viernes, 23 de abril de 2021

CINE - "Silk Road: el camino oculto" (Silk Road), de Tiller Russell: Gangsta digital

Perteneciente al subgénero del ciberpolicial (o ciberthriller, si es que cualquiera de estas categorías existe), Silk Road: el camino oculto es el segundo largometraje de ficción del estadounidense Tiller Russell, quien ha dedicado el grueso de su filmografía al documental. Una experiencia que rinde frutos en este trabajo, basado en un artículo periodístico publicado en la revista Rolling Stone sobre el caso de Ross Ulbritch, un joven “idealista y emprendedor” que en 2011 creó Silk Road, un mercado online tipo Amazon, pero dedicado solo a la compraventa de drogas. Claro que estas transacciones se realizaban al margen de la ley. Sin embargo, merced la utilización de códigos encriptados y de criptomonedas, Silk Road permitía no solo que los usuarios mantuvieran el anonimato, sino que al mismo tiempo todo el tráfico fuera blanqueado a través del correo que, desconociendo el contenido de los envíos los distribuía de forma legal.

La película divide su atención entre dos personajes en apariencia opuestos. Por un lado Ulbritch, que es presentado como un joven sociable, inteligente y ultraliberal, seguidor de las ideas del economista Ludwig von Mises, uno de los precursores del anarcocapitalismo (o libertarismo) tan en boga. Su sueño es ayudar a potenciar la libertad del individuo, oprimido por un Estado vigilante. Para él, “cada acción que se da fuera del control gubernamental, fortalece al mercado y debilita al Estado”. Y de eso se trata la plataforma que terminará creando: de permitir que cada uno pueda acceder a lo que se le dé la gana (en este caso drogas), sin que el Estado medie como regulador en la fase económica, pero tampoco como policía. 

Su némesis es el agente de la DEA Rick Bowden quien, luego de algunos excesos trabajando como encubierto, es puesto a disposición del área de delitos informáticos. Analfabeto digital, Bowden se enterará de la existencia de Silk Road y comenzará a avanzar en la investigación de modo tradicional, sin que ninguno de sus superiores le preste mayor atención. Pronto ambos personajes trabarán un impensado vínculo, que irá marcando los giros del guión.

Desde lo formal, Silk Road organiza su relato a imagen y semejanza de la cultura digital, abriendo muchas veces pantallas múltiples que remedan la experiencia de la navegación online. De esta forma, Russell tiene la posibilidad de ir suministrando al espectador la abundante información del caso. La experiencia puede por momentos volverse agobiante, pero esa sensación forma parte del recorrido que la película propone, aunque al mismo tiempo también hace que la narración se vuelva rígida y esquemática. Es un acierto que el director haya decidido presentar de forma más empática al criminal que al policía, porque aunque a veces eso derive en aligerar algunas de sus acciones, termina siendo útil para hacer confluir a ambos personajes en un final que los iguala.

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

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