
Para nadie es sencillo asumir el paso del tiempo y los efectos devastadores que ese transcurrir puede conllevar. Por eso cuando Harvey Shine debe volar a Londres para el casamiento de su hija, mientras se entera de que su labor como jinglero en una agencia de publicidad es calificada casi como obsoleta, no puede menos que considerar a ese viaje como un infortunio, un estorbo. Al otro lado del charco, Kate trabaja haciendo encuestas en el aeropuerto de Heathrow, pendiente de una madre depresiva casi tan preocupada por su ventana trasera como James Stewart en La ventana indiscreta, y a quien sus compañeras de trabajo buscan pareja con empeño. Los caminos de Harvey y Kate se cruzarán varias veces, con las postales de un Londres entre clásico y moderno como escenario. Pero hasta que al espectador no le quede claro cuán bajo los ha llevado el declive emocional de sus vidas, ellos mismos no se reconocerán como la potencial solución para sus soledades.
Nadie que sepa de antemano cuál es la propuesta cinematográfica de Tu última oportunidad, podrá sentirse defraudado por el film. Sin embargo es inevitable no reconocer que la etapa de comedia se presenta cargada de situaciones que, por reiteradas, difícilmente provoquen algo más que algunas sonrisas austeras. No será hasta que el duo Thompson/ Hoffman comience a desplegar su oficio (y él sus mañas), que la película del novato inglés Joel Hopkins alcance cierto equilibrio que la convierte en una propuesta aceptable. Aun sin el nivel de sus mejores trabajos (¡Que lejos han quedado para ellos los 70’s y 90’s!), ambos conforman una pareja con chispa suficiente como para que sea en el ritmo de sus encuentros donde Tu última oportunidad consigue su mejor perfil.
Artículo publicado originalmente en el diario Página 12.
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