miércoles, 6 de junio de 2012

CINE - Madagascar 3: Los fugitivos (Madagascar 3, : Europe's Most Wanted ): Viaje de regreso al buen cine

Es mucho lo que se ha escrito acerca de la superioridad estética de los trabajos de Pixar, respecto de los de cualquier otra productora de películas de animación. El caso testigo que suele utilizarse para demostrar esta hegemonía, son las películas de Dreamworks a las que, con la saga Shrek a la cabeza, se les achaca el uso de un humor menos fino, caballito de batalla con el que se oculta la debilidad de historias más convencionales y guiones menos inspirados que los desarrollados por los estudios del veladorcito. Y por lo general es cierto: la acumulación de pedos, eructos y las reiteradas referencias a una cultura de consumo demasiado norteamericana, suele jugarle en contra a muchas de estás películas. Mientras que Pixar busca ampliar el universo de los cuentos de hadas, en Dreamworks el chiste está por sobre la historia, y eso suele dar resultados risibles pero difícilmente perdurables: es fácil comprobar cuánto envejecieron las películas de Shrek y lo saludable que aun luce la primera de las Toy story, sólo por mencionar una. Hasta que aparece Madagascar 3: Los fugitivos, la nueva película protagonizada por los cuatro animales escapados del zoológico de Nueva York, en la que la factoría Dreamworks parece haber hallado finalmente un punto de equilibrio, sin apartarse de sus convicciones estéticas básicas. Es decir, Madagascar 3 mantiene ese espíritu que parece heredado de las películas de los hermanos Zucker, en las que debe lograrse que el espectador vuelva a reír antes de que terminen de apagarse los ecos de la carcajada anterior, y a la vez consigue articular una narración que es algo más que una mera cinta transportadora de chistes.
Continuando la historia donde la había dejado el film anterior, Alex el león y su mejor amigo Marty la cebra, más los ahora pareja Melman la jirafa macho y Gloria el hipopótamo hembra, se encuentran con que el llamado de la naturaleza no era para ellos. Mascotas domesticadas al fin, deben rendirse a la evidencia de que no son sino bichos de ciudad y hartos de la vida en la selva, quieren volver a la Gran Manzana. Pero para ello necesitan la ayuda de los cuatro pingüinos que a bordo de su avión propulsado por un ejército de monos, están dándose la gran vida en Montecarlo. La excusa perfecta para que la acción cambie de paisaje y se traslade a la aristocrática y vieja Europa, algo que otras películas, como las tres del agente Jason Bourne, ya demostraron que no sólo es posible sino redituable. La referencia no es gratuita: algunas de las excelentes escenas de acción de la nueva Madagascar parecen inspiradas en esa trilogía.
Sobre todo las persecuciones a las que los animales serán sometidos, cuando el fracaso en su intento de pasar desapercibidos en un casino de lujo, los ponga en la mira de una psicótica agente de sanidad animal de origen francés, especie de Terminator que canta y un poco tiene la cara de la Piaff. En este punto puede notarse que, más allá de las situaciones y chistes muy efectivos que la trama va hilvanando, el gran éxito de Madagascar 3 es contar con un elenco de personajes sólidos, capaz de sostener el andamiaje humorístico. Porque no sólo se trata de los cuatro principales sino que, como toda buena película, esta cuenta con secundarios de lujo. Al mencionado comando de pingüinos hay que sumar a Julien, el rey lemur, sus dos ayudantes y, la novedad de esta entrega, una troupe de animales de un decadente circo europeo a la que los protagonistas deben unirse para escapar de su perseguidora, todos ellos destacados.
Los recursos de humor en Madagascar 3 son vastos y tanto pueden ir de clásicas rutinas de slapstick o referencias a los viejos episodios del Coyote y el Correcaminos, hasta chistes de inesperado color político, como aquellos que apelan a las diferencias sociales y laborales entre los Estados Unidos y Europa (o Canadá) y hasta puede oírse por ahí un “¡Bolchevique!”, exclamado con típico acento moscovita. Incluso se permite jugar con el fuera de campo de manera notable, manteniendo en secreto uno de los trucos de circo fundamentales para la trama del film, aprovechando al máximo las posibilidades de lo invisible. Esta suma de grandes personajes, buen humor, impecable diseño visual y un preciso ritmo narrativo da por resultado, de manera inevitable, una buena película. Y eso es Madagascar 3.


Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.

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