
El relato toma como centro a Louis Bloom, un delincuente de poca monta que se dedica a robar cables y alcantarillas para vender el metal por kilo. Las primeras escenas alcanzan para delinear a un personaje que es más complejo que su forma de ganarse la vida. El discurso motivador con el que le pide trabajo al tipo que le compra el producto de sus robos, en el que enumera sus capacidades y ambiciones, demuestran que lejos de ser un ignorante, Louis maneja muy bien las herramientas básicas para moverse dentro de una sociedad en donde las reglas sociales se confunden con las del mercado. La escena también deja en claro que en la tierra de las oportunidades no hay lugar para todos. Louis es un marginal, un habitante típico de la peligrosa noche de Los Angeles, pero también es buen observador, un hábil declarante capaz de decir (y hacer) lo que sea con tal de pegar el salto social y, sobre todo, alguien que aprende rápido.
Esa misma madrugada, Louis se detiene a ver cómo dos policías salvan a un automovilista accidentado en la autopista mientras un periodista free-lance registra lo ocurrido con su cámara. Ver las imágenes en el noticiero de las 6 hace que Louis reconozca ahí una oportunidad. Una bicicleta robada en la playa será suficiente para conseguir su primera cámara y salir con ella a cazar noticias durante la noche. Y le alcanzará con unas tomas desprolijas pero cargadas de sangre de la víctima fatal de un asalto a mano a mano armada para que la jefa de noticias del canal menos visto de la ciudad le compre el material y le indique cuáles son las prioridades editoriales. “Nos interesan las noticias en que un blanco es atacado en los suburbios por el representante de alguna minoría”, le dice, y Louis le traerá eso cada noche con una especificidad cada vez más precisa y explícita.
Con reminiscencias de la historia que Pablo Trapero contó en Carancho y con no menos sordidez, Gilroy se despacha contra el modo en que los medios construyen la noticia poniendo como límite las consecuencias legales por sobre los alcances éticos de lo que ponen al aire. Menos atentos a la información que a las utilidades que éstas representen. Primicia mortal incluye dos o tres buenas escenas que exponen brutalmente estos mecanismos de construcción. Pero el éxito del relato no sólo descansa en estos apuntes certeros, sino en el enorme trabajo de su trío protagónico. Renee Russo y Bill Paxton vuelven a demostrar sus reconocidas virtudes, que no son pocas. Sin embargo, es Jake Gyllenhaal quien acapara la atención con una composición muy rica, con algunos puntos de contacto que lo ligan al desbordado depredador bursátil que Leonardo DiCaprio interpretó en El lobo de Wall Street, consiguiendo que el psicópata de Louis no deje de ser encantador ni por un instante, pero al mismo tiempo funcione como un reflejo del accionar psicopático de los medios. Como un trozo de materia oscura en medio de un cosmos no menos sombrío, Gyllenhaal es un agujero negro que va absorbiendo toda la energía del relato y demuestra que en el infierno de las noticias siempre se puede caer un círculo más.
Artìculo publicado originalmente en la secciòn Cultura y Espectàculos de Pàgina/12.
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