miércoles, 21 de noviembre de 2012

CINE - Festival de Cine de Mar del Plata, Competencia Latinoamericana: Los primeros días

Entre las diferencias que pueden encontrase entre el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y el BAFICI (comparación innecesaria pero inevitable), una de las más destacadas es la eficiencia conceptual de las tres competencias del encuentro junto al mar. Mientras el Festival de Buenos Aires pone toda la carne en sus secciones Internacional y Argentina, sumando una tercera como Cine del Futuro que nunca termina de definir su perfil con claridad, Mar del Plata cuenta con competencias análogas a las dos primeras, pero incluye una Latinoamericana, dedicada a ofrecer un panorama cinematográfico regional. No siempre ocurre que estás secciones coincidan en presentar un alto nivel en sus programaciones, pero todo parece indicar que este año se redondearán tres buenas cosechas. Abundancia que se justifica antes en la amplitud y variedad de sus frutos que en la cantidad. 
Justamente la Competencia Latinoamericana arrancó dando muestras de ello, con dos filmes de apariencias opuestas. Por un lado 7 cajas, película paraguaya dirigida por el tándem integrado por Tana Schémbori y Juan Carlos Maneglia, y el atípico documental uruguayo El Bella Vista, de Alicia Cano. Este último relata la historia de un viejo club de pueblo, entretejiendo los idas y vueltas de las actividades que a través de los años tuvieron lugar dentro del edificio que fuera la sede social de la institución. Club de fútbol devenido en prostíbulo de travestis luego de su cierre, El Bella Vista es una película nostálgica capaz de ver, seguir y comprender sin juzgar a sus personajes. Una de las riquezas del trabajo de Cano responde justamente a su habilidad para hallar el tono adecuado para cada una de las historias. Así, es capaz de compartir el humor grueso de esos hombres que añoran ese pasado de amistad en torno a una pelota, sin condenarlos por sus prejuicios; pero también de contagiar la ternura dolorosa de los deseos de esas travestis que, como cualquier chica, sufren por amor y sueñan con ser madres. Y hasta se permite revelar ciertos trucos de su construcciión, como un mago generoso mostraría sus secretos en medio de un show. De notable trabajo fotográfico de Arauco Hernández Holz (el mismo de La vida útil de Federico Veiroj), El Bella Vista conmueve genuinamente, sin desdeñar al humor como herramienta indispensable para generar empatía incluso con lo políticamente incorrecto. 
En cambio la paraguaya se ubica en las antípodas cinematográ- ficas del documental de Cano. Película de acción que viene precedida por la leyenda de ser la más vista de la historia de su país y de haber vendido más entradas que la mismísima Titánic, lo que primero sorprende de 7 cajas es la mirada casi extranjera que los directores eligieron tener de una de las realidades de su país. La película transcurre enteramente entre los puestos del monumental mercado de Asunción, escenario que se encuentra retratado como espacio exótico antes que propio. Mirada que resulta más afín a la de Ben Affleck en las escenas del Gran Bazaar de Teherán en Argo, o a las persecuciones en las ferias de Estambul de Búsqueda implacable 2, que a la mucho más empática de Julián D’angiolillo en su retrato de la feria de La Salada, en Hacerme feriante (aunque también hay puntos de contacto entre ellas, como algunas puestas de cámara). Claro que eso obedece a que la película ha buscado ser una cosa y no la otra, pero también habla del lugar elegido por los directores para ver a sus personajes y del modo en que buscaron representar una determinada realidad social desde la ficción y el relato de género. Ese rasgo no le quita a 7 cajas el mérito de ser un entretenido y recomendable thriller de acción, con personajes reconocibles y culturalmente más próximos a la realidad latinoamericana.
Una de las películas fuertes de esta competencia es sin dudas la última del mexicano Carlos Reygadas, Post tenebras lux, estrenada en el Festival de Cannes donde compitió por la Palma de Oro y recibió el premio a la mejor dirección. Reygadas es un artista inquietante, cuyos trabajos resultan siempre ricos y llenos de recovecos estéticos o teóricos con los cuales acordar o discutir. Post tenebras lux deja claro que el mexicano es un depurado artista de las formas y hasta es posible afirmar que, consciente de su pericia, llega por momentos a regodearse con cierto exceso en el uso de algunos recursos. Sin ir en detrimento del film, esa tendencia vuelve un tanto artificiales algunos tramos. Es difícil resumir una sinopsis apropiada: una pareja con sus dos hijos pequeños se ha mudado hace poco a una casa de campo (más bien un monte selvático) y en ese retiro comienzan a aparecer diferentes disrupciones, a veces desatadamente violentas, otras de una sutileza más íntima. En torno a esa línea central, Reygadas acumula una serie de historias laterales, suerte de viñetas que a veces parecen por completo desconectadas, pero que van urdiendo una trama que de a poco comienza a revelar una profunda raíz religiosa. A la luz de una secuencia final que remite a aquella cita bíblica que recomienda cortarse la mano y arrojarla lejos si ella es ocasión de pecado, tal vez sea posible recorrer hacia atrás el relato para ir encontrando, de a poco, los famosos siete pecados. E incluso desde allí darle un sentido a ese atroz demonio fluorescente que consigue perturbar ya en la primera escena tras el título de inicio. Título que de entrada avisa en latín, idioma del cristianismo, que la luz sólo es posible, por oposición, tras la más cerrada de las oscuridades. Exactamente eso es el cine de Reygadas.  

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Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.

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