En los últimos meses el nombre del prolífico cineasta Steven Soderbergh se volvió infrecuentemente popular en todo el mundo, aunque no se debió al estreno de un nuevo trabajo. Ocurre que a partir del estado de alerta sanitaria global declarado tras la expansión del coronavirus, su película Contagio (2011) se volvió profética en muchos sentidos y, al mismo tiempo, casi un manual de buenas prácticas frente a la pandemia. Salvo los detalles derivados de la letalidad del virus ficticio Mev-1, mucho más contagioso y mortal que su pariente real Cov-2, el resto de la historia –incluido el origen de la enfermedad en los mercados de la China profunda, las medidas sanitarias de aislamiento, el distanciamiento social, las precauciones que las personas deben tener para evitar propagarla y hasta las Fake News— parecen un retrato del mundo en tiempo presente. La realidad hizo que Contagio, que hasta hace tres meses podía ser vista como un relato paranoico, se convirtiera en la mirada lúcida de alguien que supo interpretar y proyectar las experiencias que dejaron brotes previos, como el SARS o la Gripe A. La palabra paranoia vuelve a ser oportuna para hablar sobre Perturbada (Unsane), una de las últimas películas de Soderbergh, recién estrenada a través de la plataforma de streaming Amazon Prime Video, sin haber pasado por las salas argentinas.
Presentada en la edición 2018 del Festival de Cine de Berlín, Perturbada cuenta la historia de Sawyer Valentini, una joven adicta al trabajo con una evidente dificultad para vincularse con los hombres, derivada de una situación de acoso vivida algunos años antes. Abrumada por su trauma, la chica, recurre a un centro de salud mental para consultar a una profesional. Ahí acaba firmando un formulario que le presentan como mera rutina administrativa, pero que resulta ser su consentimiento para permanecer 24 horas internada. Todo se complica cuando ella reconoce a su acosador entre los empleados de la clínica y tiene un violento ataque de histeria, dándole a los médicos una excusa para extender su internación por siete días más.
La película tiene al menos tres puntos de abordaje que la vuelven interesante. En primer lugar el de la mera ficción, que narra esa historia en la que la realidad se confunde con el punto de vista subjetivo, haciendo que sea difícil determinar si los hechos que se relatan tienen lugar en el plano real o solo dentro de la cabeza de Sawyer. En este punto Perturbada vuelve a poner en evidencia la capacidad de Soderbergh para percibir y poner en escena el espíritu de una época, filmando la historia de una mujer acosada que es tratada como una loca, en el preciso momento en el que explotaba la bomba del caso Harvey Weinstein. Pero además puede ser vista como el calvario de un individuo ante un sistema de salud perverso, más preocupado por el aspecto mercantil que por lo humano. Es desde ahí que también se lo puede pensar como un film que aprovecha la ficción para denunciar un estado de injusticia que tiene lugar en el mundo real. Un elemento que tampoco es ajeno al cine de Soderbergh, como lo prueban otros de sus trabajos, entre ellos la oscarizada Erin Brokovich (2000) o Efectos colaterales (2013), en la que entrecruza los intereses de la industria farmacéutica con el mundo de las finanzas, en otra historia paranoica con mucho en común con Perturbada.
Un detalle que hace de esta una película única es el hecho de haber sido filmada de manera íntegra con las cámaras de los iPhone 7 Plus. Soderbergh aprovecha los lentes angulares de estos teléfonos para crear una proximidad física invasiva con los personajes, generando a partir de eso una atmósfera asfixiante e irreal, muy oportuna para acentuar esa sensación de encierro que por momentos llega hasta la frontera de la claustrofobia. La propuesta estética se completa con una paleta cromática saturada que termina de convertir a la película en una experiencia sensorial infrecuente, tanto por tensa como por intensa. Se trata además del primer rol protagónico de Claire Foy en el cine después de la notoriedad que le diera interpretar a la reina Isabel II de Inglaterra, en las dos primeras temporadas de la exitosa serie de Netflix, The Crown. La actriz británica consigue dotar a Sawyer de cierta fragilidad, sin que esto le impida seguir siendo una mujer fuerte. En esta dualidad del carácter de la protagonista se apoya también el director, para proveer al relato de una ambigüedad que garantiza la efectividad de Perturbada.
Artículo publicado originalmente en la sección Espectgáculos de Página/12.
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