Contar una vida verdadera en el cine desde la ficción suele ser una tarea ardua. Si bien por un lado el aventurero que tome esa decisión se verá liberado del rigor al que lo obligaría un documental, desde la ficción correrá el riesgo de deformar el retrato, de modo tal que tal vez nadie reconozca en sus trazos (ni quiera reconocer) al personaje retratado. Aun así, siempre resulta tentador para muchos directores tomar entre sus manos la arcilla de los mitos y darles la forma de la propia mirada. Ejemplos sobran: de los exitosos y de los burdos. El trabajo realizado por el director chileno Andrés Wood con Violeta Parra, enorme figura para la cultura chilena y latinoamericana, es de los primeros. Claro que para ello contó con buena materia prima: el libro Violeta se fue a los cielos, escrito por Ángel Parra, hijo mayor de la artista. Será por eso que la película homónima de Wood no es condescendiente, ni pomposa ni obsecuente con la figura de Violeta Parra. Más bien parece la evocación de una memoria que se conserva así, fragmentada, hecha añicos, y que la recuerda a ella en una suerte de claroscuro de virtudes y defectos: es la memoria de un hijo. Y la memoria es siempre ficción. O sueño, y tal vez es allí donde Wood decide arrancar su relato.
Poeta, cantora, artista plástica y, sobre todo, un espíritu popular, Violeta Parra es parte de una familia de posición social humilde, pero de una intensidad artística infrecuente. Entre los muchos hermanos Parra, Nicanor y ella llegaron a destacarse como dos de los nombres más importantes de la cultura chilena del siglo XX. Dueños de voces poéticas únicas, ambos supieron recoger el sentir de los que crecen desde el barro, encarnando, en oposición a Neruda (una oposición meramente estética, ya que se admiraban mutuamente), una poética del pueblo.
La película comienza con un ojo pardo, de mujer, partido al medio por la luz del sol. Es un primer plano que sin embargo no permite adivinar si allí hay una mirada o si, aunque vivo, ya no hay nadie detrás de ese ojo. Enseguida se comienzan a desandar de manera simultánea diversos segmentos de la vida de esa mujer: Violeta niña; Violeta viajera; Violeta cantando ahí donde quieran escucharla. Violeta vehemente: como artista, como madre, como amante. El relato va montando una suerte de prisma de tiempo donde las edades de Violeta se reflejan entre sí, aportando sentido a la figura definitiva de esta mujer enorme e imprevisible. El trabajo de Wood parece tener como premisa no ceder a la tentación de contar su historia si no es con las mismas herramientas de las que se sirvió Parra para sostenerse en su paso por el mundo: poesía, canción, respeto por las raíces y una pasión desbordada por vivir la vida con intensidad.
El personaje también le sirve a Wood para esbozar el perfil de una época –la de los convulsionados 60, ávidos de igualdad- y de una sociedad que pretendía consumir las manifestaciones del arte popular sin mancharse los pies. (Tal vez la cosa no ha cambiado tanto). En ese escenario, Violeta Parra es un ángel, a veces dulce, a veces furioso, que transita sus pasiones en carne viva; uno de esos seres de luz potente a los que la felicidad siempre les duele. El trabajo de la actriz Francisca Gavilán es fundamental para conseguir una Violeta Parra vívida y poderosa, lejos de cualquier indeseable caricatura. Que Violeta se fue a los cielos sea la película más vista del año en Chile, ayuda a confirmar el éxito de esa resurrección de Violeta en Francisca. Gavilán no sólo consigue una construcción verosímil de Parra desde lo dramático, sino que hasta se atreve a prestarle su propia voz al personaje: es la propia actriz la que canta todas las canciones, cada una más emotiva y hermosa, que dan forma a la banda sonora del film. Los títulos finales corren sobre una delicada versión de "Gracias a la vida", famosa en la Argentina en la voz de Mercedes Sosa, que le sirve al director para dar un cierre perfecto a su retrato. El de una mujer tan viva que no pudo sino, como tantos otros, buscar el amparo de la muerte.
Violeta se fue a los cielos, de Andrés Wood, se proyecta en los cines Gaumont, Lorca, Arteplex Belgrano y en algunos complejos Hoyts, Village y Showcase. También en Cinema Paradiso, en la ciudad de La Plata.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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