lunes, 7 de julio de 2014

LIBRO - "Facundo", por José Massaroli: Un antihéroe de la Historia convertido en héroe de historieta

Es curiosa la historia argentina, un relato en el que los hay muy buenos, casi beatos, y otros muy malos, muy sucios y muy feos. También es curioso constatar que los primeros casi siempre vivieron en Buenos Aires (o fueron funcionales a los intereses del poder que ahí reside) y los otros en cambio prefirieron defender las lejanas y polvorientas tierras de provincia en donde tuvieron la mala suerte de nacer. 
Esta no es una mala forma (una forma burda, por supuesto) de describir el discurso histórico clásico, el que se enseñó en las escuelas de todo el país durante muchos años y hasta hace no mucho tiempo atrás. Es muy fácil deslumbrarse con los héroes y su mitología cuando se es un niño, porque a los chicos les encantan los mitos y los héroes. Pero después de la infancia viene la juventud, en la que los valores de los mayores son puestos en cuestión, y después la madurez, el momento en que cada uno puede decidir en qué creer. Por eso era inevitable que en algún momento, en un país que de a poco iba dejando atrás su propia infancia, alguien se preguntara por qué tenían tan mala fama algunos personajes sobre los que pesaba un calculado bullyng histórico. 
El paradigma del prócer desprestigiado es sin dudas Facundo Quiroga. Denostado por Domingo Sarmiento, la pluma más destacada de la Argentina decimonónica, Quiroga fue sin embargo uno de los líderes políticos y militares del noroeste argentino y como tal enfrentó al gobierno de Bernardino Rivadavia en tiempos en que las oposiciones excedían largamente el límite de la palabra. De hecho, tanto Rivadavia como Quiroga no terminaron sus días de la mejor forma: el primero en el exilio, el segundo asesinado por sus enemigos. 
De recrear la vida del caudillo riojano se encargó el historietista José Massaroli, quien acaba de publicar su propia versión de esa historia en la novela gráfica Facundo, publicada por la editorial La Duendes. “Se trata de una historieta que se publicaba diariamente en el diario La Voz de la ciudad de Buenos Aires durante más de seis meses, a razón de una página por día, en el año 1984, a poco de haberse restaurado la democracia”, cuenta Massaroli. Al cerrar el diario en 1985, estos trabajos históricos pasaron a dormir el "sueño de los justos". Acostumbrado a trabajar sobre personajes y hechos de esa otra historia argentina, el historietista cuenta que comenzó a trabajar sobre la figura de Quiroga tras haber escrito y dibujado la vida de Juan Manuel Dorrego: “eso me llevó a investigar mucho sobre su época, las luchas entre federales y unitarios, las razones de su fusilamiento a manos de Lavalle. Y cuanto más leía, más nítida surgía la figura de Quiroga, el caudillo riojano que le puso freno a las ambiciones de Rivadavia, que le impidió entregar las minas de Famatina a los capitales ingleses, que se levantó contra los unitarios cuando cayó Dorrego, que siempre tuvo una fama que le dio dimensiones de leyenda, y que seguramente ha sido el más odiado de los líderes del interior y el más venerado por sus seguidores”, confirma el autor.  

–¿Por qué decidiste volver a publicarlo ahora?  
–En el ambiente de la historieta, dominado por las editoriales Columba y Record, habían pasado prácticamente inadvertidos y a partir de ahí yo no había encontrado ninguna oportunidad de republicarlos. Por suerte, los originales quedaron en mi poder. Cuando, en el año 2009, el conductor de la editora patagónica La Duendes, Alejandro Aguado, me contactó por Internet y me realizó una larga nota sobre mi carrera, al mencionar esta parte poco conocida de mi actividad, le resultó muy interesante, ya que este grupo está abocado a rescatar buena parte de la historieta nacional. Ellos me ofrecieron subir estas historietas a su blog Historieta Patagónica. Así fue como empezamos con Juan Moreira, seguimos con Dorrego, Facundo, y actualmente estamos subiendo El Chacho, la última de la serie. A medida que estos trabajos se iban conociendo a través de la web, el eco favorable que recibimos nos hizo concebir la idea de recopilar cada historieta en un libro. Así aparecieron Juan Moreira en 2010, Dorrego en 2011, y Facundo en 2014.  
–¿Cuánto ha favorecido a estas reediciones el auge del revisionismo histórico?  
–Naturalmente, hemos tenido en cuenta que estamos en una época en que se ha revalorado mucho al revisionismo y por lo tanto hay un público cada vez más grande que espera conocer más a fondo nuestra verdadera historia. La historieta en este caso, actúa como un puente hacia los libros de historia, entreteniendo al lector, dándole pistas, pero dejándolo con ganas de saber más sobre el tema, como me pasó a mí cuando leía de chico historietas como El Huinca, Patria Vieja o El Cabo Savino.
–Supongo que trabajar con un personaje histórico de tanto peso debe haber sido una carga extra. ¿Te sentiste condicionado?  
–No, para nada. Se puede decir que hice lo que quise y lo que pude, dadas las limitaciones que mi conocimiento de la historia nacional habrá tenido cuando realicé este trabajo en 1984.  
–¿De qué manera te documentaste para que la historieta no perdiera rigor histórico?
 –Releyendo el Facundo de Sarmiento, aunque preferí atenerme más a lo que contaban autores como Félix Luna en Los Caudillos, y una cantidad de notas de la revista Todo es Historia. Lo más arduo fue sintetizar tanta información en un guión que, además, tenía la obligación de ser entretenido y dinámico. En la parte gráfica, me fue muy útil la Vida de Don Juan Manuel de Rosas de Manuel Gálvez, que venía en fascículos profusamente ilustrados con gran cantidad de reproducciones de cuadros y dibujos de la época.  
–Todos los personajes históricos, en mayor o menor medida, tienen sus contradicciones. En algunos son más notorias y figuras de la relevancia de Sarmiento o Perón las tienen y puede decirse que ellas los enriquecen en tanto personajes. ¿Tuviste que elegir alguna faceta específica de Facundo o te permitiste exponer sus contradicciones?  
-A la hora de elegir situaciones y anécdotas intervenía el historietista. Es decir, si la leyenda era interesante la contaba, por más que tal vez no haya sido verdadera o fuera claramente una exageración, como las cosas que se contaban del Moro, el caballo de Facundo, que le avisaba si iba a ganar o perder una batalla. Y si tenía que mostrar a Lamadrid como un valiente, lo hacía, aunque fuera del otro bando, porque era así nomás. Incluso tomé algunas cosas de Sarmiento aunque mi visión del personaje era totalmente opuesta. ¡Pero el sanjuanino las contaba tan bien...! Supongo que hoy en día trataría de basarme más en una óptica revisionista, pero en aquellos tiempos me faltaba más conocimiento de la historia. De todas formas pienso que así resultó una visión más completa del personaje, que por tener muchas facetas contradictorias se presenta más humano.
–¿Elegiste o necesitaste tomar alguna libertad creativa que te apartara de lo estrictamente histórico, pero que representara una ventaja a la hora de ir contando la historia en cuadritos?  
-Salvo inventar muchos diálogos, ya que era imposible saber exactamente lo que se habló en las situaciones reales, traté de ajustarme lo más posible a lo que contaban las fuentes que consulté. Mi instinto de historietista me llevaba a desmenuzar las situaciones en secuencias o cuadritos que tratan de dar agilidad y emoción a la acción y, al tratarse de una publicación diaria, que siempre quedara algo de suspenso en el último cuadrito. Como pasa con los folletines cuando el material se recopila en un libro, este recurso suele darle gran dinámica a la historia, a pesar de algunas inevitables repeticiones. Pero a diferencia de lo que hice después en la Vida de El Chacho, acá no creé ningún personaje ficticio.  
–El libro tiene una nota del editor que se disculpa por la imposibilidad de publicar dos páginas específicas en mejores condiciones debido al mal estado de los originales. ¿Qué fue lo que pasó con esas páginas? ¿No era posible restaurarlas?  
–Si bien el diario me devolvía los originales, algunos de ellos se perdieron. Excepto una página, que re-dibujé especialmente, el resto, no muchas, las fotocopié de los diarios que conservan en la hemeroteca de la Biblioteca del Congreso. Lamentablemente el estado de estos diarios no era muy bueno y la impresión dejaba bastante que desear, así que hubo que acudir al retoque digital y se logró que las páginas fueran legibles, aunque no pudimos evitar una menor calidad. Hubiera podido re-dibujarlas todas, pero creo que se hubiera perdido la visión con que escribí y dibujé las originales y me pareció más importante rescatar eso.

Otros trabajos de José Massaroli

Quines deseen conocer otros trabajos sobre figuras históricas del dibujante y guionista José Massaroli correspondientes a la serie Los caudillos pueden visitar el blog historietapatagonica .blogspot.com.ar
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

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