historia estadounidense. Porque Wolverine tiene algo de descastado y marginal, de jinete solitario que lo emparienta con los fundacionales héroes del Oeste, esos renegados que acababan convertidos en justicieros porque no les quedaba otra. Pero sobre todo tiene algo del Clint Eastwood de la Trilogía del Dólar; tanto que hasta los actores se parecen físicamente. (Raro que a nadie se le ocurrió todavía hacer con Jackman una remake de Harry el Sucio.) Curiosamente esta película lo lleva bien al oeste, hasta Japón.
Verdadero Western fantástico, Wolverine: Inmortal tiene el encanto del héroe que se resiste a serlo, pero que no puede evitar involucrarse, incluso emotivamente, con cada situación. Hay otra buena escena cuando el relato salta elípticamente de Nagasaki a la actualidad, en la que Logan, convertido en un vagabundo del bosque, venga la muerte de un oso a manos de un grupo de cazadores en una típica cantina de ruta, que no sólo subraya la debilidad del personaje por las nobles causas perdidas, sino que remeda las clásicas trifulcas de saloon. Igual que los héroes de Eastwood en los filmes de Leone, Wolverine es un forastero en rodeo ajeno que debe apelar a la astucia aun cuando la brutalidad es su mejor arma. Y hasta levanta las cejas en el momento oportuno, igual que Joe, Monco y Blondie. Jackman conoce al personaje de memoria y cada película confirma que su presencia en aquel primer episodio de 2000 fue el gran acierto de Bryan Singer. A pesar de todo eso y de algunas buenas escenas de acción (una de ellas en el techo de un tren, infaltable en un Western, aunque se trate de un tren bala), la película va perdiendo densidad. Tal vez se deba a la ausencia de un villano que consiga contrapesar al héroe y dar la talla en términos dramáticos. Y, ya se sabe, no hay buenas películas de superhéroes o de vaqueros sin un buen villano.

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Tiempo Argentino.

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