
En primer lugar porque su director no cae en la tentación de adaptar la historia del hijo de Zeus a la estética fantasy post Señor de los Anillos, ni intenta plegarse a la moda de los superhéroes, inventado un Hércules que vuela y tira rayos. Lejos de eso, Ratner elige apegarse al original para después alejarse prudentemente de él y ya en terreno firme, jugar a contar una aventura nueva del más grande semidios que supo dar el Olimpo. Seguramente gran parte del mérito le corresponde al cómic creado por Steve Moore, ya que la película no se basa directamente en el mito si no en esa adaptación. En la piel de Dwayne Johnson, el actor indicado para prestarle sus músculos y su gracia, esta es una versión humana de Hércules pero que no olvida ni esconde el origen mítico, sino que lo aprovecha para hacerlo emerger en el momento en el que le es más útil al relato. El personaje no es acá un guerrero solitario e invulnerable a fuerza de cargar con una estirpe divina, sino un hombre sobre quien se cuentan hazañas increíbles (aquellos doce trabajos que la película se encarga de desenmascarar como si se tratara de trucos de magia) y que él protagonista utiliza para hacer fortuna como mercenario al frente de un grupo de leales compañeros. Una decisión osada la de convertir al héroe solitario en un líder, pero que no se aparta de la lógica de un corpus mitológico que incluye relatos como el de los Argonautas, que justifican el atrevimiento.
Pero no sólo en la comparación con otros Hércules para adolescentes sale ganando este de Dwayne Johnson, sino que su espíritu lúdico forjado a conciencia la hace mucho más grata que otros acercamientos “serios” a la tradición griega, como Troya de Wolfgang Petersen (en dónde sólo salvaba su honor el Héctor de Eric Bana). En Hércules hay humor además de acción y no debe menospreciarse el carisma y la eficiencia que Johnson muestra en ambas áreas. Aunque no hace falta aclarar que sin dudas no es Marlon Brando, es justo reconocer que tampoco se trata de Victor Mature, el actor de las épicas clase B por excelencia del Hollywood de los 50. Al contrario, Johnson es un actor que sabe cómo hacer su trabajo y cuyo crecimiento desde su aparición como Rey Escorpión en El regreso de la momia (2001), es evidente. Lo mismo vale para el director, quien supo encontrar el tono adecuado para modelar los detalles esenciales y al mismo tiempo llevar adelante un relato que, aun con el generoso uso de la tecnología digital, sin alardes innecesarios ni excesos pirotécnicos de montaje, no deja de responder a las reglas del cine clásico de aventuras.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.
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